................................................

jueves, 22 de agosto de 2019

Esto es Rubén

Soy un intento de algo. Esto es lo más importante. Intento parecerme a mi abuelo. Intento ser bueno, majo, simpático, alegre y vivaracho.

Me veo bien, normalmente separamos corazón y cabeza. Creo que tengo mucho de los dos, pero creérmelo hace que sienta una especie de rechazo a lo creído, a lo flipao. Creo que tengo mucho de las dos porque soy una persona intensa. Hago todo lo que hago con pasión y con una energía que a veces no controlo poniéndome en peligro a mi mismo.

Soy constante, y paciente. Tengo mucha paciencia. Lo que a veces veo como bueno y a veces como malo. Lo que me lleva a recordar que tengo un fuerte sentido del deber que no está por encima de mi.

Dedico buena parte de mi tiempo a regalarlo.  Igual que regalo frases bonitas, sin pelos en la lengua pensando siempre en qué decir y cómo decirlo pensando en que afecte de la mejor manera posible. Me suele costar más decir algo malo que algo bueno.

Creo que esto es lo común a los tres rubenes. Rubén, ruby y buby.

Constante cambio en post de mejorarme y de encontrar mi mejor versión. Duro y exigente conmigo mismo. Y con los que me rodean. Contradictorio y complicado. Pero coherente y sencillo.

Contradictorio porque no me da miedo ningún pasado ni ningún futuro por lo general. Complicado porque creo que es difícil entenderme. Que los demás lo hagan y que yo mismo lo haga. Estoy en constante ejercicio de autoevaluacion.

Sencillo por mis gustos. A veces me gusta una cosa y a veces otra. Sencillo porque veo los problemas como algo que solucionar de manera simple. A b c. Busco todas las posibilidades y al final la mentalidad de un niño suele ser la mejor para resolver problemas.

Y coherente. Porque hay pilares, que, aunque a veces me jodan, y me tire un impulso de romperlos, después descubro que estos estaban bien.

Soy una montaña rusa de emociones. Sobre todo buby. Ruby, con mi familia, saca un yo más estable. Más taciturno y más calmado. Más preocupado.

Soy curioso, atento y sentido. Altruista más que egoísta. Familiar más que colega. Humilde más que altivo. Activo más que perezoso. Extrovertido más que introvertido. Creativo más que monótono. 

Soy bueno en el sexo. Mejor con lengua y manos. (vuelvo a pensar en creído) Beso de una manera extraña y considero eso un tesoro. Antepongo el bienestar de mi pareja al mío, entiendo el intercambio de placeres como algo que regalar. Pierdo el culo por la otra persona y sus problemas pasan a ser míos.

Cabezón y testarudo.

Ordenado y limpio. Aunque no conmigo mismo. Estoy demasiado despreocupado de mi aspecto físico, y por lo general me abandono bastante. Me veo más bien feo, con unos brazos bonitos. Labios y perfil bonito. Ojos y nariz desproporcionadamente grandes. Pies, orejas, caderas, rodillas feos. El resto normal. No tengo culo, aunque ahora está poniéndose durito y de lo de delante me cuesta hablar, más que por complejo, por tabú. Decepcionado conmigo mismo porque veo que cada vez es más difícil sacar abdominales y tener la v de entrada a la cadera marcada.

Estoy pendiente de la gente que me importa algo y pido que ellos lo estén conmigo. Aunque al final, con el tiempo entiendo que yo lo estoy más que ellos de mi. Esto pasa con los no familiares. Una vez cruzan la barrera de lo eterno... Familia, pareja, amigos, me cuesta estar pendiente.

La felicidad está por encima de todo. Después el amor. El bronce es para la familia. Y después comparten espacio dinero, amistad, salud y espíritu. Entendidos todos de una manera única definidas en mi diccionario propio. Todo debe remar en la misma dirección para conseguir la felicidad que un día vi en mi abuelo. Persona a la que sigo recurriendo como ejemplo vital de caballerosidad y bienhacer. De hecho, la mayoría de cosas de este texto las veo en él ahora que lo releo. Por lo que debo ir por el buen camino.

lunes, 19 de agosto de 2019

Alias: Guybrush

Erase una vez hace 12 años, algo pasó en mi vida. Alguien fue capaz de tener un impacto tan fuerte en mí, que a día de hoy sigo pensando si lo que hice fue coherente o no.

En una de mis primeras andanzas salmantinas, conocí a una persona que cambió mi vida por completo. Y como suele ocurrir con estas cosas, uno tiene que esperar a que pasen los años para poder verlo con la perspectiva suficiente. Cómo será de grande, que han tenido que pasar tantísimos años alejándome, para poder mirar cara a cara la magnitud del asunto.

En aquella ocasión/lugar no era el momento de empezar nada. Eramos pequeños, sobre todo yo: un niño ingenuo que no había descubierto casi nada. Pero no es excusa. No era el momento y punto. Me lo digo autoconvenciendome, porque tengo una espina clavada con esa conversación:
- Pero no te gustaba? - A lo que yo respondí
-Si, y me gustas. Pero debería irme.

Esa frase sigue retumbando en mi cabeza, y seguí dándole vueltas a todo lo que pasó durante mucho mucho tiempo. Conseguí enterrarlo, pero no olvidarlo. Conseguí crecer y madurar alejado de ella. Tuve mis relaciones y conocí a muchísima gente para darme cuenta de que la persona que quiero a mi lado es ella.

Todo el recuerdo que tengo es bonito. Es curioso porque no recuerdo practicante nada del curso que hice en Ávila. Tengo el vago recuerdo del nombre de dos compañeros y de un par de bromas que hicimos. Pero sobre todo recuerdo el lugar desde el que la llamaba por teléfono. Recuerdo alguna de las interminables pero cortisimas conversaciones de horas diarias con ella al teléfono. Sobre todo filosofando. Teníamos una piscina y me bajaba ahí para tener mi intimidad con ella. Un curso de un mundo que me apasiona... Sólo recuerdo eso.

Recuerdo sus miradas en la piscina. Su maldita sonrisa. Aunque dudo si escribir maldición o encanto. Porque sigo pensando en ella. En toda ella. Es cierto que es difícil olvidar. Eso no es mérito mío. Todo el mérito es de ella y su esencia, que por lo poco que puedo adivinar ahora de ella en fb, sigue intacta. 

Como siempre, esa persona desapareció. Hasta que un día en el momento menos oportuno me dejó un comentario unas entradas más atrás. Un comentario que recogía toda esa esencia e hizo que me pusiera nervioso como el primer día que me acerqué a ella. Volví a hacerlo y no me salió más que agradecerle su comentario. Para después escribirme como si no hubiera pasado el tiempo entre nosotros pero sí para cada uno por separado. Un texto donde me di cuenta de que había madurado y crecido muchísimo. Donde despertaba en mi de nuevo esa curiosidad y hacia que volviera a estar en ese pedestal. Para volver a desaparecer.

Si lo pienso, me acojona. Si me paro a pensar en ella, me da miedo. De verdad. Porque no creo que sepa todo esto y si se entera, no sé qué espero. Pero igual que creo que antes no era el momento, estoy convencido de que ahora sí. Que ahora no me apartaría. Que haría que se sintiera como yo la siento.

Ojalá aparezca alguien tan especial y me sacuda las entrañas como lo hizo ella. Pero mientras tanto... Yo no guardo un rincón especial en mi corazón para ella. Tiene el corazón entero.

Y como no creo que vivan felices y mucho menos vayan a comer perdices (porque no es una comida que me llame) solo puedo decir que colorín colorado...