................................................

lunes, 14 de noviembre de 2016

El primero de muchos

Querer y ser querido. En nuestro mundo todo vale. Vivo en un mundo tan utópico, tan fantástico y tan real, que incluso con esas contradicciones es posible. Porque gracias a ella, lo imposible es posible, lo complicado se vuelve sencillo, y lo blanco, brillante. Me transporta a él a diario y es tan creíblemente único que incluso con descripciones “Tolkianas” no alcanzaríais a asomaros a una ventana que os empiece a dar una idea de dónde voy. Aún así, intentaré que esa ventana sea lo más grande posible.
Gracias a ella todo lo “importante” pierde importancia. Ella es la que me lleva con una delicadeza sutil y elegante para perdernos durante horas. Porque me lleva, pero se queda conmigo y eso es lo más genial de todo. Con ella al lado, el lugar se vuelve real e imposible a la vez. Y es completamente cierto que en este lugar, tenemos la capacidad de manejar el tiempo. Además es tangible, se puede ver cómo vuela. Si nunca habéis visto el tiempo lo siento por vosotros y hace que, a su vez me sienta un privilegiado. Es un tío joven, con rasgos afilados y barba picuda que le otorga cierta experiencia. Suele pasar volando por encima de nuestras cabezas mientras paseamos inagotables.
Gracias a ella, no hay hormigas, y las que pueden colarse de vez en cuando, no llegan al ombligo. La ves diminuta a lo lejos, inofensiva y fácilmente aniquilable. Ahora que lo pienso, alguna vez, sobre todo, cuando no vamos de la mano, sí que ha aparecido alguna que nos ha hecho llorar. Aún así, sus lágrimas son profundas y misteriosas, como océanos oscuros y tenebrosos. En los que buceo muchas veces intentando volver a sacar la cabeza a flote. Intentando volver a ver la luz. Intentando buscar ese cofre del tesoro que al abrirlo, se vuelva a llenar de peces tropicales e inunde todo de colores en los que reírnos y bailar como un negro la canción de lonely boy. Mientras estamos ahí, no vemos pasar al tiempo, por eso nunca me acuerdo de que sí hay alguna hormiga. Deberíais ver sus lágrimas, me dejan embobado.
Por lo general, ese momento en el que la hormiga ha desaparecido y aparecen peces de colores, a pesar de seguir habiendo lágrimas, viene con una sonrisa. No os imaginéis una sonrisa como tal. No oséis imaginar una sonrisa, al menos si no la conocéis a ella. Ninguna otra sonrisa que pueda estar en vuestra mente se acerca a la perfección de la suya. Visualmente es un espectáculo que llena de alegría nuestro mundo. Hace renacer un bienestar, capaz de acabar con el hambre del tercer mundo. Bueno, igual me he pasado, del tercer mundo no, pero de Africa sí. Cuando veo por la tele la sonrisa de los niños de Soweto sé que están pensando en la de ella. Ella es capaz de transmitir esa felicidad, de contagiarla y hacer que todo a su alrededor lo sienta. ¿qué hay más importante en esta vida que ser feliz? Si quisieras un superpoder, ¿no sería, poder ser y hacer feliz? Y estamos hablando sólo de su sonrisa porque cuando se ríe despierta  en todo lo que le rodea esa euforia que consigue alegrarte. Te contagia, igual que una melodía pegadiza te hace moverte, consigue que, por lo menos, sonrías.
En este lugar todo es deseo complacido, todo es posible, sientes que tus energías no se agotan y podrías vivir eternamente viendo el Tiempo pasar. Es un lugar tan especial que sólo se puede entrar a él gracias a ella. Los dos juntos creamos ese mundo y lo seguimos moldeando para que sea mejor. Sin esfuerzo, como cuando de pequeños jugabais con plastilina. En este mundo, no es que haya colores especialmente chillones, o sobresaturados, es que todo tiene su color adecuado para que estés a gusto. Es simplemente el mejor lugar al que puedes viajar. No hay nada parecido, ningún sitio en el que puedas pasar el resto de la eternidad sin cansarte ya que las posibilidades son infinitas.

Hubo una película que intentó acercarse a esta idea, pero los protagonistas fallaron, crearon un mundo demasiado real. Cobb y Mal no nos llegan ni a la suela de los zapatos. Ojalá pudierais acercaros un poco más a la ventana, pero otra cosa que lo hace tan especial es que estemos los dos solos, no quiero llevaros.  “Y si es tan especial ¿por qué no estoy allí?” pues tenéis razón. Me voy ahora mismo.

viernes, 1 de julio de 2016

Último día playa del carmen (29/06)

Nuestro último día de viaje lo pasamos en Playa del Carmen. No sabíamos si ir a Isla Mujeres de nuevo, o quedarnos allí, pero decidimos quedarnos. No puedo contar mucho de este día, porque fue un constante salir y entrar en el agua.
Cuando nos cansamos de la zona en la que habíamos estado por la mañana nos fuimos a las afueras de playa del Carmen a bañarnos en un sitio muy curioso. Tenía de peculiar que se encontraba el cenote y tras un montículo de arena, el mar. Lo curioso era el contraste entre un agua y otro, no por el color. Era exactamente igual de color, pero de salinidad y de temperatura sí. El cenote, el agua dulce estaba muchísimo más frio que el agua del mar. Te bañabas en el mar y de vez en cuando alguna corriente de agua fría te hacía tener algún escalofrío.  De igual modo, cuando el agua se te metía en la boca podías tener la sensación de estar probando un guiso mal sazonado. Aumentaba o disminuía la cantidad de sal a cada metro que avanzabas o retrocedías. La verdad que el sitio también era muy bonito, con sus palmeras, el cenote al lado y el mar con piedras al otro.
Sin darnos cuenta, atardeció. Nos empezamos a poner melancólicos por abandonar el caribe, así que decidimos darnos el lujo de ir a un chiringuito de por allí. Un granizado de mango, zarzamora, piña y fresa que nos supo a gloria. Ya podía, porque nos costó 60 pesos (3€), hiper carísimo para ser México. Sara y yo habíamos comido los dos, arroz, fideos, ternera más 2 refrescos por 100 pesos. Por ser simbólico, por ser el final, nos lo permitimos. Y ahí estábamos, viendo cómo anochecía mientras mirábamos el mar con dos siluetas de palmeras. Habría sido muy idílico todo, si el sol no se hubiera puesto por nuestras espaldas. Estábamos mirando al caribe, hacia el este.

Fuimos a dejar el coche donde lo habíamos recogido 10 días antes, y todo perfecto. La misma empresa de alquiler nos dejó en el aeropuerto. Cuando íbamos a facturar rumbo a México DF, pasaron las mochilas de Rut y Sara primero, y cuando miró mi billete, se dio cuenta de que salía el vuelo a la mañana siguiente. Eran las 9 de la noche del miércoles y nuestro vuelo salía a las 6:33 de la madrugada del jueves. Cuando la chica se dio cuenta, me dijo que si yo volaba un día más tarde. Al decirle que no, automáticamente echó a correr para intentar coger la mochila de Sara que iba en la cinta transportadora para ir con el resto de equipaje. Dobló la esquina, tocó la mochila pero no pudo cogerla. Fue una imagen cómica ver como la cinta transportadora casi se lleva a la chica hacia adentro. Volvió entre risas, y nos explicó, que hasta las 4 de la madrugada no podíamos hacer el check in. Que iba a recuperar las dos mochilas y que lo sentía mucho. Nos entretuvimos un rato, porque esa noche se nos iba a hacer eterna. Sobre todo a mí, que llevo 2 horas escribiendo esto, mientras Rut y Sara se han sacado los sacos y están “durmiendo” aquí en el suelo del aeropuerto.
Al día siguiente un viaje de 3 horas en bus, se convirtió en 5h. Había habido un accidente brutal con 4 muertos en el que un trailer se había quedado en mitad de la carretera. Más tarde, llegamos a casa y tras organizar todas las fotos, caímos dormidos como si lleváramos unos dos meses sin dormir.

Llevamos 30 días viajando de un lado para otro. Viendo cosas increíbles, teniendo sentimientos encontrados, nos hemos reído, hemos disfrutado y ha habido momentos más difíciles. Estamos cansados, sucios y con pocas energías, pero la verdad que si me dijeran que este vuelo va a salir de nuevo a Búfalo, si me dijeran ahora mismo de repetir el viaje, lo repetiría encantado. Tal y como ha sido, igual cambiaría ciertas cosas, igual añadiría ciertas personas al viaje, igual dejaría la cámara y lo disfrutaría mucho más de lo que lo he disfrutado, pero ya no tendría el encanto del descubrir. Igual que he conocido todos estos lugares, siento que no hay suficiente tiempo como para ver todo lo que quiero ver en este Mundo, así que el reto, no está en conocer más lugares, sino en disfrutar descubriendo.
Sabéis la sensación que se te queda cuando has hecho algo espectacular y nadie lo ve? Parece que no ha pasado. Esa es la sensación que tengo ahora mismo. Quiero llegar a mi casa y hacer que esto sea real contando y enseñando todo el viaje.
Sara es una de las personas más importantes para mi, y sin duda, si he disfrutado tanto esto, ha sido gracias a que estaba ella. Tenía la sensación de estar disfrutando los paisajes yo, y ella. Se disfrutaba el doble, y mi cabeza no para de pensar en que si también hubiera estado Ana, lo hubiese disfrutado el triple, y si hubieran estado Chus y Quique lo hubiese disfrutado 4 y 5 veces más.
Al fin y al cabo, somos moldeables, y soy quien soy gracias a esas personas. Los sitios son inmóviles, y son lo que son por estar donde están, ahora y siempre. El inmovilismo se contradice con el viajar, que supone movimiento. Por lo tanto, creo que mi motivo para viajar no es ver el sitio inmóvil, sino hacerlo real compartiéndolo con quien quiero.
Desde luego que aún nos queda algún que otro viaje por hacer en México, pero digamos que el GRAN VIAJE ha terminado, y por muchos sitios preciosos que haya visto, como en casa… en ningún sitio. 

Bacalar (28/06)

Jordi era un catalán de unos 40 años que se había cansado de su vida. Exmilitar en misiones de Kosovo o Afganistán, había decidido que Europa no era su sitio. Estuvo 7 años viviendo en Suiza y su mentalidad era la típica de un Hippie. Eso de, vive el hoy, vendo todo y me busco la vida como sea, lo que es mío es tuyo… etc. Lo que tenía lo vendió, y se fue a probar suerte a México. Estuvo una temporada en Mérida y acabó en Bacalar, por recomendaciones. La verdad que la zona era muy a su medida. Tenía una casita, no más grande de nuestro garaje y jardín de arriba, sin decorar, sin prácticamente nada más que eso. 4 paredes que delimitaban el área, y otras dos o tres para crear, un cuarto (donde dormimos nosotros) que utilizaba a modo de desahogo, un baño, y una cocina, como si fuera un intento cutre de barra americana (me recordaba al kiosko de la piscina del pueblo). Ahí, hacía paellas y pan. La verdad, que de todo lo que estuvimos conociéndole, lo que más me gustó fue su proyecto. El abrir un hueco en la pared y allanar la parte trasera de lo que él llamaba jardín, para crear un espacio público. El resto de casitas tenían una vallita para que nadie pasara y un jardincito medianamente cuco en la parte delantera. Él quería poner una sombra y permitir que cualquiera que pasara se sentara a descansar simplemente, y si de paso tomaba algo, él se lo daría. Llámalo paella, llámalo pan, fruta, agua o lo que pudiera ofrecerle de su propia nevera. Estaba allanando el terreno y la verdad que yo me imaginé algo muchísimo más lujoso de lo que él tenía en mente seguro.
Jordi era parecido a Melendi, el pelo largo recogido con una coleta, y una barba arreglada. Tenía un ojo un poco estrábico, un cuerpo flacucho y algún que otro tatuaje. Acogía gente como nosotros cuando veía que alguien necesitaba lo que él podía darles. Inspiraba buen royo. Demasiado buen royo para mi gusto.
El otro chico, Justo, más bien era un fumao. Alguien a quien la droga le había dejado pallá. Típica voz de fumeta con acento mexicano, rastas, pantalones caídos y un dejado de la vida, sin más aspiración que vivir como pueda en la naturaleza tocando sus bongos. Era majo. Pero en seguida te dabas cuenta de que no le daba para mucho. Tenía un problema con el sueño, roncaba muchísimo. Nos contó que su chica le dejó por roncar. Nosotros suponíamos que nos lo contó para que nos riéramos pero no. Parecía ofenderse cuando lo hacíamos. Formaban una pareja curiosa. Jordi, sabía llevarle muy bien. Cuando decía alguna tontería que no tenía sentido ninguno (como la de, el agua es mágica, tiene algo, hace que los pelos floten), Jordi directamente le decía algo como, ¿pero qué dices loco? Eso es así siempre. El otro quedaba conforme con la respuesta y asumía que era posible.
La verdad que dormimos bastante bien, y Jordi fue muy hospitalario y atento. Nos ofreció quedarnos otra noche más y lo que necesitáramos. Había otros muchos que el agua de bacalar les había atrapado y se habían quedado con él más noches de las previstas. Nosotros estuvimos a punto pero no. Les invitamos a venir con nosotros a bañarnos porque no planean más de 3 min más adelante (o eso dicen). Fuimos todos en coche a una zona que estaba cerrada y ponía que abrían a las 10 de la mañana. Eran las 9:30. Guiándonos por Justo, decidimos entrar. Yo no estaba muy de acuerdo, pero bueno. Ahí fuimos, saltamos una valla y una cantidad exagerada de mosquitos se abalanzaron sobre nosotros. Yo no había visto mosquitos de ese tamaño nunca. Eran enormes, pero no solo eso, hacías el típico gesto para apartarlos de tu piel y no se iban. Matabas a 3 de un manotazo y se posaban otros 4. Cuando matabas a uno, la cantidad de sangre que dejaban en tu mano era exagerada, parecía que te habías hecho un corte profundo. Ibas andando y podías ver en las piernas de los de delante cómo estaban infestados de chupópteros. Como si de sanguijuelas se trataran. Huyendo de ellos nos metimos en el agua.
Este es, sin duda el sitio más impresionante que hemos visto después de Isla Mujeres. Independientemente del pueblo, lo más impresionante de Bacalar es su laguna. La laguna de los 7 colores, es una extensión de 75km x 1,5km de agua dulce. Recibe 7 tonos de azul, desde el más turquesa, brillante clarito, hasta casi un negro total en las zonas más profundas. El agua cristalina y el entorno rodeado de árboles una pasada. En varios puntos había unas tablas que te alejaban de la orilla para meterte directamente en el color azul intenso. Ahí estuvimos, bañándonos en esos tonos caribeños pero de agua dulce. Una piscina natural en la que podías abrir los ojos bajo el agua sin que te picaran y ver hasta 3 metros con total claridad. La laguna estaba prácticamente sin explotar, de vez en cuando pasaba algún velero, o alguna lancha, pero nada de hoteles, ni aglomeraciones de gente, ni tiendas de souvenirs, nada. Solo tranquilidad y paz.
Ahí, me sorprendió una conversación que tuve con Jordi. Para algunas cosas parecía con la cabeza en su sitio, pero para otras no. Por ejemplo, para ser maestro de Reiki, se tiene que “pasar el don” de uno a otro o pagar no se cuanto dinero. Eso él lo criticaba. Pero me contó, que había estado a dieta, se había estado limpiando su interior y había estado alimentándose a través del sol. Puede tener sentido, hasta que me dijo que había estado 4 meses sin comer nada, y que tenía ciertas rutinas para alimentarse con el sol. Tenía que mirar directamente el sol durante el alba y el ocaso empezando poco a poco hasta llegar a aguantar mirándolo durante 15 min. Dice que él veía las manchitas verdes de la fotosíntesis. Ehmmmmmm ahí queda eso.
Tras dos o tres horitas ahí, volvimos a salir por territorio mosquito, y nos dirigimos al coche. A una entrada pública de la laguna. Ahí nos despedimos de Jordi y Justo, que no quisieron hacerse una foto con nosotros. Le daba mal royo las fotografías. Tampoco queríamos socializar más con ellos. Así que a nuestra bola.
Un paseo de tablas, esta vez más ordenadas y mejor cortadas y pulidas que las anteriores, hasta unos 20 metros hacia la laguna. Durante el recorrido, dos cabañitas como si fueran japonesas, y al final de las tablas una zona habilitada para entrar y salir del agua, con parte de sombra y parte de sol. ESPECTACULAR. Tanto, que estuvimos ahí todo el día. A la hora de comer nos fuimos a ver si el cenote merecía la pena, pero al ver la entrada, decidimos que no. También subimos a la parte de arriba de un hotel, una especie de faro para tener una perspectiva mejor de dónde estábamos. La verdad que el sitio de ensueño. Con la misma dinámica de siempre, agua sol temperatura perfecto. Esta vez sin sal, creo que es la vez que más tiempo he aguantado dentro del agua sin hacer absolutamente nada. Solo flotar y disfrutar de aquello.

De este día poco más puedo contar, porque estuvimos todo el tiempo haciendo nada. Esa era la idea de los 3 últimos días. No hacer absolutamente nada más que bañarnos y disfrutar los últimos coletazos del caribe. No hicimos nada hasta que se fue el sol y decidimos coger el coche y conducir dirección playa del Carmen. A nuestro parking que tenía sabor a familiar. Parecía que volvíamos a casa.

Tulum, Akumal y Bacalar (27/06)

Finalmente nos decantamos por Tulum. Amanecimos y nos fuimos a por algo de comida para los tres días que nos quedaban, la verdad que en Valladolid estaba todo bastante más barato así que aprovechamos. Salimos de Valladolid como a las 11 de la mañana y nos pusimos rumbo a Tulum. Tulum, es una ciudad apartada de las playas. Al llegar a la ciudad después de 2 horas conduciendo, intentamos buscar las ruinas de Tulum, que estaban en la playa. Al intentar entrar, empezó una horda de Mexicanos a gritarnos queriéndonos decir que no podíamos entrar por allí y para ofrecernos de todo. Tras su decepción por no poder sacarnos nada y ver que íbamos solamente a la playa, nos indicaron. La primera vez que nos indican decentemente para llegar a un sitio en México. Siguiendo sus instrucciones nos metimos en una carretera pequeña en la que difícilmente entraban dos coches. Ya íbamos viendo las playas a la derecha y en cuanto vimos un hueco entre la vegetación aparcamos el coche.
Al bajar por un caminito salvaje, llegamos a una espectacular playa de agua más azul y más brillante de lo normal. La verdad que lucía, y nos íbamos a bañar ahí. Cuando conseguimos encontrar algo de sombra bajo una palmera, nos asentamos, estas extendieron sus toallas y yo me fui a dar un paseo para ver qué había por la zona. Cuando me daba calor me bañaba, aunque difícilmente me refrescaba, el agua estaba casi casi a temperatura ambiente. Es la tónica de todas las playas que hemos estado del caribe, agua en la que no te da impresión meterte. En mi paseo, pude ver una zona poco turística en la que sólo había vegetación, y otra zona bastante más explotada, con hoteles, palmeras y tumbonas normales y corrientes. La verdad que el encanto de esta playa es el color azul luminiscente del agua y las palmeras, que “pisaban” muy bien con las tumbonas.
El objetivo de mi caminata era ver las ruinas de Tulum desde la playa. En la parte norte, aparte de encontrármelas vi unas barquitas de pescadores que por el olor, parecía habían tenido un buen día. Las ruinas, decepcionantes (veníamos de ver Chichen Itza), igual pagando hubieran sido un paisaje más espectacular, con la construcción y el agua de fondo. Pero realmente no me arrepiento de no haberlas visto. Estaban en un acantilado de tal manera que era imposible acceder desde la playa, pero sí verlas y fotografiarlas con un buen tele. De vuelta, más fotos de rigor y a correr. Decidimos quedarnos en Tulum y al día siguiente coger carretera hasta Bacalar. Pero cosas del destino, y del interés de Sara por el americano con el que jugamos al volley, hizo que nos fuéramos a verle. Bacalar estaba al sur, a 300km al sur y Nico a 40km al norte. A regañadientes, fuimos a verle. A regañadientes yo, Sara encantadísima.
Cuando llegamos, nos encontrábamos en Akumal, un sitio donde está uno de los arrecifes más impresionantes del caribe y en el que puedes bucear con tortugas marinas y perseguir a los peces multicolor y tocar el arrecife de coral. Por desgracia, había que pagar. Y estábamos hartos de pagar. Luego viéndolo con perspectiva, Sara y yo coincidimos en que hubiera sido mejor ir a Isla Mujeres por nuestra cuenta (en vez de en un todo incluido) y hacer snorkel en Akumal.
Ahí bajamos la pizza y nos comimos nuestros trozos correspondientes Rut y yo. Sara había desaparecido con Nico. Aunque no quería, me tocó socializar y poner buena cara a un Nico y a una amiga suya que no sé ni cómo se llamaba. La verdad que estaba cabreado. Habíamos dejado de estar en las playas de Tulum, por ir a un sitio en el que la arena era tosca, la playa era fea y sin nada especial, por ver a Nico. Por suerte, Rut se quedó dándole coba a esta chica y yo me pude aislar. Me metí en el agua y me aparté del resto. Ahí volví a pensar en cómo organizar algo para que pudiera ver todo aquello la gente que más quiero.
Cuando se fue Nico, quedaba una hora para que se escondiera el sol. A Sara se le llenó la pizza de hormigas y no sé exactamente qué hizo para comérsela. Yo seguía aislado y a mi bola. La chica esta parecía que iba a ser la primera mexicana NO-VENDE MOTOS, pero obviamente, era mexicana. Nos ofreció su apartamento para dormir allí en Playa del Carmen, pero su compi de piso tenía mucha gente. He de decir, que esta vez parecía real lo que nos ofrecían. Como he dicho, una nueva decepción. La solución? Como eran las 7 de la tarde y el sol ya se había escondido, no sabíamos qué hacer hasta la hora de dormir… decidimos coger carretera de nuevo y hacer otras 3 horas y pico para Bacalar.
Fuimos a la aventura totalmente. No sabíamos si el sitio nos iba a gustar, si nos merecería la pena volver a llenar el depósito (600 pesos 30 euros), si íbamos a encontrar sitio donde dejar el coche para dormir, si íbamos a encontrar el camping en el que estuvieron las chicas del hostel anterior… No sabíamos nada. Así que, lo primero que hicimos fue echar gasolina, preguntamos, y como de costumbre indicaciones reguleras. Le pregunté si podíamos dormir allí y me dijo el chico que hablara con el de seguridad. Cuando hablé con él, me dijo que sí, que no había problema, que él tenía que vigilar las 24h y que le diéramos la voluntad. Lo que nos saliera del corazón. Me habló de 5000 pesos pero no tenía sentido. Le insistí para que me dijera una cantidad, pero no. Como resultado, decidimos buscar más y para volver siempre habría tiempo. De camino, escribimos a Eva, la compi de piso de Rut, y que nos ayudara a buscar algo. Encontró un albergue con desayuno por 110 pesos cada uno (5,5€).
Noche cerrada y con carreteras mal asfaltadas nuestra misión era buscar el camping del que no sabíamos nombre, solo el precio, 30 pesos la noche (1,5€) y sino, el que nos dijo Eva. Preguntamos a dos chicas hippiolas y no sabían. Pero ya mostraron más interés en ayudarnos que muchos otros. Una de ellas escribió a su novio que también estaba en albergue. Curiosamente, el mismo que nos dijo Eva. Pero nos recomendaron que preguntáramos a los lugareños que sabrían mejor que ellas. Cuando volví a levantar la vista hacia la carretera, estábamos en una plaza y parecía que había civilización, con luces, algún chiringuito, hostel e incluso farolas. Aparcamos y vimos a un grupo de “lugareños” hippies que vendían pulseras en la plaza. Nos acercamos Sara y yo a preguntar al más rastas de todos y nos dijo que mejor habláramos con Jordi porque también era español.

Después de recomendarnos dos o tres sitios, nos ofreció su casa. Tenía un jardín en el que nos podía dejar una tienda de campaña y dormir allí. Nos pareció perfecto, pero justo aparecieron las chicas de antes, diciéndonos que iban a dejar la habitación del hotel y que ya estaba pagada. Que si queríamos la usáramos. Pasamos del miedo a no saber dónde dormir, a la alegría y la ilusión de tener dos sitios gratuitos bastante buenos. Finalmente, habiendo hablado con Jordi, decidimos quedarnos con él. Además de Jordi, también dormiría allí Justo, el primer hombrito al que preguntamos, estaba allí también viviendo por la cara, aprovechándose de la hospitalidad de Jordi. Cuando llegamos a su casa, nos ofreció quedarnos en el jardín o en el suelo con dos esterillas inflables en una habitación. Decidimos habitación. Compartimos la cena que teníamos y hasta el día siguiente.

domingo, 26 de junio de 2016

chichen itza y el il kill (26/06)

Tras dos o tres horas después de despertarnos y ponernos al día en la oficina de turismo y pillar un pollo para comer… nos encaminamos al complejo de Chichen Itza. Llegamos y nos ahorramos el parking dejando el coche en la puerta. Mientras íbamos de camino, nos asaltaban para vendernos cosas al grito de 10 pesos. Queríamos pagar un guía y estuvimos regateando para sacar uno por 500 pesos. Aún así nos parecía mucho, esperamos a que alguien se nos acercara y compartir guía y precio. No lo conseguimos, pero a los 15 min apareció otro hombre que nos ofreció el tour por 400 pesos. 20 euros, aceptamos.
Nada más entrar vimos la gran pirámide de Kukulcan (las K guturales). La famosísima pirámide maya a la que todos le ponemos cara. Nos explicaron que había 91 escalones en cada cara de la pirámide más uno central. En total 365 días del año, con 9 niveles en cada cara representando los 18 meses del año. Era un calendario muy bien conservado y restaurado.
De ahí nos dirigimos a ver el campo más grande de juego de pelota, 159 x 40 metros. Inmenso, esta vez pudimos pasear entre las dos paredes. Del mismo modo vimos los murales con grabados que explicaban lo que ya sabíamos. El sacrificio al ganador y la ofrenda. Después seguimos viendo más construcciones como un cementerio en el que aparecían las cabezas de los enemigos en picas, a modo de advertencia. También vimos un muro de 2 metros de altura, que dudan si era defensivo o mero decorativo. Seguimos avanzando con el calor, esta vez menos asfixiante y llegamos al cenote sagrado. Un cenote enorme dentro del complejo, muy sucio. Lo vimos desde arriba con un color verde opaco. Nos explicaron que de ahí, habían sacado tesoros además de jade. Jade era la piedra preciosa con la que comercializaban los mayas y los colonizadores. Salimos, y seguimos con nuestro tour visitando el templo de los guerreros. Un templo destinado a la ofrenda, con una base de columnas cuadradas en las que estaban grabadas las imágenes de guerreros y otras columnas circulares. Se llama el cuadrángulo de las mil columnas (aunque hubiera menos de mil.) Un edificio impresionante en el que era fácil imaginar los colores y el techo de la parte inferior. Otro cenote en el interior del complejo, llamado Xtoloc. Este más pequeño que el anterior pero igual de sucio. Nos metimos en una casa Maya y salimos hacia la zona del observatorio. El observatorio tenía una escalera de caracol elevada 2m sobre el suelo. A ella se accedía con una escalera de mano, para que el astrónomo no fuera molestado allí arriba. Curioso que fuera una de las pocas construcciones circulares, suponemos que por la ubicación y facilitar la visión de todo el cielo. Para finalizar el tour vimos un palacio noble sin restaurar y al lado su propia “iglesia”. Un oratorio destinado al dios de la lluvia, Chaac. Extremadamente ornamentado, pero precioso de estilo maya.
El cansancio acumulado, hace que no recuerde muchos detalles de la visita. Pero por ejemplo, la palabra chichen itza, significa boca (chi) del pozo (chen) de los brujos del agua (itza). Por ejemplo la palabra Chi-cle (boca, movimiento). Aprendimos, que el lagarto que camina sobre las aguas, ese que sale en los documentales, se llama Jesus Lizard en inglés.  Tras la visita de dos horas, nos quedamos con la famosísima Kukulcan.
Enorme, imponente y preciosa. El tiempo ayudó con nubes y cielo azul perfecto para hacer fotos. Kukulcan (pluma y serpiente) para los mayas, Quetzalcoalt para los aztecas. Estábamos ante la construcción más famosa de todo el Yucatán. En la cara norte, la principal, descendía por toda la escalinata, la serpiente, con su cabeza abajo. Durante el equinoccio, todo el edificio queda en sombra salvo la serpiente. Descubrimos, que la zona fue encontrada por casualidad. Un americano compró una finca, y dentro de ella estaba todo eso, oculto entre vegetación y piedras. Cuando lo desenterraron, la familia vendió toda la finca a otra familia bastante poderosa de México. Así llegó hasta hace 3 años, que seguía siendo propiedad privada. Pero el gobierno mexicano presionó a la familia hasta que consiguieron hacerse con el terreno. Por lo visto, si la familia hubiera sido menos poderosa, la expropiación del terreno hubiera sido más contundente. La familia, sabiendo lo que tenía entre manos, no se conformaba con los 20 millones de dólares que le ofrecía el gobierno.
Tras varias fotos allí, nos movimos hacia el cenote il kill. Cuando llegamos, empezó a llover, aunque el calor apretaba. Llegamos, pagamos los 70 pesos y lo vimos. A mi personalmente, no me gustó. Era un agujero en la tierra, con agua, pero esta vez no brillaba. No lucía. No sé si por la cantidad de gente que había, o porque el sol no brillaba. A medida que íbamos bajando, había algún mirador. El cenote se encontraba entre lianas y vegetación. En la parte más cercana al agua, había una piedra con una mini escalerita  y un saliente para saltar al agua. Muchísima gente en el agua, hacía que los peces nadaran asustados, había poquitos y no se veía nada. El fondo estaba bastante hondo, 50 metros bajo nuestros pies. Las vistas desde dentro, la verdad que sí eran bonitas, estabas nadando mirando hacia un agujero que se elevaba como 20 metros por encima de ti, desde la que caían lianas y vegetación hasta la altura del agua. Había tres agujeros en la propia tierra de la que caía más agua. A modo de cascadas podías estar metido en el agua con la cabeza por fuera, mojándote y cayéndote el agua de esa cascadita.
Salimos de allí, aunque la gente iba desapareciendo, para mi el lugar seguía sin brillar. Nos volvíamos a dirigir a Chichen Itza, a ver un espectáculo nocturno de luces y sonido. No nos decepcionó. Después de dos horas y pico de espera, entramos y mereció la pena la espera. En el césped donde habíamos pisado por la tarde, habían puesto unas sillas mirando a la pirámide. Un atardecer dentro del parque, precioso. La pirámide oscura empezaban a verse las estrellas. Cuando empezó el espectáculo, empezaron a contarnos toda la historia maya. Impresionante espectáculo de mapeado que disfrutamos a la perfección, además de por el lugar, por la escasez de luz que había.

Saliendo, aún con el fresquito del momento, nos fuimos a Valladolid. Habíamos visto un hostel de 100pesos la noche (5€). No nos costó encontrarlo, y cuando entramos vimos un rollito bastante diferente al que teníamos el día anterior en el hotel. Todo mucho más Hippie, todo mucho más nosotros. Teníamos piscina y en la parte de detrás 3 chicas haciendo pulseras. Después de comprarnos un zumo y algo de chocolate nos sentamos con ellas, mientras hablaban, yo escribía esto. Nos recomendaron Bacalar, así que mañana decidiremos si ir a Tulum o a Bacalar o a donde veamos.

coba y gran cenote (25/06)

A la mañana siguiente decidimos movernos de Playa del Carmen, tras dar dos o tres vueltas con el coche buscando información de cómo salir y a donde ir exactamente… Nos pusimos rumbo a un cenote. El Gran Cenote situado entre Tulum y Cobá. De camino íbamos viendo varias salidas en la misma carretera que te anunciaban cenotes, pero por recomendación y por imágenes decidimos ir a ese el primero. IMPRESIONANTE.
Pagamos 10$/€ para entrar, pero creo que mereció la pena. Nos obligaron a ducharnos antes, sobre todo por el entorno, no porque oliéramos mal (nos duchamos el día anterior). Ahí estaba, desde arriba, una piscina natural en la que dudabas a qué altura estaba el agua por lo transparente de la misma. Cuando daba el sol directamente, aparecía un color azul turquesa impresionante. Desde arriba veíamos a una chica bañarse, y aunque estábamos como a 15 metros de ella, podíamos ver a través del agua el color de uñas de sus pies. Impresionante de verdad. Antes de bajar, vimos los mismos lagartos que estaban en Cancún. Enormes y escupidores por lo visto. Era el aperitivo a la ración de naturaleza que nos íbamos a meter entre pecho y espalda. Bajamos por unas escaleras de madera muy bien preparadas para ver que alquilan equipo de snorkel. Menos mal que lo alquilamos. 80 pesos que son 4€. Ya las tortugas nos saludaban desde el agua por el lado izquierdo. Cuando nos dimos cuenta de dónde estábamos no podíamos dejar de abrir la boca. Un agujero en la tierra rodeado de verde que caía y subía, en frente se veían estalactitas y estalagmitas, estas últimas debajo del agua, y nosotros estábamos justo en medio de todo eso, en esas baldas de madera. Lo primero que vimos fue un murciélago tratando de salvar su vida. Había caído al agua, pero una tortuga dio cuenta de él y se lo zampó.
Había dos personas en el agua, me lancé sin pensarlo a pesar de saber que “estaba fría”. Me he bañado en la esmeralda de la laguna de Gredos. Es más, me he bañado en la nieta. El cenote estaba menos frio que cualquiera de esas. Estaba muy a gusto dentro. Salí para ponerme las gafas y una libélula se me posó en el hombro, automáticamente, mi cabeza voló a otro lugar. Cuando me puse las gafas y el tubo… aluciné. Estábamos rodeados de peces se veía el fondo del cenote como si de un cristal se tratara. La sensación de estar en contacto con la naturaleza no se puede explicar por aquí. Después de la primera vuelta, me quedé ahí mirando hacia abajo y respirando tranquilamente. Peces, plantas, piedras, tortugas, pájaros, árboles y agua. Alquilamos solo un equipo, así que Sara y yo lo íbamos turnando. Creo que, aunque Sara lo disfrutó muchísimo también, no lo hizo tanto como yo. Una media hora después de estar dando vueltas por esa zona, nos fuimos a la gruta, siempre con la cabeza bajo el agua. Allí dentro no había luz, aprovechábamos los buzos que pasaban para ver el fondo. Estalagmitas, estalactitas en una cueva metida hacia dentro. Cada rincón era disfrutable al 100%. Lo más impresionante era, desde esa gruta, salir hacia la luz mirando siempre por debajo. Tú estabas en la zona negra, y los rayos de luz reflejaban en el fondo, creando colores en la gente, o en la vida allí fuera increíbles. Sobre todo azul paraíso. Estuvimos allí 1h:30 hasta que descubrimos que había otra gruta que te llevaba a otro mini cenote. Igual de impresionante bucear por allí. Sacabas la cabeza y tenías el techo esta vez un poco más alto. Buceabas hacia el fondo y tocabas la arena. Al salir, una escalera de piedra y otra de madera que comunicaban con el primer cenote por la parte exterior. Me arriesgué y metí el móvil para hacer algún que otro video. Salió bien la jugada. En total estuvimos en el cenote 2h y media. Y me habría quedado más, de no haber sido porque se empezó a abarrotar de turistas, y la paz y tranquilidad, junto con la pureza de los colores habían desaparecido sin darnos cuenta. Ahora nos encontrábamos en una simple y bonita piscina natural. Decidimos que ya habíamos explotado al máximo ese cenote.
Fuimos de camino a Cobá, a ver la pirámide más alta de todo latinoamerica. Nohoch mul  Aparcamos dentro del parque ($50 2,5€) y sacamos las entradas ($65 algo más de 3€). Ese precio era así, si estabas hasta las 5, si te pasabas, tenías que pagar más del triple. En el parque había más ruinas y dos cenotes más bien con pinta de lagos, pero decidimos tirar directamente hacia la gran pirámide. 2km andando estilo marcha porque habíamos entrado a eso de las 3:30. Ibamos un poco justos. Así que apretando llegamos allí en 20 min. El camino, una selva con caminos bien marcados, pero una selva a fin de cuentas en la que por lo menos teníamos sombra en las horas más peligrosas de calor. Al llegar, la pirámide no es bonita. Está medio destruida y la forma apenas se sostiene en pie. Pero la verdad que impone. Tras dos o tres fotos, subimos. Me lo esperaba peor, pero no costó nada subir. Cogí ritmo y dejé atrás a Sara y Gut. Piedra piedra piedra, peldaño peldaño peldaño hasta que de repente se acaban, estaba tan centrado en seguir subiendo que no me estaba dando cuenta del paisaje de alrededor. Cuando me di la vuelta arriba, salió worth it (mereció la pena). Un manto eterno de árboles que no tenía fin. No podías ver el final del verde. El Yucatán estaba a nuestros pies. Sudando como pollos, disfrutamos las vistas rodeados de más turistas. Como si de un toque de queda se tratara, todos empezaron a desaparecer a eso de las 16:20. Nosotros apuramos un poquito más hasta las 16:30. Pudimos verlo prácticamente vacío. Lo disfrutamos muchísimo, sobre todo por las vistas.
Paso ligero hacia el coche y de camino a Valladolid. Íbamos a hacer noche en un hotel, porque Rut lleva unos días enferma. No se deja cuidar y no se recupera. Su negatividad es comprensible y sus fuerzas no son las de Sara y yo. Así que decidimos alquilar un Hotel en Valladolid y al día siguiente seguir viendo ruinas y cenotes. El hotel se llama Sol colonial, y está en pleno centro de la ciudad. Nos ha salido a 360 pesos, que son unos 14€ en total los tres. Al llegar, lo que queríamos, cama, enchufes, internet y ducha. (hay una tele y un ventilador, pero lo básico es lo básico). Muy cutre, parece un convento. Pero nos da absolutamente igual. Rut lo agradeció bastante, y yo, después de la nochecita que pasé entre relámpagos y medio mojándome, la verdad que también.
Dejamos a Rut en la cama y a eso de las 7 salimos a dar una vuelta Sara y yo. Personalmente me ha sorprendido la ciudad. Muchísimo color, muchísima vida y muy parecida a Xico. Parece más cuidada que Cholula y Xico, con un parque en todo el centro de la ciudad, nos dirigimos a ver un poco qué hay además de un puesto de información. El puesto cerrado, lo que hay… es una ciudad alegre y viva. Edificios coloridos estilo mexicano y una iglesia impresionante con dos torreones rodeada de palmeras. Habíamos oído lo del “estilo hispánico” y yo no sabía muy bien a qué se referían. Pues bien, en la plaza lo pudimos ver. Los soportales que la rodeaban, eran como los típicos de una plaza de toros, columna y bóveda con una parte superior completamente recta. Como si fuera un acueducto enyesado. Además había alguna cenefa de color rojo burdeox. Sara y yo cenamos en un chino por 5 euros y pillamos unas gafas de bucear, para al día siguiente seguir viendo cenotes y las profundidades caribeñas.
No estoy nombrando nada de los mosquitos. Si algo me gustó de USA fue que no había ningún bicho, en el desierto tuvimos los cristales del coche limpísimos (y tanto, nos faltaba uno), pero en México, en el Yucatán y en Quintana Roo, nos están acribillando. Así que nos hemos comprado una crema y un repelente. Por mi, innecesario, pero es cierto, que nos ha venido muy bien para dormir mejor.

En el hotel encontramos a Rut despierta y con apetito, buena señal, sobre todo para la moral del grupo.

2ª arte (23 y 24/06)

Después de estar Sara y yo en el Starbucks, fuimos a ver una playa que decían era la mejor de Playa del Carmen. En la 5ª Av, nos enamoraban los puestecitos que pasamos por alto en España. Aquí es todo muchísimo más original. En la calle indicada torcimos y sí, tenía mejor pinta. En el paraíso uno también se puede poner exquisito. En esta calle, la vegetación cubría el cielo, las palmeras y el resto de árboles cubrían el paseo saliendo de los laterales de los hoteles. También es cierto que estábamos en la hora azul, anocheciendo con las farolas iluminadas. Al salir a la playa, estábamos rodeados de palmeras, decidimos que sí, al día siguiente iríamos para allá.
Cuando recuperamos a Gut del coche, fuimos a pasear un poquito para conocer la otra parte de la 5ª. Es como un paseo marítimo más metido en tierra con muchas tiendas, bares, chiringuitos o restaurantes. Todo con un estilo chill out que te obliga a sentarte prácticamente en todos los sitios. En la quinta además, están los vendedores, está rodeada de relaciones públicas que te asaltan literalmente para que les compres algo.
Dormimos bastante bien ya acostumbrándonos al coche.
A la mañana siguiente amanecimos con la idea de ir a comer tacos recomendado por Eva. Además habíamos visto que justo a la hora de comer iba a llover. Mentira, un calor asfixiante que nos hizo estar toda la mañana al sol. Yo acabé quemado de nuevo. La playa tenía mejor color de lo que parecía la noche anterior, no era como Isla mujeres, pero estaba bien. Igualmente aguas cristalinas y poquitas olas. (se puede ser exigente en el paraíso). Fuimos a comer y nos supo a gloria. Además de los tacos, bueno, en realidad eran “Alambres” (para el caso, lo mismo que los tacos. En vez de venir la carne el pimiento y la cebolla en la tortita de maiiz, te venía a parte para que te lo montaras tú), y queso fundido con champiñones. Eso sí que está bueno. De hecho, es lo que espero llevarme de México. Esa receta. Aunque se haga con un queso especial.
Por la tarde, fuimos al extremo sur de la quinta av. El día anterior vimos unas duchas publicas. Además la playa era inclusiva. Malo sería que no pudiéramos ducharnos allí. Pues no pudimos. Era inclusiva porque era para discapacitados/minusválidos (siempre tengo conflicto con estas dos palabras), pero las duchas eran exclusivas para ellos. O sea, nos excluían a nosotros. Viendo que no nos íbamos a duchar, aparecieron unos guerreros mayas, vestidos con trajes típicos, y se pusieron en formación debajo del portal maya. Dos estatuas de unos 10 metros de alto con forma de humanos enfrentados formando un arco o un portal por el que podías pasar. En sus bases, figuras y animales típicos mayas. Los guerreros empezaron a formar y sacaron dos tambores. Empezaron a tocar y nos regalaron un baile típico. Parecía que iba a ser peor, pero a medida que avanzaban iban mejorando, incorporándose nuevos guerreros con máscaras cada vez más impresionantes. Plumas, calaveras, escudos, armaduras de madera y pinturas de guerra formaban su atuendo.
Tras toda la tarde en la playa, decidimos buscar unas duchas sí o sí. Y las encontramos. Eran para alquilar. 15 pesos cada uno, o sea, 75 centimos. Eso sí. Las duchas eran como un chorro en la pared, que tapaban las vergüenzas con una chapa metálica que difícilmente se sostenia. Era como la parte de detrás de cualquier taller mecánico. Nos sirvió de perlas.

De ahí, decidimos ir a robar kétchup al macdonalds y hacernos con un puesto de información (cosa imposible). Ya en el coche de nuevo para dormir nos llovió. Una tormenta de aúpa que nos hizo más difícil la noche. Entre los truenos y el estruendo de la lluvia en el coche, con el bochorno que suponía tener las ventanas casi cerradas hizo que yo no pegara ojo. Sara durmió como un bebé.

jueves, 23 de junio de 2016

Playa del Carmen 1ª parte (23/6)

Hemos amanecido. Hemos dormido fresquitos sin ningún inconveniente. Dormimos con las ventanas bajadas y las cortinillas puestas, nadie nos molesta y en Playa del Carmen sí que entra airecito. En Cancún, la primera noche horrible, las otras, aunque bajáramos los cristales el clima tropical podía con nuestro sueño. Pero en Playa del Carmen bastante bien, sudamos, pero no es igual.
Al amanecer queríamos saber dónde estábamos, fuimos a la playa, y después de desayunar, Sara y Gut fueron al baño, yo me quedé en la playa. Nada que ver con isla Mujeres. Una playa de aguas cristalinas, blablá, pero sin más. Con mucha gente y muy explotada. Estaba el día nublado, y a lo lejos, por Cozumel veíamos una nube muy muy negra que venía hacia nosotros. Decido que la mejor opción es volver con ellas. Me encuentro a Sara de camino y ya estaba lloviendo. Nos refugiamos en un restaurante de estos típicos de la playa. Ahí esperamos a que pasara la tormenta cuando se nos acerca un chico, Nico, a decirnos con mal acento que si queríamos jugar al volley o que qué íbamos a hacer. Le explicamos que estamos esperando a Gut y después veíamos. Cuando apareció gut, nos pareció buen plan. Aunque no habíamos jugado nunca, ahí nos pusimos. Bien, empezó a llegar gente, americanos y acabamos en un 5 vs 5 jugando como 3 o 4 horas. Hasta que volvió a llover e hizo imposible la misión.

Mojados, nos despedimos y fuimos a comprar para después comer al lado de un Starbucks en la 5th av. Y aquí estoy escribiendo. Me acaba de hablar Ana, así que coincidir con ella espero que mejore el día lluvioso y gris de hoy. 

Holbox (21/06)

Una noche más, un día menos. Salimos temprano hacia Holbox. Cogimos carretera y tiramos con el GPS intentando evitar la carretera de peaje. Supuestamente eran 4h y 30 más o menos hasta la punta norte de Quintana Roo pero nos lo hicimos en bastante menos. Estaba conduciendo por donde había visto en el avión. Una carretera larguísima y muy recta en la que la vegetación quería entrar. La línea lateral estaba comida por la vegetación así que tenías que conducir prácticamente por el centro de la carretera. Ahí el gps nos falló, nos metimos por la de peaje, pero porque nos dimos cuenta tarde de que teníamos puesta la opción de ir por carreteras de tierra. Qué pasó? Que muchas de esas carreteras de tierra habían literalmente desaparecido por la vegetación. Veíamos resquicios, pero imposible conducir por ahí. Pagado el peaje, el paisaje no cambió mucho, pero sí la carretera. Bacheada y sin asfaltar en algún tramo, íbamos pasando pueblos con muchísimo encanto, pero con la pinta de no querer visitantes. Las gentes se te quedaban mirando con unas miradas dignas de fotografiar. El color de su piel contrastaba muchísimo con el blanco de sus ojos llegándose a ver sus pupilas enteras en muchos de ellos.
Llegamos al último punto más cercano antes de Holbox, Chiquilá. Ahí investigamos como hacer, para intentar pasar el coche a la isla. Imposible, sólo hay cargueros comerciales. Opción? Si queremos ver la isla de Holbox, y sobre todo el placton iluminado por la noche, teníamos que pagar $240 cada uno + $100 de parking, un total de 13 euros más o menos. Decidimos que merece la pena intentarlo. Tras dejar el coche en ese parking, que no me dio seguridad ninguna (dudamos si dejar las carteras o llevárnoslas por la pinta que tenían los adolescentes que se lucraban con eso), pillamos el catamarán rumbo a isla Holbox. El puerto, medianamente bien, con una casa con tejado de paja enorme a la izda y carritos de golf convertidos en taxis para llevarnos a cualquier lado de la isla. No hacía falta, porque de norte a sur la isla tenía 2km. De este a oeste 40km, pero edificado serían otros 2km como muchísimo. Y digo edificado por decir algo. Las carreteras eran de tierra, y las casas bajitas pero con muchísimo encanto, balconcitos y colorines por todos los lados. Fuimos al ayuntamiento para preguntar dónde quedarnos, y nos dijeron que en la playa sin problema. Mientras nosotros nos imaginábamos una playa enorme estilo isla mujeres, nos encontramos con una playa más bien salvaje. Igual nos decepcionó un poco por todo, pero sobre todo porque el sol no brillaba. Cada pregunta que íbamos haciendo nos decía que no teníamos que pasar allí la noche. Ok, en la playa sin problema, pero el placton no se iba a ver porque había luna. Decidimos quedarnos a pesar de todo e intentarlo, cuando de repente vemos un rayo al fondo y un cielo más bastante oscuro que anunciaba agua inminente. No podíamos dejar que se nos mojaran los sacos así que decidimos buscar algún sitio techado. Por otro lado, si había nubes igual sí veíamos lo del placton. Allí que fuimos, donde se veía. De camino nos íbamos encontrando chiringuitos de playa con columpios en la barra, hamacas y  tumbonas. Al llegar a la zona, preguntamos a unos que estaban allí, les contamos nuestras intenciones y nos dijeron que no se iba a ver, y que tuviéramos cuidado con los mosquitos. Solución? Volver. Nos vamos a playa del Carmen y a correr. No sin antes disfrutar de uno de esos chiringuitos. La isla entera es muy Hippie, la definiría como hippie de hecho. Todo el mundo muy amable y despreocupado. Estas se tomaron dos smoodys de mango y plátano y un zumo de naranja.
La vuelta en el barco, yo quería arriba, porque nos habíamos mojado a la ida y fue muy divertido. Bailando yo solo en la parte alta del barco. Carretera de nuevo decidimos no pagar peaje y ver paisaje. A medida que avanzábamos empezó a llover. Con poca visibilidad me puse a la cola de uno y le seguí hasta donde pude. Esta vez la carretera era más estrecha y peor. Sin problema llegamos a eso de las 9 a playa del Carmen.

Una ciudad fiestera, con muchísimo turista de todas partes y preparada a estilo Benidorm. Hoteles a pie de playa y más bonita por la noche que por el día. Primer objetivo comer. Pizza, en la playa. Segundo, averiguar donde dormir. Les preguntamos a unos taxistas y nos lo dejaron claro. El sitio volvía a ser perfecto, a pie de playa con una farola que iluminaba más bien poco, entre dos hoteles con cámaras y aparcamientos públicos en batería.  Una vez localizado el sitio y “hechas las camas” nos fuimos a dar un paseo, en cuanto vimos un Starbucks nos paramos en sus sofás para pillar internet.

cancún (2ª parte) 20/06

Mientras escribía la entrada anterior, nos vino un hombre ofreciéndonos unas pulseras. Para despegárnoslo le dijimos lo que a todos, que estábamos durmiendo en un coche. Pero menciono a este chico, porque pasado un buen rato volvió. Como le dije que dormíamos en un coche, me ofreció trabajar con él vendiendo las pulseras. Ahí le tuve que explicar la situación completa. Pero muy agradable, la forma más sencilla que he tenido de conseguir un trabajo.
Después de comprarme mi nuevo par de gafas que perderé en breves, fuimos al cine. Un cine aparentemente normal. Nos dieron las gafas, la pantalla exactamente igual que siempre y los asientos con reposapiés. Cuando empezó la película, la imagen era en 3D, pero la verdad que se disfruta mucho más todo. En momentos concretos nos echaban aire, o agua, movían los asientos, o daban flashazos por ejemplo con las tormentas. Así durante toda la película, hizo que nos gustara más yo creo que por eso.
A la mañana siguiente, teníamos que estar en el embarcadero a las 9:30. Un barco de vela nos iba a dar un paseo hasta isla mujeres. Llegamos puntuales. Subimos en la proa del barco, con indicaciones en inglés y en español íbamos entendiendo todo. Se trataba de un día de relax en el que disfrutaríamos de Cancún sin preocuparnos absolutamente de nada. Tras un ratito de navegación entre risas y explicaciones… nos paró en mitad del mar, en unas aguas azul turquesa limpísimas para hacer la primera actividad. Yo pensaba que era un parapente atado a la popa del barco y por tandas iríamos subiendo. Pero no, fue simplemente una tela que dependía del viento para elevar como mucho, 3 metros a la persona por encima del nivel del mar. Viendo lo que era, y que nos iba a quitar tiempo para el resto de actividades, decidimos no hacerlo. Continuamos nuestro viaje para hacer el Snorkel. En el arrecife cercano a isla mujeres se encuentra la mayor variedad de peces de la zona, además de un museo marítimo que sólo se puede disfrutar buceando o haciendo snorkel. A eso sí que le tenía ganas. Nada más tirarnos del barco, metías la cabeza y ya veías bancos y bancos de peces. A medida que íbamos avanzando con las aletas y mirando hacia abajo, veíamos el arrecife, con todo lo que nos habían prometido. La verdad que no nos decepcionó, fue increíble encontrarnos ahí relajados mientras seguíamos al resto del grupo “Paradise”. Antes de llegar al museo, vimos un coche escarabajo antiguo ahí sumergido. No entendíamos qué hacía ahí, alguna que otra broma y ahora sí el museo. Estatuas sumergidas en las que las algas y el óxido habían dado buena cuenta de ellas, pero la imagen espectacular. La verdad que no pude disfrutarlo mucho porque en ese momento, perdimos a nuestro grupo, y más concretamente al chico que nos iba a dejar la go pro para hacernos alguna foto. Ya embarcando de nuevo, fue cuando la utilizamos.
En ese momento nos abrieron la barra libre, podíamos beber lo que quisiéramos. Después de varios días bebiendo agua calentorra, la aprovechamos bastante bien. Llegando a isla mujeres, un tiempo espectacular, con puestecitos para turistas que buscaban relacionar algo español para llamar nuestra atención (por ejemplo, un vendedor se llamaba Fernando Alonso) con cosas bastante diferentes y muy apetecibles todas ellas. Máscaras, vestidos o souvenirs en general. Caminamos hacia donde sabíamos que estaba la mejor playa y sí. La mejor playa en la que he estado nunca. Agua cristalina caribeña al lado de las palmeras. Lo típico que se ve en la televisión lo estábamos disfrutando. A mi me vino a la mente el anuncio de Curro, que seguramente andaría por ahí (si es que ese hombrito sigue vivo). El agua con la temperatura perfecta, para refrescarte pero sin pasar frio, ni una sola ola, un mar muy tranquilo, con unas vistas espectacularmente paradisíacas. Mereció la pena meter el móvil en el agua, porque las vistas desde ahí eran realmente bonitas. No cubría prácticamente nada, llegaba por debajo de los tobillos como hasta los 100 metros hacia adentro. Hacía allí, el caribe que cambiaba a azul oscuro un poquito más adelante y justo al otro lado, la playa con arena blanca y palmeras. Nada explotado, y con la cantidad de gente que hace que no estés incómodo. Perfecto. Estuvimos disfrutando de la zona hasta que vimos algo raro en el agua. Nos encontramos un pez de medio metro por medio metro, con un mordisco. Estaba perfectamente limpio y tenía un bocado en la panza. Lo saqué del agua bromeando con algunos de los que me iban mirando.
Ahí me fui nadando para conocer más la isla y la verdad que muy bonito todo, iba cambiando un poco el paisaje, con el mismo agua pero cambiando las palmeras por rocas. A la vuelta, me di cuenta de la hora y movilicé a estas, a regañadientes echamos a andar lo más rápido que podíamos porque el barco nos dejaba ahí. Quemándome los pies iba delante hasta que llegamos. Llegamos 5 minutos tarde, y el barco estaba zarpando, esperé a Sara, los dos tuvimos que dar un saltito, pero Rut que iba más atrás, tuvo que saltar bien para llegar. Se iban sin nosotros.
De ahí fuimos a comer a un buffet libre, en el que repusimos fuerzas con arroz spaguetti, pescado y pollo. Una comida que… sin más, pero que nos supo a gloria. En la playa con vistas al caribe y dos hamacas que después probaríamos. Estuvimos ahí relajados y haciendo nada, simplemente disfrutando.
Vuelta al barco y para Cancún otra vez. Estuvimos ahí 5 horas y la verdad que hubiéramos estado más. Isla mujeres es la más bonita de todas las playas que hemos podido disfrutar por esta zona. Con energías renovadas, fuimos a dar una vuelta por allí. Conocimos un centro comercial y un supermercado con unos souvenirs que caerán si volvemos a Cancún. Baratos y bonitos, buenos… no sabemos. Antes de continuar caminando, vimos una ducha de un Hotel muy cuca y muy recogidita. Era nuestro momento. Después de 5 días sin ducharnos, sacamos el champú, y que nos dijeran algo. No lo hicieron así que perfecto. Fuimos caminando conociendo más tiendas de souvenirs, un poquito más la zona de fiesta de Cancún y cuando vimos oportuno nos metimos en la playa. Volvimos al coche y a dormir para el día siguiente.

Cancún realmente es una ciudad bastante normal, tiene la zona centro, con sus edificios como la mayoría de ciudades de la zona y la zona hotelera. Que son 20km de paseo separado de la ciudad. Es como una mini isla en la que puedes acceder desde el extremo norte de la ciudad o desde el sur. Es curioso, porque entre la zona hotelera y Cancún, hay un “lago” plagado de cocodrilos. La zona hotelera, la atraviesan 2 carriles de ida y 2 de vuelta, con Hoteles para aburrir en la zona de la playa, y supermercados o tiendas en el lado de los cocodrilos. La playa, ya sabéis, cristalina azul, con olas blablá, pero con unos lagartos de 1 metro de largo más o menos que nos daban los buenos días en el aparcamiento donde dormíamos.

lunes, 20 de junio de 2016

Cancún primer día (1ª parte) 20/06

El día amaneció un poco nubloso con el mismo calor. Ahí ni tormentas ni nada. Era un lugar perfecto. Recogimos el campamento y bajamos a desayunar a la playa a eso de las 9 de la mañana. Ahora veíamos lo que había. Estábamos en una playa rodeados de lagartos más grandes que iguanas, pájaros extraños, cocodrilos y delfines. Nada más acercarnos a la orilla vimos a lo lejos un delfín y pensamos en bañarnos tocándolos. Las aguas azul turquesa del caribe con unas olas que te retaban a meterte. Nos acercamos donde había gente metida, porque seguíamos con muchísimo calor, pegajosos entre la humedad y el sudor. La verdad que asqueroso, y lo que más queríamos era meternos a pesar de haber bandera roja lo hicimos.
La arena era húmeda, era fina pero húmeda, se te pegaba al primer contacto. Nos metimos en el agua. Perfecta de temperatura, lo suficientemente fría como para querer entrar a refrescarte y lo suficientemente caliente como para no querer salir. Además las olas hacían que fuera divertido. A primera hora la resaca era bastante considerable, así que nos metimos lo justo. A medida que iba subiendo el sol, que salía por el horizonte del mar ubicado al este, el mar se iba tranquilizando, permitiéndonos disfrutar de él. Nos metimos un poco más, y las olas parecían a las del acuópolis. Esas que piensas que no existen. Que son tan altas que te pasan dos metros por encima. Genial. Acabamos los tres quemados, pero mereció la pena.
Ya más limpios con el agua de la ducha, decidimos ir a un punto de información (que al día anterior estaba cerrado por ser domingo y dia del padre), a comer, y al cine. Hemos decidido tomarnos este último tramo del viaje como unas vacaciones reales. Disfrutando y sin correr. Playa sol y descansar, a pesar de dormir en un coche.
Cuando fuimos a arrancar, los elevalunas subían demasiado despacio. Metí la llave, di contacto y clac. Nos habíamos quedado sin batería. Fácil solución, preguntando a la gente en un parking ahora abarrotado a pie de la más famosa playa de Cancún, la isla de los delfines. Además tuvimos la suerte de que el chico que tenía las pinzas, era mecánico. Lo dejamos todo en sus manos.
Aparcamos en un punto de información y hablando con el chico le sacamos toda la información. Un chico super majo que nos explicó sin poner un mal gesto durante casi una hora y media todo lo que necesitábamos saber. Por ejemplo, que está permitido acampar en la playa, por ser pública. O un paseo por Cancún que dura todo el día que narraré en la siguiente entrada. Nos pusimos al día en cuanto a cenotes, pirámides y todo absolutamente todo.

De ahí fuimos al centro comercial a por internet, y a ver la película en 4D de Alicia. 4D os recuerdo que es, cine en 3D con efectos especiales de viento, o de olores o de mover la silla.

viajando entre dallas y cancún 19/06

En cuanto llegamos a Dallas, a eso de las 3 de la madrugada, buscamos un sitio para dormir. A sara y a mi nos pareció buen sitio debajo de los asientos de la puerta 3 de la terminal. Allí sí que dormimos, que no descansamos, mientras la gente nos miraba en nuestros sacos como si fuera algo normal. A las 8 nos despertamos (con el cambio horario perdimos dos horas ahí. Dormimos 3) porque venía a buscarnos un amigo de Gut para desayunar. El último desayuno americano fue igual que el primero. Huevos revueltos con Bacon, nos dimos el capricho. Sí. Capricho.
Ahí sin más. Pasaron las horas para volver a volar esta vez sí directos a Cancún. Al entrar en tierra mexicana, vimos el Yucatán desde el cielo. Arboles, arboles y más árboles, todos los que os podáis imaginar estaban ahí. Cada uno de su altura, color tamaño. Imprsionante. Aquí sin duda la naturaleza ha ganado al hombre (Por ahora). Ningún pueblo, ninguna carretera, nada. Solo árboles y algún que otro cenote o charco que igual tenía sus 5km cuadrados. Nada más llegar, y comprobar lo absurdo que son las aduanas (nos pidieron una dirección y la pusimos con la provincia errónea) alquilamos el coche. Un jeep que nos serviría para dormir en él. Así lo habíamos decidido y así lo hicimos. Llegamos y nos tocó pagar un seguro que no aparecía por ningún lado. La mala suerte se estaba haciendo con el viaje. Hicimos videos y comprobamos con el chico cada uno de los mini arañazos que tenía.
Una vez en él, me sorprendió su potencia y su tamaño. Llegamos a Cancún y lo básico era saber dónde dormir y dónde comer. Fuimos al ya conocido Wallmart, un supermercado con todo tipo de productos. Alli, compramos a parte de comida, un par de quitasoles para tener más intimidad y algún que otro cachivache para cargar el móvil desde dentro y tal. A cada persona que pasaba le iba preguntando por una zona para dormir. Nadie coincidía, todo el mundo nos recomendó no dormir en la calle en México. Maleantes, los propios policías corruptos o las tormentas podían estropearnos algo más que el bolsillo y el viaje. De todas las opciones que nos dieron, la que vimos como mejor, fue la de un mirador en la playa donde hay cámaras de seguridad. La única pega que había era riesgo de huracanes. Pero viendo lo visto… no parecía que fuera a pasar nada. Allí fuimos. Viendo señales de cuidado con los cocodrilos o los tiburones… encontramos el lugar y nos pareció perfecto.
Cenando en la playa a las 10 de la noche pudimos descansar algo, que no dormir mientras bromeábamos y venían las sonrisas y el bien estar de nuevo. Subimos para dormir al mirador y decidimos que la mejor opción es darle la vuelta al coche, con el culo en el mirador y el morro mirando a la carretera. Una vez dentro, empezamos a ver el gran inconveniente en el que no habíamos pensado. El calor. Estamos en el caribe, con un clima tropical húmedo no, lo siguiente, y una temperatura de 30 y pico grados. Si abríamos las ventanas, llamábamos la atención, si las cerrábamos nos deshidratábamos. Punto medio. Abrimos un poco, pero el calor seguía siendo asfixiante. Aún con dudas de si lo que estábamos haciendo era legal o no… se acerca un coche de policía. Se para. Nos mira. Se acerca. Empieza a dar vueltas alrededor del coche hasta pegar su cara al cristal para ver qué había dentro. No nos veía ni asomándose. Tuve que incorporarme y abrir las puertas mientras que le preguntaba si había algún problema. Con un gesto de su mano nos tranquilizó. Un gesto de… bah. No pasa nada.

Dormimos con un calor de aupa, sudando muchísimo los 3 tirados en el maletero, cabíamos bien pero el sudor nos podía. Durante la noche, nos despertó un coche que se puso a nuestro lado con música discotequera. Rut, cansada de tanto calor se fue al asiento del copiloto. Sara y yo dormimos bastante bien para lo que era.

gran cañon y Sedona 18/06

De madrugada nos despertamos para ver amanecer desde el gran cañón. A eso de las 3:45 pusimos las alarmas y después de recoger helados de frío, y de parar en el Mcdonalds para que estos desayunaran algo, fuimos hacia el parque del gran cañón. Yo había mirado todo lo que había que ver, dónde dejar el coche y en definitiva había planeado para que todo fuera perfecto.  Pero confiamos en la posibilidad de que Shaun y Ash conocieran la zona. La noche anterior nos había dado una pista, pero el día del gran cañón nos confirmó que no tenían ni puñetera idea de lo que hacían. Me frustraba cada vez que veía un cartel de Parking y Shaun se lo saltaba, la verdad que estaba bastante quemado. Tras otras dos vueltas absurdas en las que casi atropella a un ciervo que se cruzó de improviso en la carretera, dejó el coche en uno de los parkings que yo conocía. Con el susto en el cuerpo por el volantazo (yo y mi sangre coagulada ni me inmuté por el ciervo), salimos todos del coche cuando empezábamos a ver cómo aclaraba el cielo.
Llegamos a las 4:30 a un mirador de dentro. Una pasada. La vista ya la sabéis. El desnivel impresionante, la atmósfera ayudaba a saber qué parte estaba delante y cual detrás. Digo ayudaba porque la inmensidad del abismo no permitía saberlo exactamente. Un fenómeno de la naturaleza disfrutable no solo por los ojos, la emoción de estar ahí entraba por los poros a pesar de haber descansado prácticamente nada. Con los pantalones largos, la sudadera, y algunos con mantas, estábamos rodeados de chinos que estaban preparados para captar el primer rayo de sol. Esperando, llegó el momento. A las 5:11 salió el primer rayo por el lado este del cañón. Nosotros habíamos entrado por el sur así que a nuestra derecha, allí a lo lejos entre las partículas de la atmósfera. Cuando terminó de salir, nos dimos cuenta de que el paisaje iba cambiando. A medida que ascendía la luz, iban apareciendo nuevas montañas, nuevos recovecos, el rio, y todas las grietas que tenían los acantilados. Podrías estar haciendo fotos todo el día en el Gran Cañón que cada una de ellas sería diferente y todas igualmente espectaculares. Obviamente no porque la fotografía sea buena, sino por lo espectacular de la zona.
Después de 2 horas embobados mirando, nos movimos. Fuimos a uno de los acantilados donde el paisaje era prácticamente el mismo. Y de ahí al punto de información para preguntar cómo movernos por el cañón. Como Shaun no planteó bien la pregunta, le dijeron que en bus, pero en bus gratuito, no podía subir el perro. En mi obsesión por organizar todo, había visto antes que el paisaje cambiaba muchísimo hacia el este. Hasta un punto que estaba a 22km el punto navajo. Cuando se lo planteé a estos, recibía la misma respuesta que el día anterior, nula o pegas absurdas. Pegas absurdas como… 1milla / 1,6km, decían que el símbolo /, era en realidad un 1. Para hacernos ver que eran 16 km. Siendo más flexible les propuse quedarnos más cerca a lo que en seguida respondieron con un Sí contundente. Estaba claro, nos iban a arruinar nuestra visita al gran cañón. Caminando recorrimos la distancia mientras el sol seguía subiendo. Empezamos a vislumbrar los tonos rojizos y acantilados aún más bestias.
Cuando llegamos al punto, Sara y yo ya estábamos tirándonos de los pelos por no poder disfrutar la experiencia por completo. Además, el resto no ayudaba, se pusieron a grabar videos promocionales para que les patrocinaran en su viaje misionero a México. Ahí aparecieron dos españoles viniendo desde el este y aproveché para preguntarles. Iban despilfarrando. Nos recomendaron un sitio que vio sara en internet. El cañón del antílope, el típico fondo de Windows, nos dijeron que había que pagar 96$ y que entrabas desde abajo mirando la grieta. Estaba a 200km así que lo descartamos. Nos dijeron también que lo que yo había visto en internet tampoco merecía tanto la pena. Así que empezó a mejorar el día en ese momento, cuando la frustración empezó a desaparecer. Decidimos ir al visitor center de nuevo para preguntar por nuevas cosas que ver. Queríamos bajar al colorado, a la grieta pero había que reservar y era imposible. Lo mismo pasaba con las reservas de indios. Nos aconsejó la ruta que yo decía. La 65E. Esa nos llevaba por todos los puntos, nos acercaba a Phoenix y a nuestro destino en definitiva.
Decidimos hacer eso pero antes un descansito para comer a eso de las 11 de la mañana. Comer, porque las 11, con el cansancio que llevábamos parecía las 9 de la noche.  Decidieron no parar en todos los puntos, sólo en uno. Cosa en la que cedí. Dijimos parar en el más lejano, entre el punto navajo y Desert View. Cogimos el coche y carretera de nuevo. Me pusieron el GPS y me dijeron sigue las instrucciones. Todo el mundo iba durmiendo mientras yo, iba conduciendo y disfrutando del paisaje. La verdad que parecía todo muy similar, así que llegado al Desert View, cuando vi el cartel en la carretera, y viendo que Shaun me preparó el GPS para no parar… decidí hacer caso al GPS. Estaban todos dormidos y cuando se despertaron y vieron que el gran cañón estaba lejos, se pusieron un poco tristes. Igual que yo, que me hubiera gustado despedirme de otro modo.
Ya bajando y todos despiertos vi un punto chulísimo, en el que pregunté si querían parar y no me hizo falta ni un “lo que queráis”, para desviarme de la carretera y meterme a saco para hacer un par de fotos a ese sitio. Esta vez la grieta era igualmente grande, pero debía ser el inicio, era literalmente un acantilado en mitad del desierto con otro bloque casi igual en frente. Como si la tierra hubiera decidido abrirse por ahí en un momento dado.
Ya lejos de esa zona, como a 200 km, estábamos llegando a nuestro destino. Al pasar Flagstaff (una ciudad sin nada) empezamos a ver dónde nos estábamos metiendo. Media hora de bajada en la que veíamos árboles altísimos. Me sorprendió al empezar la bajada, en frente tenía un mural de árboles. A medida que la cuesta abajo empezaba… los árboles no parecían tener fin. Ese paisaje nos acompañó la próxima media hora. Impresionante. No tanto como el lugar al que íbamos. Aparcamos.
A pie, llegamos a una zona en la que había un parque, parque cuidado modo Aldehuela, con una cabaña para cambiarte, sus aseos y demás. Pero el paisaje desde ahí, fue lo mejor del día, y recuerdo que veníamos de visitar el gran cañón. Desde abajo, veíamos a nuestra izquierda una montaña rojiza en la que los árboles intentaban sobrevivir. Los que lo conseguían eran un verde intenso. Roca roja y verde oscuro intenso. Los árboles estaban más lejos de lo que parecía, pero al ser tan enormes, el paisaje jugaba contigo. En ese valle, nos íbamos a bañar, no sabíamos muy bien donde. Cuando llegamos después de recorrer ese parquecito como de entrada con esas vistas, vimos unas escaleras a nuestra derecha que bajaban como si se tratara de La Nieta. A esa zona tampoco podían entrar los perros, así que Shaun y Ash se quedaron. Nosotros 3 bajamos. Cuando pensábamos que el paisaje no podía mejorar, lo hizo. Un enclave natural precioso, rojo verde y azul. Charcas que se metían entre la erosión de las rocas rojas. Esas charcas comenzaban en unas cascaditas, y entre medias, para pasar de charca a charca había rápidos estrechos. Había muchísima gente que saltaba al agua y se divertía. En esa zona me harté a hacer fotos. Me encantó. Sara y yo nos metimos al agua sin dudarlo, Rut se quedó fuera. Tras inspeccionar la zona, subimos los tres a la zona con cascadas. Lo dicho, una zona que me gustó más que el gran cañón y de la que tengo muchísimas ganas de enseñar fotografías. Visita obligatoria para ir a ver, el parque de Sedona.
Volviendo a casa, las montañas rojizas seguían con nosotros. Tras pensar un rato en cómo describir aquello, pude ver una forma familiar. Un color y una imagen con la que todos podáis sentir lo que estábamos viendo. Cuando era pequeño, hacía barquitos con la madera de los pinos, ese corte que se formaba, perfectamente limpio en algunas zonas, e irregular en otras era exactamente lo que veíamos convertido en montaña. Las vetas de la madera, en este caso eran las capas de la tierra, y el color rojizo del corcho era la pura roca puesta ahí de manera abusiva.

Llegamos a casa destrozados y marchamos al aeropuerto a eso de las 10 de la noche. Nos despedimos de Shaun y Ash entre risas y gritos. Al llegar, nos esperaba una sorpresa desagradable. Al hacer el check in, nos dicen que no podemos meter las maletas. La de sara no entraba en tamaño. Al ser una compañía low cost, tuvimos que facturar una y llevar 3 como equipaje de mano. 52$ la bobada. A la 1 despegó el avión, o eso dicen, porque las cabezadas que iba dando no eran normales. Ese viaje se me hizo largo. A pesar de dar cabezadas, no era capaz de dormir. No sé si por estar sentado, por el frío que hacía dentro del avión o por saber que duraría solo 2 horas. El vuelo haría una escala de 7 horas en Dallas. El lejano oeste, que parecía cercano hacía unos minutos, volvía a hacer honor a su adjetivo.

camino al gran cañon 17/06

Dos días de relax en casa de Shaun y Ashley en los que acordamos qué hacer con el cristal. Decidimos mitad y mitad. Nos tocaría pagar 150$, lo que supuso como si hubiéramos alquilado un coche básicamente. Partimos hacia las 5:30 de la tarde para llegar al gran cañón a las 9:30 el viernes 17. Ahí condujo Shaun, dando volantazos y siendo un poco brusco en mi opinión.  Ibamos, Sara gutt y yo detrás como latas en sardinas y de vez en cuando se nos unía el perro de estos. Ryder. Cuando llegamos, mi idea era la de acampar en el gran cañón, dentro del propio parque. Pero por lo visto ellos tenían otra idea. Querían camping, pero fuera del parque. Entramos en uno en el que íbamos viendo gente con hogueras, había parcelas semi vacías y sara y yo no entendíamos por qué no paraban en cualquiera de esas para dormir. Salimos de ese camping y nos acercamos un poquito más al gran cañón para entrar en otro. Esta vez sí, una carretera de tierra tenía números que delimitaban las parcelas. Después de otra hora viendo sitios vacíos pasar (o en los que había sólo un coche) deciden que no. Que vamos a buscar otro sitio porque según ellos , sólo podía haber un vehículo por parcela. Los campings que llevaba mirados yo, cerraban a las 22h así que ya era demasiado tarde. Estuvimos dando vueltas, entramos en el pueblo de Tusayan y barajamos la posibilidad de dormir en Hotel (descartada por el perrito) y dormir sentados los 5 en el coche. Cuando parecía que esta opción iba a ser la buena deciden por su cuenta (como todo en este viaje) que vamos a volver al camping segundo. Sara y yo estábamos desquiciados porque ante mis propuestas, se reían o directamente no contestaban, y se sabe perfectamente la diferencia entre no escuchar y no querer escuchar. Al final, 2 horas perdidas para acabar donde Sara y yo decíamos. En una parcela del segundo camping. Una vez localizado el sitio, sacamos la tienda, hinchamos un colchón y “dormimos” los 5 apretujados y fatal.
Durante la noche, el maldito perro se acomodó entre Sara y yo. Digo maldito perro, porque ya teníamos experiencia con perros en acampadas y nunca sale bien. Esa noche, Ryder estuvo alerta, asustándose por cualquier movimiento que había (como moscas o viento en los árboles). Levantaba la gaita y ladraba mientras sus dueños dormían. Pasamos una mala noche, ya no sólo por el perro, sino porque estábamos los 5 en un colchón hinchable apretujadísimos y con un frío del copón. La diferencia de temperatura podía ser fácilmente de los 45 grados durante el día y los 7 durante la noche.

Lo que me gustó de esta experiencia fue el cielo. La tienda de campaña tenía una rejilla en el techo así que las vistas nocturnas entre pinos y abetos eran espectaculares. Además dos días después habría luna llena, así que la luz perfecta. Estar con semejante estampa me gustó muchísimo y es una experiencia completamente recomendable ya que nunca me había sentido tan en contacto con la naturaleza en una acampada. A eso de la 1:30 escuchamos un aullido que no era de lobo. Yo pienso que pudo haber sido un coyote lejano. 

viernes, 17 de junio de 2016

Los Ángeles y atardecer en el desierto (15/06)

A la mañana siguiente nos pusimos en marcha a las 6, como había tenido tiempo de sobra para pensar la noche anterior decidí que la mejor opción era, 1 ir al Starbucks a pillar internet, 2 buscar algún taller cercano, 3 avisar a Shaun y Ashley de lo que había pasado y 4 dependería de lo que nos dijeran en el taller.
Así lo hicimos, con trocitos de cristal cayendo fui conduciendo hasta el Starbucks más cercano. Allí no me hizo falta buscar mucho, vi a un hombre hablar español que parecía de la zona. Tenía un chaleco de estos acolchados como de trabajador (o mecánico o albañil. Y por mi padre sé que se las saben todas). No me equivoqué. Le pregunté y tenía la tarjeta de un mecánico que te cambiaba el cristal barato, rápido y en el sitio. El hombre le llamó y le dijo todas las instrucciones para que yo no tuviera que hacer nada. La ciudad será fea, olerá mal y no merecerá la pena verla, pero la verdad que el contacto que tuve con la gente preguntando y tal… muy agradable todo el mundo. Estuvimos esperando hasta las 10:10, hasta que se puso a arreglarlo. Quitó el cristal echo añicos y puso uno nuevo, cuando fue a subir de nuevo el elevalunas, volvió a estallar. Esta vez sí los pedazos saltaron y le cayeron encima al hombre que se quedó petrificado durante un rato hasta que con una sonrisa se giró y nos dijo… estalló.
Estuvimos mirando entre los dos el mecanismo y aparentemente estaba todo bien. No tiene mucho misterio un elevalunas eléctrico. Así que nada, dijo que iba a ir a por otro cristal que si le esperábamos. No teníamos otro sitio al que ir así que sí. Le pedí los guantes y me puse a quitar los trocitos de cristal que quedaban en la puerta. Cuando llegó de nuevo (2 horas más tarde) volvió a sacar todo el mecanismo y estuvo arreglando alguna cosa que estaba mal. Cuando volvió a subir el nuevo cristal, volvió a estallar así que nos rendimos. El hombre no nos cobró absolutamente nada, así que con todo el cansancio decidimos volver a Phoenix y dejar el coche lo más seguro posible en el parking de la universidad de Shaun.
Pero antes de eso, fuimos a ver rápidamente la playa de Santa Mónica (sin más, con un parque de atracciones en ella) beberly hills (en el que pasamos con el coche sin pena ni gloria viendo palmeras y mansiones enormes de famosos) y el cartel de Hollywood. En Santa Mónica fue gracioso, porque dejamos el coche mal, fatal aparcado, bajamos corriendo a la playa, nos hicimos la foto y de nuevo para el coche.
El cartel de Hollywood, está bastante escondido. No se puede acceder a él fácilmente, pero tengo el mejor gps del mundo y nos llevó hasta un mirador increíble. Perfecto para sacar 4 o 5 fotos y de camino a Phoenix.
Supuestamente a Phoenix se tarda 5 horas y media, pero nuestra ciudad favorita tenía un tráfico adorable. Tardamos 8 horas en llegar. Ahí se puso a prueba mi paciencia y mi límite tanto físico como mental. Sara se ofrecía para conducir, pero si yo estaba cansado ella también y la verdad es que se me hace más corto el viaje si conduzco yo. La verdad que el paisaje nos estaba regalando todo lo que no nos había ofrecido los angeles, una ciudad que no recomendaré a nadie. Independientemente de nuestra mala experiencia allí, la ciudad no tiene absolutamente nada. No compensa viajar hasta allí y encontrarte con km y km de tráfico. Sí, cierto, tienen 4 carriles de ida y 4 carriles de vuelta (como la m40) en su punto más pequeño, en las zonas más anchas podía haber 7 de ida y 7 de vuelta. Ahora bien, estuve mirando transporte público allí y fatal. Así que todo el mundo tiene que coger el coche y la carretera por la que íbamos era la que atravesaba la ciudad de este a oeste por las afueras, como una especie de m40 con el tráfico de la m30.
Lo dicho, cuando salimos de allí y atravesamos california, supimos cuando entramos en Arizona, el calor había vuelto. Esta vez, anocheciendo se agradecía sin ventana. Como decía antes, el paisaje espectacular. Ninguna cámara es capaz de robar esos colores y esa luz que parecía querer jugar con mi mano en la ventanilla. En frente de nosotros un cielo ya oscurecido, detrás el sol poniéndose, un degradado impresionante desde el azul hasta el naranja árido por donde se estaba poniendo el sol en el que las montañas desaparecían a medida que la luz escaseaba. Todo bañado al principio por un color rojizo, después por un tono malva. Las siluetas azules de las montañas cortaban el cielo en un amarillo oscuro, luego claro (por el reflejo del desierto) luego rojizo para tirar al azul del cielo. IMPRESIONANTE. Me quité la espina de no haber podido ver anochecer en el Sáhara. Mientras Sara hacía fotos, yo cantaba y sonreía, porque a pesar de todo, estaba muy a gusto, estaba donde quería estar quizás con alguien más que sólo con Sara y Ruth en el coche.
Por ejemplo con Chus, que lo habría disfrutado más que nosotros, en Juana que habría supuesto un reto para ella pintarlo y en Ali que creo que también lo habría disfrutado, no sé si tanto como nosotros. Sobra decir que con Ana, porque la única noche que no me hubiera gustado que estuviera conmigo, fue la anterior. Pensé en Arancha del curro que creo también lo hubiera disfrutado. Pero de la gente que conozco, pocos más habrían apreciado eso. Igual conozco a demasiada gente que pasaría mucho tiempo en Las Vegas.
Tras la paliza de día, llegamos para aparcar en la uni y los seguratas se nos pusieron modo seguridad estadounidense, con una mano en el arma y con la otra haciéndonos gestos TDPA. No nos dejaron pasar hasta que llamamos a Shaun y se lo pasamos al militar.

Una vez en cama después de más de 1800km conduciendo en 3 días, toda la aventura se convirtió en anécdota. 

Viaje a Los Ángeles (14/06)

Cuando amanecimos, decidimos ir a pillar souvenirs. Una tienda enorme al norte para después dirigirnos al sur y hacernos la foto según nos dirigíamos a los ángeles, con el cartel típico de las vegas. Nos esperaban otras 5 horas de viaje. Este nuevo viaje y alguna ayuda por parte de Ana, hizo que volviera a “recordar mi nombre en el desierto”. Pensé mucho mientras conducía, el amor que siento por mi familia y mi chica ahora mismo hace que esas 5 horas se pasaran rápido. Atravesamos nevada para llegar a california. De camino vimos desierto como tal. Con sus dunas y su arena fina. Atravesamos la que se conoce como “Death Valley” (el valle de la muerte”, la temperatura más alta en todo el planeta, y nosotros lo estábamos atravesando a eso de las 2 de la tarde, nosotros y nuestras santas narices. Ni ventanas bajadas ni aire acondicionado funcionaba contra semejante locura de calor. En este viaje el paisaje volvió a cambiar muchísimo. Estamos hablando de 5 horas de viaje. Es como ir desde Santander a Cáceres (la verdad que pensándolo así, no cambió tanto como podría cambiar de Santander a Cáceres). Nevada y california son muy parecidas. Sí, descendió la temperatura, pero el 80% del viaje fue desierto. Aquí pudimos ver un tren aún más largo que el que vimos el primer día de viaje. No exagero si digo que fácilmente llegaba a los 2km de longitud. Lo veíamos en el horizonte, pero no parecía tener fin. Nunca había visto a nada tan grande moverse. Además, coincidió justo con un mar de placas solares, el reflejo hacia que pareciera un auténtico mar.
Entrando en Los Angeles, estuvimos como 1 hora y llegamos a la mitad. Una ciudad inmensa y sobrevaloradísima. Conocidísima en todo el mundo pero que realmente no tiene absolutamente nada. Nos arrepentimos muchísimo de haber gastado tiempo en LA. Según llegamos, aparcamos en un parque. Un parque donde nos habían dicho que se podía dormir, pero no lo vimos factible así que decidimos ir a ver el paseo de la fama. Otra media hora de carretera y otro rato intentando encontrar aparcamiento. Lo dejamos como a 2 km del paseo, así que un ratito caminando. La palabra es decepcionante. Es una ciudad pobre, con casas bajitas y sí, un centro con rascacielos pero no hay nada famoso. Ningún edificio conocido o que merezca la pena visitar en el centro. Vimos mucha gente en la calle tirada, cada dos calles olía a meado y la verdad que no sentía ninguna seguridad. En el paseo de la fama, una calle sin más pero con estrellas en el suelo. Sí, ejercicio obligado el buscar a tu artista favorito y sacarte una foto con él. Estuvimos con la bobada entretenidos como 4 horas. Según íbamos por la avenida, nos iban parando para ofrecernos cosas. Un hombre nos ofrecía una visita guiada por Beberly Hills santa Mónica y el cartel de Hollywood (lo que habíamos ido a ver realmente), empezó en 40 y lo bajó hasta los 15 “por ser nosotros”. Para despegárnoslo tuvimos que decirle que íbamos a dormir en el coche. Seguimos avanzando y otra nos para, y mi reacción fue coger lo que me ofrecía un papel. Nos empezó a comer el tarro diciéndonos que si nos interesaba la mente humana, mi verdadera perdición fue cuando dije YES. Nos empezó a liar de tal manera que acabamos en un cine viendo una especie de película promocional de un libro que vendían. Curiosamente funcionó, me dieron ganas de comprar Dianetica pero obviamente no (después en internet he visto algo así como que es una secta y tal, y no sé si me inspira mucha confianza la verdad). Cuando salimos del cine me propuse hacer una foto a cada uno que conociera para después sacar un porcentaje entre la gente que sí y la gente que no.
Llegamos caminando hasta el principio y no pudimos llegar hasta el final. Sí, tiene inicio y final, son 1,3 millas (2km) pero el problema es que nos dimos cuenta que no solo había estrellas en la principal, sino en alguna perpendicular también así que desistimos. No sin antes estar en el Dolby Theatre (donde se entregan los oscars) y en el Grauman theatre, donde están las huellas de manos y pies de grandes estrellas como Will Smith o Jhony Deep. Estuvimos un buen rato ahí, pero no pude encontrar a mi actor favorito. Sí que hicimos la foto a la estrella de maná por ejemplo o a la de Peter Jackson, aquí me acordé bastante de Jorge.
Después de esto fuimos a buscar un sitio donde pasar la noche. Queríamos un sitio cerca de la playa para el día siguiente disfrutar santa Mónica. Así que otros 45 min de coche hacia esa zona. Cenamos y comprobamos que ahí, no podíamos dejar el coche, cerraban a las 2. Así que de nuevo carretera y vimos una gasolinera aparente y un sitio donde no había ningún coche ni ninguna luz. Gutt quería un sitio y sara otro, así que elegí la gasolinera.

Nos estábamos preparando para dormir y decidimos, tumbar el asiento del copiloto hacia detrás, y tumbar los dos asientos de detrás hacia dentro. Metimos todas las cosas del maletero en el asiento del conductor. Sara y yo nos lo montamos muy bien. En la base pusimos un saco y extendimos el otro. Con nuestras cabezas en los asientos tumbados y nuestros pies metidos en el maletero, cabíamos bastante bien, lo malo es que nos escurríamos un poco hacia el maletero. Tapamos todas las ventanas con telas (camisetas, toallas… lo que teníamos), cuando pienso que igual 3 personas en un coche cerrado por completo no es bueno, así que decidimos quitar la tela del asiento del conductor para bajarlo. Cuando Ruth dio al botón para bajar el elevalunas, estalló. El cristal del conductor se hizo añicos no sabemos muy bien por qué. Lo primero que hicimos fue mirar a ver si había alguien fuera, pero no. Así que así “dormimos”. Pongo comillas porque yo no pude pegar ojo. A pesar de que estaba cansado, estaba alerta y preocupado por si pasaba algo. Sara y Rut durmieron, pero no sé si descansaron algo.

Las Vegas (13/06)

 Estos tres o cuatro días he tenido unos altibajos muy fuertes. El viaje a las vegas lo disfruté mucho, pero el día en las vegas nada. Desayunamos lo que nos dieron en nuestro “Fortune Hotel” y tras una charla eterna con un hombre que nos contó su vida, fuimos a la piscina. Agua fresquita para un calor que aumentaba a medida que se acercaban las 2 de la tarde. Me quemé bastante. Ahí descansé un rato y salimos a conocer las vegas.
Salimos de día, y la verdad que me gustó igualmente de día como de noche. De día, puedes apreciar la extravagancia en los edificios, sobre todo por sus formas. Por la noche en sus colores. Aparcamos el coche en el 5º piso del Venetian. Todo lo relacionado con el Venetian y sus alrededores está ambientado en Venecia. Fue el hotel que más me gustó. En la parte “fea” unas macetas enormes te daban la bienvenida al hotel, los encargados de etiqueta perfectos, en el techo alguna que otra pintura clásica enmarcada en círculos dorados, y puertas enormes. La parte bonita, en fin. Una delicia para los ojos. Los canales venecianos con sus góndolas, puentes renacentistas que daban a la acera del strip, torres altas y balcones decorados, un suelo adoquinado, todo en un color hueso deslucido que imitaba esa piedra tan característica.
De ahí nos dirigimos a intentar ver algún show de esos gratuitos de cada hotel, íbamos a ver la erupción del volcán del “Mirage”. Un hotel montado sobre cataratas y una imitación de una selva. Impresionante a su modo. En este caso, la entrada del hotel estaba más alejada de lo normal, vimos un cartel que te daba la bienvenida al Mirage y esa zona de cascadas, pero seguro que ahí nos dejamos algo por ver. El turismo en las vegas es descubrir los hoteles básicamente. Nos pusimos tristes con este espectáculo porque los horarios de internet estaban mal y vimos un cartel con otros horarios para la erupción, así que decidimos marcharnos. Fuimos a ver el Flamingo, el primero de los hoteles desde que se legalizara en el 73 el juego y la bebida. El Flamingo conserva ese estilo ochentero, con unos carteles caligráficos en rosa chicle. Entramos y tras atravesar las máquinas buscamos una zona en la que pudiera haber lo que habíamos ido a ver. Una especie de jardín o algo así. Cuando lo encontramos, vimos un paseo por una imitación de una jungla en la que nos recibieron unos loros. Tras un rato paseando por ahí entre patos y algún que otro pelícano nos encontramos con los flamencos. Al salir (porque os recuerdo que estábamos dentro de un hotel), fuimos de nuevo al coche. De camino pudimos ver a la puerta del Casino Royale, los primeros tíos relaciones. Hasta entonces, sólo habíamos visto tías ligerísimas de ropa enseñando más de la cuenta y asaltando a viandantes para restregarse con ellos y convencerles de que fueran a su casino. Todo vale para llamar la atención. Body painting, o enfermeras, o catwomans, o una especie de ángeles, todas parecían estar sacadas de una película porno. Yo no sé la cantidad de dinero que podrán mover los propietarios de esos hoteles, pero me daba la sensación de que en su zona mandaban ellos. Me explico. Puede ser que haya una ley que vaya en contra del escándalo público, si tú te desnudas en mitad de la calle estás quebrantando esa ley, pero en Las Vegas, me daba la sensación de que un empresario había puesto ahí a esas tías y si alguien sacaba a la luz esa ley, dicho empresario tenía suficiente poder como para decir… Lo siento esa calle es mía, o alguna sobrada así.
Esto, contrasta con la cantidad de gente que vimos tirada en la calle pidiendo. Pero no tenía la sensación de que lo necesitaran para comer, sino para jugar. Creo que la mayoría eran enfermos ludópatas que pedían ayuda (todo esto está en mi cabeza, pero creo que la imagen que daban era más bien esa).
Cuando salíamos con el coche vimos que de nuevo el cartel que había en el Mirage, estaba mal porque pudimos ver la erupción del volcán. Un espectáculo de fuego y agua que hubiéramos podido disfrutar algo más si nos hubiésemos quedado. Pero realmente no sabíamos. Del coche fuimos al norte, a ver la otra calle que había que ver en las vegas. Freemont Street. Una calle de 1,5 km con todo el techo cubierto de leds en forma de bóveda. Sí, había que verla. Llegamos y a nuestra derecha vemos un edificio con forma de máquina tragaperras y a nuestra izquierda la calle que os comento. De vez en cuando, de la “boca” de la máquina tragaperras salían 5 personas volando en tirolina hacia la Freemont Street, una actividad demasiado cara para nosotros pero que hubiera merecido la pena disfrutar. Disfrutamos de la famosa calle y de su espectáculo visual, rodeado de relaciones públicas estilo las vegas, y de algún que otro artista callejero impresionante. Como un grafitero con sus pósters. Sólo teníamos una hora de parking así que fuimos y volvimos rápido, pero la verdad que es una zona para disfrutar largo y tendido tomando algo como reclamó Sara. Ciertamente mi humor este día no estaba para hacer nada.
Bajamos de nuevo al centro y entramos en “la isla del tesoro” para intentar ver un espectáculo de nuevas sirenas tras un rato dando vueltas por el interior del hotel, nos indican que ese espectáculo ya no estaba, que habían dejado de hacerlo años atrás. Salimos e hice alguna foto a Sara y Rut frente a un barco tamaño real que tenía en frente este hotel. De aquí decidimos ir al Caesar a intentar ver algún espectáculo, porque nos estábamos estrellando ese día.  Algo como la caída del Atlantis es lo que buscábamos. Si el Venetian fue mi favorito por fuera, el Caesar lo fue por dentro. Primero un recibidor para entrar al outlet espectacular. Una fuente en el interior con unas escaleras eléctricas en espiral todo con un estilo romano que parecía querer demostrar que tenían más poder que cualquier otro. Increíble. En el segundo piso, siguiendo los carteles pasamos por alguna zona que imitaban las calles con un cielo en el interior iluminado como si fuera de día. No entendí esa luz, porque realmente parecía de día. Ok, las nubes se notaba que estaban pintadas, pero no estaban ahí para mirarlas, estaban ahí para que tu paseo por las calles “romanas” fuera más ameno y te decidieras a entrar en alguna de las cientos de tiendas que había por ahí. Las calles llegaban a zonas redondas a modo de plaza en la que veías una mega fuente de mármol (imitado) con bancos a modo de columnas romanas caídas o cabezas de esculturas clásicas. Cuando llegamos a la zona de la caída del Atlantis, había una fuente, y detrás de ella un mega acuario con peces tropicales y alguna que otra raya. Llegamos con tiempo así que fuimos a ver un puesto de souvenirs. Salimos y estuvimos esperando a que empezara, esta vez con mucho tiempo. Se acercaba la hora, se pasó la hora y aún podríamos seguir allí esperando, porque en los 10 minutos posteriores no empezó nada. Los turistas chinos ahí se quedaron enfocando con sus cámaras.
Del Caesar, volvimos a pillar el coche y bajamos más aún para ver los que nos quedaban. El MGM (sin más, sólo con un león gigante de bronce en la puerta), el New york (con los edificios más emblemáticos de NY en él, además de un parque de atracciones dentro. Veíamos los carriles de una montaña rusa) el Luxor (el famoso egipcio, con una pirámide y su foco en la cima, la esfinge y el obelisco en la entrada) y el Excallibur.
El Excallibur estaba ambientado en la edad media y decidimos echar ahí. Entramos e intentamos averiguar cómo era la mejor forma de conseguir una ficha de casino y jugar una partida a algo.  Qué hicimos? Tras varias comeduras de tarro tanteándonos y planteando si jugar a la ruleta (que lo veíamos lo más sencillo) decidimos no hacerlo. Fuimos a donde cambian el dinero y le explicamos la situación al hombre. Queremos una ficha pero solamente para souvenir y jugar a una máquina tragaperras. ¿cómo lo hacemos? Aquí tenéis vuestra ficha por un dólar y las máquinas aceptan cash, así que… jugad sin más.
Empecé yo y me siguieron estas. Por hacer la bobada, pero ya podemos decir que hemos apostado en las vegas. De todo esto hay fotos y vídeos.

En las vegas hay poco que ver pero mucho por hacer. La verdad que es una ciudad que está pensada para el disfrute. Fiestas en piscinas durante el día que pueden durar semanas enteras, fiestas nocturnas por la noche en las que dicen te conviertes sin quererlo en el rey del mambo, gente vestida elegantemente (que contrasta con gente como yo con la cámara en el pecho y pantalones pirata) y gente “guapa” considerada así por una mayoría por todos los lados. Al final, Sin city (la ciudad del pecado) me sorprendió, me gustó mucho a pesar de que tuve un mal día, me fui con la sensación de querer volver y disfrutarla más. Ese no era ni el momento ni el viaje adecuado para hacerlo.