Los días de la semana, normales. Merece mención especial el Martes.
Este ha sido uno de los peores días… no se si decir de toda mi vida, pero de los últimos años fijo que sí. No porque yo estuviera mal, sino porque a veces pasa, que intentas poner buena cara, pero las estrellas junto con el destino, ayudado por los horóscopos y la bruja me dijo que me echaría un mal de ojo por pasar por debajo de una escalera se pusieron de acuerdo con mi entorno exterior e interior para que el día fuera horrible.
El martes amanecí mal. Amanecí mal, porque había tenido varias pesadillas de estas de las que te despiertas y luego cuando vuelves a soñar ahí siguen. Pues así como 5 veces o así. Lo pasé realmente mal, porque a costa de que disfrutaran otros sufría yo. Además recuerdo que la misma noche soñé con mis padres, pero como la costumbre me había llevado a despertarme de las otras pesadillas, hice lo mismo con este sueño. Como el que rompe una página sin querer y luego no puede volver a recuperarla.
Al despertar, ya triste por las pesadillas, me encuentro a una mujer entrando por la puerta de mi habitación. Mi cerebro, tardó un rato en despertarse todavía y se puso a intentar mandar órdenes en inglés o Maltés, así que mi cuerpo no entendía. La mujer ya no recuerdo si me habló en inglés, Maltés o Italiano. Me dijo algo así como sick (enfermo), y luego empezó en italiano, cuiccina. Entendí que era la de la limpieza, la supuesta ladrona que venía para perturbar mis pesadillas. Eran las 8:30 de la mañana y yo, me podía quedar aún una horita en la cama. Y así lo hice, pero con los ojos como platos y mirando hacia el lado de la puerta por si entraba de nuevo. Tic tac tic tac tic tac, mi cabeza iba hacia varios sitios. Hacia las pesadillas, hacia la “ladrona”, hacia mi familia… en fin. Al levantarme, Conny ya no estaba, o estaba en el otro baño. Me hice un sándwich de nocilla para ponerle buena cara al día y fui tan contento para el autobús. Como un niño con su pedazo de bocata de fuagrás. Al llegar a la parada… entrar en el autobús y mirarle la cara al autobusero… me asusté. Era como Joaquín (el del Málaga, ex del Betis), pero más gordo que Vic. Tenía pinta de carnicero. Aguanté, una cara y media leyendo. Conducía tan horriblemente mal, que mi cabeza parecía que iba para un lado y mi cuerpo para otro (porque ya estaba metido en la siguiente maniobra). Así pues, tuve que dejar el libro y dedicarme a ver la excitante conducción de aquel cerdícolas. Me cambié de sitio para poder ver la velocidad a la que tomaba las curvas. Además de volantazos, acelerones, frenazos, ese ente tomaba las rotondas a 60km/h, ¡con un autobús!. La madre que lo parió. Yo decía que como en Túnez, no había pasado tanto miedo en un coche, pero es que por aquél entonces no me gustaba la velocidad. Ahora, gustándome, os aseguro que más de una vez pensé que en esa curva volcábamos. Que cuando salió hacia la última parada respiré aliviado y me quité un peso de encima y que iba pensando, (yo!!, osea… YO!!) Fucking gordo este de mierda, lástima le humillen en público. (no se por qué, pero eso pensaba, cómo sería verle humillado en público. Ahh sí, porque el libro iba por esa zona. Azotando a Kvothe en público). Cuando paró en mi parada, obviamente no lo hizo con delicadeza. Yendo agarrado a los hierros del autobús, imaginaos el frenazo para que me soltara, y me diera un talegazo contra la siguiente barandilla.
El programa sin más. Y después también sin más. Teníamos que ir a hablar con los de Paragon. Durante el viaje, tras esperar un ratazo al autobús… estaba llenísimo. Y estaban todos sentados menos yo. Entró un hombrito con la cabeza muy redonda, barba y unas gafas de sol. Se agarró del mismo hierro que yo y se puso en frente de mí a hacer cosas un tanto extrañas. Con la mano que le quedaba libre tenía el puño cerrado y la subía y bajaba como si estuviera agitando unos dados imaginarios. Parecía que estaba rezando el rosario (también imaginario). Este tío en un principio estaba… cerca, a unos 50 cm más o menos, pero se fue acercando poco a poco. Y empezó a dar cabezadas, llegó a estar a 20 cm y eso que yo me iba echando más para atrás. Estos se estaban partiendo de risa, y yo no sabía como “escapar” de esa encerrona. Observé el puño que tenía agarrado el hierro del autobús y le vi unas uñacas largas y con mierdecilla negra de esta. Entonces fue cuando bajó esa mano y en lugar de agarrarse al hierro, se agarró a mi mano como si fuera el hierro y con la misma fuerza. Me escabullí en la siguiente parada, porque se movió la gente y dejó un hueco libre. Me senté. El autobús le dejó un circulo vacío a su alrededor. El hombrito, empezó a dar cabezadas (parecía que se estaba durmiendo). Le fallaba el equilibrio y parecía borrachísimo pero… no creo que fuera eso. Le dio un trago a una botella de agua vacía, y tragó como si verdaderamente hubiera bebido. En este momento ya menos tenso, las risas si empezaron a oírse. A mi me dio la risa floja por el dia que llevaba. Y estos pensaban que me estaba riendo del hombrito. Pero me hacía gracia la situación. Yo, en Malta, pasando mi peor día en mucho y como cómplices 4 personas a las que conozco, (al que más) desde hace 3 semanas. El hombrito se fue a sentar y empezó a darle la chapa a su acompañante.
Al llegar a Paragon, le expusimos lo que estaba pasando. Sobre todo, Javi (el de Palencia) y yo por el idioma. Era como que los tíos querían echarse balones fuera. Pero al ver que había muchas cosas que parecían raras en el comportamiento de conny, les convencimos de que hablaran con ella. A mí, personalmente se me quedó por un lado buen cuerpo porque me había defendido en inglés. Y por otro mal cuerpo porque nos habían regañado por dormir en casa de estas algún día y comprobar que el control ese, existe. Además, fue un… lo solucionaremos pero… no se, a mi no me convencieron del todo. Después cogimos el bus de vuelta a casa, traduciendo un poquillo lo que habíamos dicho. Estos se fueron a casa, y nosotros fuimos a casa de jessi y vane a contarles lo que había pasado.
Detrás de nosotros, entró un hombre regañándonos por golpear la puerta. Que… ok la golpeamos, pero es que sino… no cierra esa castaña de puerta. Estaban ya las tres nuevas compañeras de piso de estas y… ni las vimos. Les contamos lo que había pasado y nos fuimos a casa. Pero el día no acaba aquí.
Estamos ya en la cama metidos, y entra Dani a nuestra habitación a decirnos que si podemos llamar a Jessi que está poniendo mensajes en el facebook. Que la ayudemos.
La cosa fue, que había entrado el vecino de arriba en pijama a su casa. Sin llamar ni nada, tenía llave, y estaba ahí. Él y su embarazo, pegando voces porque estaban haciendo mucho ruido. Pero Vane nos dijo que ni de coña, que estaban hablando normal, que se le fue la pinza y les empezó a decir que las iba a echar de allí. Les dijimos que llamaran a Paragon, pero que ya les habían llamado ellos amenazándolas con lo mismo. Claro, lo único que pudimos hacerlas es… decirles que se vinieran a casa si querían. Por no hacer ruido ni se ducharon por lo visto.
Yo en mi cama, cada vez más hundido, repasando mentalmente el día que había pasado y lo inseguro que me sentía con los de Paragon. ¿Cuántas personas tienen llave de mi casa? Esa noche me estaban esperando las mismas pesadillas y un no descanso absoluto.