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domingo, 26 de junio de 2016

chichen itza y el il kill (26/06)

Tras dos o tres horas después de despertarnos y ponernos al día en la oficina de turismo y pillar un pollo para comer… nos encaminamos al complejo de Chichen Itza. Llegamos y nos ahorramos el parking dejando el coche en la puerta. Mientras íbamos de camino, nos asaltaban para vendernos cosas al grito de 10 pesos. Queríamos pagar un guía y estuvimos regateando para sacar uno por 500 pesos. Aún así nos parecía mucho, esperamos a que alguien se nos acercara y compartir guía y precio. No lo conseguimos, pero a los 15 min apareció otro hombre que nos ofreció el tour por 400 pesos. 20 euros, aceptamos.
Nada más entrar vimos la gran pirámide de Kukulcan (las K guturales). La famosísima pirámide maya a la que todos le ponemos cara. Nos explicaron que había 91 escalones en cada cara de la pirámide más uno central. En total 365 días del año, con 9 niveles en cada cara representando los 18 meses del año. Era un calendario muy bien conservado y restaurado.
De ahí nos dirigimos a ver el campo más grande de juego de pelota, 159 x 40 metros. Inmenso, esta vez pudimos pasear entre las dos paredes. Del mismo modo vimos los murales con grabados que explicaban lo que ya sabíamos. El sacrificio al ganador y la ofrenda. Después seguimos viendo más construcciones como un cementerio en el que aparecían las cabezas de los enemigos en picas, a modo de advertencia. También vimos un muro de 2 metros de altura, que dudan si era defensivo o mero decorativo. Seguimos avanzando con el calor, esta vez menos asfixiante y llegamos al cenote sagrado. Un cenote enorme dentro del complejo, muy sucio. Lo vimos desde arriba con un color verde opaco. Nos explicaron que de ahí, habían sacado tesoros además de jade. Jade era la piedra preciosa con la que comercializaban los mayas y los colonizadores. Salimos, y seguimos con nuestro tour visitando el templo de los guerreros. Un templo destinado a la ofrenda, con una base de columnas cuadradas en las que estaban grabadas las imágenes de guerreros y otras columnas circulares. Se llama el cuadrángulo de las mil columnas (aunque hubiera menos de mil.) Un edificio impresionante en el que era fácil imaginar los colores y el techo de la parte inferior. Otro cenote en el interior del complejo, llamado Xtoloc. Este más pequeño que el anterior pero igual de sucio. Nos metimos en una casa Maya y salimos hacia la zona del observatorio. El observatorio tenía una escalera de caracol elevada 2m sobre el suelo. A ella se accedía con una escalera de mano, para que el astrónomo no fuera molestado allí arriba. Curioso que fuera una de las pocas construcciones circulares, suponemos que por la ubicación y facilitar la visión de todo el cielo. Para finalizar el tour vimos un palacio noble sin restaurar y al lado su propia “iglesia”. Un oratorio destinado al dios de la lluvia, Chaac. Extremadamente ornamentado, pero precioso de estilo maya.
El cansancio acumulado, hace que no recuerde muchos detalles de la visita. Pero por ejemplo, la palabra chichen itza, significa boca (chi) del pozo (chen) de los brujos del agua (itza). Por ejemplo la palabra Chi-cle (boca, movimiento). Aprendimos, que el lagarto que camina sobre las aguas, ese que sale en los documentales, se llama Jesus Lizard en inglés.  Tras la visita de dos horas, nos quedamos con la famosísima Kukulcan.
Enorme, imponente y preciosa. El tiempo ayudó con nubes y cielo azul perfecto para hacer fotos. Kukulcan (pluma y serpiente) para los mayas, Quetzalcoalt para los aztecas. Estábamos ante la construcción más famosa de todo el Yucatán. En la cara norte, la principal, descendía por toda la escalinata, la serpiente, con su cabeza abajo. Durante el equinoccio, todo el edificio queda en sombra salvo la serpiente. Descubrimos, que la zona fue encontrada por casualidad. Un americano compró una finca, y dentro de ella estaba todo eso, oculto entre vegetación y piedras. Cuando lo desenterraron, la familia vendió toda la finca a otra familia bastante poderosa de México. Así llegó hasta hace 3 años, que seguía siendo propiedad privada. Pero el gobierno mexicano presionó a la familia hasta que consiguieron hacerse con el terreno. Por lo visto, si la familia hubiera sido menos poderosa, la expropiación del terreno hubiera sido más contundente. La familia, sabiendo lo que tenía entre manos, no se conformaba con los 20 millones de dólares que le ofrecía el gobierno.
Tras varias fotos allí, nos movimos hacia el cenote il kill. Cuando llegamos, empezó a llover, aunque el calor apretaba. Llegamos, pagamos los 70 pesos y lo vimos. A mi personalmente, no me gustó. Era un agujero en la tierra, con agua, pero esta vez no brillaba. No lucía. No sé si por la cantidad de gente que había, o porque el sol no brillaba. A medida que íbamos bajando, había algún mirador. El cenote se encontraba entre lianas y vegetación. En la parte más cercana al agua, había una piedra con una mini escalerita  y un saliente para saltar al agua. Muchísima gente en el agua, hacía que los peces nadaran asustados, había poquitos y no se veía nada. El fondo estaba bastante hondo, 50 metros bajo nuestros pies. Las vistas desde dentro, la verdad que sí eran bonitas, estabas nadando mirando hacia un agujero que se elevaba como 20 metros por encima de ti, desde la que caían lianas y vegetación hasta la altura del agua. Había tres agujeros en la propia tierra de la que caía más agua. A modo de cascadas podías estar metido en el agua con la cabeza por fuera, mojándote y cayéndote el agua de esa cascadita.
Salimos de allí, aunque la gente iba desapareciendo, para mi el lugar seguía sin brillar. Nos volvíamos a dirigir a Chichen Itza, a ver un espectáculo nocturno de luces y sonido. No nos decepcionó. Después de dos horas y pico de espera, entramos y mereció la pena la espera. En el césped donde habíamos pisado por la tarde, habían puesto unas sillas mirando a la pirámide. Un atardecer dentro del parque, precioso. La pirámide oscura empezaban a verse las estrellas. Cuando empezó el espectáculo, empezaron a contarnos toda la historia maya. Impresionante espectáculo de mapeado que disfrutamos a la perfección, además de por el lugar, por la escasez de luz que había.

Saliendo, aún con el fresquito del momento, nos fuimos a Valladolid. Habíamos visto un hostel de 100pesos la noche (5€). No nos costó encontrarlo, y cuando entramos vimos un rollito bastante diferente al que teníamos el día anterior en el hotel. Todo mucho más Hippie, todo mucho más nosotros. Teníamos piscina y en la parte de detrás 3 chicas haciendo pulseras. Después de comprarnos un zumo y algo de chocolate nos sentamos con ellas, mientras hablaban, yo escribía esto. Nos recomendaron Bacalar, así que mañana decidiremos si ir a Tulum o a Bacalar o a donde veamos.

coba y gran cenote (25/06)

A la mañana siguiente decidimos movernos de Playa del Carmen, tras dar dos o tres vueltas con el coche buscando información de cómo salir y a donde ir exactamente… Nos pusimos rumbo a un cenote. El Gran Cenote situado entre Tulum y Cobá. De camino íbamos viendo varias salidas en la misma carretera que te anunciaban cenotes, pero por recomendación y por imágenes decidimos ir a ese el primero. IMPRESIONANTE.
Pagamos 10$/€ para entrar, pero creo que mereció la pena. Nos obligaron a ducharnos antes, sobre todo por el entorno, no porque oliéramos mal (nos duchamos el día anterior). Ahí estaba, desde arriba, una piscina natural en la que dudabas a qué altura estaba el agua por lo transparente de la misma. Cuando daba el sol directamente, aparecía un color azul turquesa impresionante. Desde arriba veíamos a una chica bañarse, y aunque estábamos como a 15 metros de ella, podíamos ver a través del agua el color de uñas de sus pies. Impresionante de verdad. Antes de bajar, vimos los mismos lagartos que estaban en Cancún. Enormes y escupidores por lo visto. Era el aperitivo a la ración de naturaleza que nos íbamos a meter entre pecho y espalda. Bajamos por unas escaleras de madera muy bien preparadas para ver que alquilan equipo de snorkel. Menos mal que lo alquilamos. 80 pesos que son 4€. Ya las tortugas nos saludaban desde el agua por el lado izquierdo. Cuando nos dimos cuenta de dónde estábamos no podíamos dejar de abrir la boca. Un agujero en la tierra rodeado de verde que caía y subía, en frente se veían estalactitas y estalagmitas, estas últimas debajo del agua, y nosotros estábamos justo en medio de todo eso, en esas baldas de madera. Lo primero que vimos fue un murciélago tratando de salvar su vida. Había caído al agua, pero una tortuga dio cuenta de él y se lo zampó.
Había dos personas en el agua, me lancé sin pensarlo a pesar de saber que “estaba fría”. Me he bañado en la esmeralda de la laguna de Gredos. Es más, me he bañado en la nieta. El cenote estaba menos frio que cualquiera de esas. Estaba muy a gusto dentro. Salí para ponerme las gafas y una libélula se me posó en el hombro, automáticamente, mi cabeza voló a otro lugar. Cuando me puse las gafas y el tubo… aluciné. Estábamos rodeados de peces se veía el fondo del cenote como si de un cristal se tratara. La sensación de estar en contacto con la naturaleza no se puede explicar por aquí. Después de la primera vuelta, me quedé ahí mirando hacia abajo y respirando tranquilamente. Peces, plantas, piedras, tortugas, pájaros, árboles y agua. Alquilamos solo un equipo, así que Sara y yo lo íbamos turnando. Creo que, aunque Sara lo disfrutó muchísimo también, no lo hizo tanto como yo. Una media hora después de estar dando vueltas por esa zona, nos fuimos a la gruta, siempre con la cabeza bajo el agua. Allí dentro no había luz, aprovechábamos los buzos que pasaban para ver el fondo. Estalagmitas, estalactitas en una cueva metida hacia dentro. Cada rincón era disfrutable al 100%. Lo más impresionante era, desde esa gruta, salir hacia la luz mirando siempre por debajo. Tú estabas en la zona negra, y los rayos de luz reflejaban en el fondo, creando colores en la gente, o en la vida allí fuera increíbles. Sobre todo azul paraíso. Estuvimos allí 1h:30 hasta que descubrimos que había otra gruta que te llevaba a otro mini cenote. Igual de impresionante bucear por allí. Sacabas la cabeza y tenías el techo esta vez un poco más alto. Buceabas hacia el fondo y tocabas la arena. Al salir, una escalera de piedra y otra de madera que comunicaban con el primer cenote por la parte exterior. Me arriesgué y metí el móvil para hacer algún que otro video. Salió bien la jugada. En total estuvimos en el cenote 2h y media. Y me habría quedado más, de no haber sido porque se empezó a abarrotar de turistas, y la paz y tranquilidad, junto con la pureza de los colores habían desaparecido sin darnos cuenta. Ahora nos encontrábamos en una simple y bonita piscina natural. Decidimos que ya habíamos explotado al máximo ese cenote.
Fuimos de camino a Cobá, a ver la pirámide más alta de todo latinoamerica. Nohoch mul  Aparcamos dentro del parque ($50 2,5€) y sacamos las entradas ($65 algo más de 3€). Ese precio era así, si estabas hasta las 5, si te pasabas, tenías que pagar más del triple. En el parque había más ruinas y dos cenotes más bien con pinta de lagos, pero decidimos tirar directamente hacia la gran pirámide. 2km andando estilo marcha porque habíamos entrado a eso de las 3:30. Ibamos un poco justos. Así que apretando llegamos allí en 20 min. El camino, una selva con caminos bien marcados, pero una selva a fin de cuentas en la que por lo menos teníamos sombra en las horas más peligrosas de calor. Al llegar, la pirámide no es bonita. Está medio destruida y la forma apenas se sostiene en pie. Pero la verdad que impone. Tras dos o tres fotos, subimos. Me lo esperaba peor, pero no costó nada subir. Cogí ritmo y dejé atrás a Sara y Gut. Piedra piedra piedra, peldaño peldaño peldaño hasta que de repente se acaban, estaba tan centrado en seguir subiendo que no me estaba dando cuenta del paisaje de alrededor. Cuando me di la vuelta arriba, salió worth it (mereció la pena). Un manto eterno de árboles que no tenía fin. No podías ver el final del verde. El Yucatán estaba a nuestros pies. Sudando como pollos, disfrutamos las vistas rodeados de más turistas. Como si de un toque de queda se tratara, todos empezaron a desaparecer a eso de las 16:20. Nosotros apuramos un poquito más hasta las 16:30. Pudimos verlo prácticamente vacío. Lo disfrutamos muchísimo, sobre todo por las vistas.
Paso ligero hacia el coche y de camino a Valladolid. Íbamos a hacer noche en un hotel, porque Rut lleva unos días enferma. No se deja cuidar y no se recupera. Su negatividad es comprensible y sus fuerzas no son las de Sara y yo. Así que decidimos alquilar un Hotel en Valladolid y al día siguiente seguir viendo ruinas y cenotes. El hotel se llama Sol colonial, y está en pleno centro de la ciudad. Nos ha salido a 360 pesos, que son unos 14€ en total los tres. Al llegar, lo que queríamos, cama, enchufes, internet y ducha. (hay una tele y un ventilador, pero lo básico es lo básico). Muy cutre, parece un convento. Pero nos da absolutamente igual. Rut lo agradeció bastante, y yo, después de la nochecita que pasé entre relámpagos y medio mojándome, la verdad que también.
Dejamos a Rut en la cama y a eso de las 7 salimos a dar una vuelta Sara y yo. Personalmente me ha sorprendido la ciudad. Muchísimo color, muchísima vida y muy parecida a Xico. Parece más cuidada que Cholula y Xico, con un parque en todo el centro de la ciudad, nos dirigimos a ver un poco qué hay además de un puesto de información. El puesto cerrado, lo que hay… es una ciudad alegre y viva. Edificios coloridos estilo mexicano y una iglesia impresionante con dos torreones rodeada de palmeras. Habíamos oído lo del “estilo hispánico” y yo no sabía muy bien a qué se referían. Pues bien, en la plaza lo pudimos ver. Los soportales que la rodeaban, eran como los típicos de una plaza de toros, columna y bóveda con una parte superior completamente recta. Como si fuera un acueducto enyesado. Además había alguna cenefa de color rojo burdeox. Sara y yo cenamos en un chino por 5 euros y pillamos unas gafas de bucear, para al día siguiente seguir viendo cenotes y las profundidades caribeñas.
No estoy nombrando nada de los mosquitos. Si algo me gustó de USA fue que no había ningún bicho, en el desierto tuvimos los cristales del coche limpísimos (y tanto, nos faltaba uno), pero en México, en el Yucatán y en Quintana Roo, nos están acribillando. Así que nos hemos comprado una crema y un repelente. Por mi, innecesario, pero es cierto, que nos ha venido muy bien para dormir mejor.

En el hotel encontramos a Rut despierta y con apetito, buena señal, sobre todo para la moral del grupo.

2ª arte (23 y 24/06)

Después de estar Sara y yo en el Starbucks, fuimos a ver una playa que decían era la mejor de Playa del Carmen. En la 5ª Av, nos enamoraban los puestecitos que pasamos por alto en España. Aquí es todo muchísimo más original. En la calle indicada torcimos y sí, tenía mejor pinta. En el paraíso uno también se puede poner exquisito. En esta calle, la vegetación cubría el cielo, las palmeras y el resto de árboles cubrían el paseo saliendo de los laterales de los hoteles. También es cierto que estábamos en la hora azul, anocheciendo con las farolas iluminadas. Al salir a la playa, estábamos rodeados de palmeras, decidimos que sí, al día siguiente iríamos para allá.
Cuando recuperamos a Gut del coche, fuimos a pasear un poquito para conocer la otra parte de la 5ª. Es como un paseo marítimo más metido en tierra con muchas tiendas, bares, chiringuitos o restaurantes. Todo con un estilo chill out que te obliga a sentarte prácticamente en todos los sitios. En la quinta además, están los vendedores, está rodeada de relaciones públicas que te asaltan literalmente para que les compres algo.
Dormimos bastante bien ya acostumbrándonos al coche.
A la mañana siguiente amanecimos con la idea de ir a comer tacos recomendado por Eva. Además habíamos visto que justo a la hora de comer iba a llover. Mentira, un calor asfixiante que nos hizo estar toda la mañana al sol. Yo acabé quemado de nuevo. La playa tenía mejor color de lo que parecía la noche anterior, no era como Isla mujeres, pero estaba bien. Igualmente aguas cristalinas y poquitas olas. (se puede ser exigente en el paraíso). Fuimos a comer y nos supo a gloria. Además de los tacos, bueno, en realidad eran “Alambres” (para el caso, lo mismo que los tacos. En vez de venir la carne el pimiento y la cebolla en la tortita de maiiz, te venía a parte para que te lo montaras tú), y queso fundido con champiñones. Eso sí que está bueno. De hecho, es lo que espero llevarme de México. Esa receta. Aunque se haga con un queso especial.
Por la tarde, fuimos al extremo sur de la quinta av. El día anterior vimos unas duchas publicas. Además la playa era inclusiva. Malo sería que no pudiéramos ducharnos allí. Pues no pudimos. Era inclusiva porque era para discapacitados/minusválidos (siempre tengo conflicto con estas dos palabras), pero las duchas eran exclusivas para ellos. O sea, nos excluían a nosotros. Viendo que no nos íbamos a duchar, aparecieron unos guerreros mayas, vestidos con trajes típicos, y se pusieron en formación debajo del portal maya. Dos estatuas de unos 10 metros de alto con forma de humanos enfrentados formando un arco o un portal por el que podías pasar. En sus bases, figuras y animales típicos mayas. Los guerreros empezaron a formar y sacaron dos tambores. Empezaron a tocar y nos regalaron un baile típico. Parecía que iba a ser peor, pero a medida que avanzaban iban mejorando, incorporándose nuevos guerreros con máscaras cada vez más impresionantes. Plumas, calaveras, escudos, armaduras de madera y pinturas de guerra formaban su atuendo.
Tras toda la tarde en la playa, decidimos buscar unas duchas sí o sí. Y las encontramos. Eran para alquilar. 15 pesos cada uno, o sea, 75 centimos. Eso sí. Las duchas eran como un chorro en la pared, que tapaban las vergüenzas con una chapa metálica que difícilmente se sostenia. Era como la parte de detrás de cualquier taller mecánico. Nos sirvió de perlas.

De ahí, decidimos ir a robar kétchup al macdonalds y hacernos con un puesto de información (cosa imposible). Ya en el coche de nuevo para dormir nos llovió. Una tormenta de aúpa que nos hizo más difícil la noche. Entre los truenos y el estruendo de la lluvia en el coche, con el bochorno que suponía tener las ventanas casi cerradas hizo que yo no pegara ojo. Sara durmió como un bebé.

jueves, 23 de junio de 2016

Playa del Carmen 1ª parte (23/6)

Hemos amanecido. Hemos dormido fresquitos sin ningún inconveniente. Dormimos con las ventanas bajadas y las cortinillas puestas, nadie nos molesta y en Playa del Carmen sí que entra airecito. En Cancún, la primera noche horrible, las otras, aunque bajáramos los cristales el clima tropical podía con nuestro sueño. Pero en Playa del Carmen bastante bien, sudamos, pero no es igual.
Al amanecer queríamos saber dónde estábamos, fuimos a la playa, y después de desayunar, Sara y Gut fueron al baño, yo me quedé en la playa. Nada que ver con isla Mujeres. Una playa de aguas cristalinas, blablá, pero sin más. Con mucha gente y muy explotada. Estaba el día nublado, y a lo lejos, por Cozumel veíamos una nube muy muy negra que venía hacia nosotros. Decido que la mejor opción es volver con ellas. Me encuentro a Sara de camino y ya estaba lloviendo. Nos refugiamos en un restaurante de estos típicos de la playa. Ahí esperamos a que pasara la tormenta cuando se nos acerca un chico, Nico, a decirnos con mal acento que si queríamos jugar al volley o que qué íbamos a hacer. Le explicamos que estamos esperando a Gut y después veíamos. Cuando apareció gut, nos pareció buen plan. Aunque no habíamos jugado nunca, ahí nos pusimos. Bien, empezó a llegar gente, americanos y acabamos en un 5 vs 5 jugando como 3 o 4 horas. Hasta que volvió a llover e hizo imposible la misión.

Mojados, nos despedimos y fuimos a comprar para después comer al lado de un Starbucks en la 5th av. Y aquí estoy escribiendo. Me acaba de hablar Ana, así que coincidir con ella espero que mejore el día lluvioso y gris de hoy. 

Holbox (21/06)

Una noche más, un día menos. Salimos temprano hacia Holbox. Cogimos carretera y tiramos con el GPS intentando evitar la carretera de peaje. Supuestamente eran 4h y 30 más o menos hasta la punta norte de Quintana Roo pero nos lo hicimos en bastante menos. Estaba conduciendo por donde había visto en el avión. Una carretera larguísima y muy recta en la que la vegetación quería entrar. La línea lateral estaba comida por la vegetación así que tenías que conducir prácticamente por el centro de la carretera. Ahí el gps nos falló, nos metimos por la de peaje, pero porque nos dimos cuenta tarde de que teníamos puesta la opción de ir por carreteras de tierra. Qué pasó? Que muchas de esas carreteras de tierra habían literalmente desaparecido por la vegetación. Veíamos resquicios, pero imposible conducir por ahí. Pagado el peaje, el paisaje no cambió mucho, pero sí la carretera. Bacheada y sin asfaltar en algún tramo, íbamos pasando pueblos con muchísimo encanto, pero con la pinta de no querer visitantes. Las gentes se te quedaban mirando con unas miradas dignas de fotografiar. El color de su piel contrastaba muchísimo con el blanco de sus ojos llegándose a ver sus pupilas enteras en muchos de ellos.
Llegamos al último punto más cercano antes de Holbox, Chiquilá. Ahí investigamos como hacer, para intentar pasar el coche a la isla. Imposible, sólo hay cargueros comerciales. Opción? Si queremos ver la isla de Holbox, y sobre todo el placton iluminado por la noche, teníamos que pagar $240 cada uno + $100 de parking, un total de 13 euros más o menos. Decidimos que merece la pena intentarlo. Tras dejar el coche en ese parking, que no me dio seguridad ninguna (dudamos si dejar las carteras o llevárnoslas por la pinta que tenían los adolescentes que se lucraban con eso), pillamos el catamarán rumbo a isla Holbox. El puerto, medianamente bien, con una casa con tejado de paja enorme a la izda y carritos de golf convertidos en taxis para llevarnos a cualquier lado de la isla. No hacía falta, porque de norte a sur la isla tenía 2km. De este a oeste 40km, pero edificado serían otros 2km como muchísimo. Y digo edificado por decir algo. Las carreteras eran de tierra, y las casas bajitas pero con muchísimo encanto, balconcitos y colorines por todos los lados. Fuimos al ayuntamiento para preguntar dónde quedarnos, y nos dijeron que en la playa sin problema. Mientras nosotros nos imaginábamos una playa enorme estilo isla mujeres, nos encontramos con una playa más bien salvaje. Igual nos decepcionó un poco por todo, pero sobre todo porque el sol no brillaba. Cada pregunta que íbamos haciendo nos decía que no teníamos que pasar allí la noche. Ok, en la playa sin problema, pero el placton no se iba a ver porque había luna. Decidimos quedarnos a pesar de todo e intentarlo, cuando de repente vemos un rayo al fondo y un cielo más bastante oscuro que anunciaba agua inminente. No podíamos dejar que se nos mojaran los sacos así que decidimos buscar algún sitio techado. Por otro lado, si había nubes igual sí veíamos lo del placton. Allí que fuimos, donde se veía. De camino nos íbamos encontrando chiringuitos de playa con columpios en la barra, hamacas y  tumbonas. Al llegar a la zona, preguntamos a unos que estaban allí, les contamos nuestras intenciones y nos dijeron que no se iba a ver, y que tuviéramos cuidado con los mosquitos. Solución? Volver. Nos vamos a playa del Carmen y a correr. No sin antes disfrutar de uno de esos chiringuitos. La isla entera es muy Hippie, la definiría como hippie de hecho. Todo el mundo muy amable y despreocupado. Estas se tomaron dos smoodys de mango y plátano y un zumo de naranja.
La vuelta en el barco, yo quería arriba, porque nos habíamos mojado a la ida y fue muy divertido. Bailando yo solo en la parte alta del barco. Carretera de nuevo decidimos no pagar peaje y ver paisaje. A medida que avanzábamos empezó a llover. Con poca visibilidad me puse a la cola de uno y le seguí hasta donde pude. Esta vez la carretera era más estrecha y peor. Sin problema llegamos a eso de las 9 a playa del Carmen.

Una ciudad fiestera, con muchísimo turista de todas partes y preparada a estilo Benidorm. Hoteles a pie de playa y más bonita por la noche que por el día. Primer objetivo comer. Pizza, en la playa. Segundo, averiguar donde dormir. Les preguntamos a unos taxistas y nos lo dejaron claro. El sitio volvía a ser perfecto, a pie de playa con una farola que iluminaba más bien poco, entre dos hoteles con cámaras y aparcamientos públicos en batería.  Una vez localizado el sitio y “hechas las camas” nos fuimos a dar un paseo, en cuanto vimos un Starbucks nos paramos en sus sofás para pillar internet.

cancún (2ª parte) 20/06

Mientras escribía la entrada anterior, nos vino un hombre ofreciéndonos unas pulseras. Para despegárnoslo le dijimos lo que a todos, que estábamos durmiendo en un coche. Pero menciono a este chico, porque pasado un buen rato volvió. Como le dije que dormíamos en un coche, me ofreció trabajar con él vendiendo las pulseras. Ahí le tuve que explicar la situación completa. Pero muy agradable, la forma más sencilla que he tenido de conseguir un trabajo.
Después de comprarme mi nuevo par de gafas que perderé en breves, fuimos al cine. Un cine aparentemente normal. Nos dieron las gafas, la pantalla exactamente igual que siempre y los asientos con reposapiés. Cuando empezó la película, la imagen era en 3D, pero la verdad que se disfruta mucho más todo. En momentos concretos nos echaban aire, o agua, movían los asientos, o daban flashazos por ejemplo con las tormentas. Así durante toda la película, hizo que nos gustara más yo creo que por eso.
A la mañana siguiente, teníamos que estar en el embarcadero a las 9:30. Un barco de vela nos iba a dar un paseo hasta isla mujeres. Llegamos puntuales. Subimos en la proa del barco, con indicaciones en inglés y en español íbamos entendiendo todo. Se trataba de un día de relax en el que disfrutaríamos de Cancún sin preocuparnos absolutamente de nada. Tras un ratito de navegación entre risas y explicaciones… nos paró en mitad del mar, en unas aguas azul turquesa limpísimas para hacer la primera actividad. Yo pensaba que era un parapente atado a la popa del barco y por tandas iríamos subiendo. Pero no, fue simplemente una tela que dependía del viento para elevar como mucho, 3 metros a la persona por encima del nivel del mar. Viendo lo que era, y que nos iba a quitar tiempo para el resto de actividades, decidimos no hacerlo. Continuamos nuestro viaje para hacer el Snorkel. En el arrecife cercano a isla mujeres se encuentra la mayor variedad de peces de la zona, además de un museo marítimo que sólo se puede disfrutar buceando o haciendo snorkel. A eso sí que le tenía ganas. Nada más tirarnos del barco, metías la cabeza y ya veías bancos y bancos de peces. A medida que íbamos avanzando con las aletas y mirando hacia abajo, veíamos el arrecife, con todo lo que nos habían prometido. La verdad que no nos decepcionó, fue increíble encontrarnos ahí relajados mientras seguíamos al resto del grupo “Paradise”. Antes de llegar al museo, vimos un coche escarabajo antiguo ahí sumergido. No entendíamos qué hacía ahí, alguna que otra broma y ahora sí el museo. Estatuas sumergidas en las que las algas y el óxido habían dado buena cuenta de ellas, pero la imagen espectacular. La verdad que no pude disfrutarlo mucho porque en ese momento, perdimos a nuestro grupo, y más concretamente al chico que nos iba a dejar la go pro para hacernos alguna foto. Ya embarcando de nuevo, fue cuando la utilizamos.
En ese momento nos abrieron la barra libre, podíamos beber lo que quisiéramos. Después de varios días bebiendo agua calentorra, la aprovechamos bastante bien. Llegando a isla mujeres, un tiempo espectacular, con puestecitos para turistas que buscaban relacionar algo español para llamar nuestra atención (por ejemplo, un vendedor se llamaba Fernando Alonso) con cosas bastante diferentes y muy apetecibles todas ellas. Máscaras, vestidos o souvenirs en general. Caminamos hacia donde sabíamos que estaba la mejor playa y sí. La mejor playa en la que he estado nunca. Agua cristalina caribeña al lado de las palmeras. Lo típico que se ve en la televisión lo estábamos disfrutando. A mi me vino a la mente el anuncio de Curro, que seguramente andaría por ahí (si es que ese hombrito sigue vivo). El agua con la temperatura perfecta, para refrescarte pero sin pasar frio, ni una sola ola, un mar muy tranquilo, con unas vistas espectacularmente paradisíacas. Mereció la pena meter el móvil en el agua, porque las vistas desde ahí eran realmente bonitas. No cubría prácticamente nada, llegaba por debajo de los tobillos como hasta los 100 metros hacia adentro. Hacía allí, el caribe que cambiaba a azul oscuro un poquito más adelante y justo al otro lado, la playa con arena blanca y palmeras. Nada explotado, y con la cantidad de gente que hace que no estés incómodo. Perfecto. Estuvimos disfrutando de la zona hasta que vimos algo raro en el agua. Nos encontramos un pez de medio metro por medio metro, con un mordisco. Estaba perfectamente limpio y tenía un bocado en la panza. Lo saqué del agua bromeando con algunos de los que me iban mirando.
Ahí me fui nadando para conocer más la isla y la verdad que muy bonito todo, iba cambiando un poco el paisaje, con el mismo agua pero cambiando las palmeras por rocas. A la vuelta, me di cuenta de la hora y movilicé a estas, a regañadientes echamos a andar lo más rápido que podíamos porque el barco nos dejaba ahí. Quemándome los pies iba delante hasta que llegamos. Llegamos 5 minutos tarde, y el barco estaba zarpando, esperé a Sara, los dos tuvimos que dar un saltito, pero Rut que iba más atrás, tuvo que saltar bien para llegar. Se iban sin nosotros.
De ahí fuimos a comer a un buffet libre, en el que repusimos fuerzas con arroz spaguetti, pescado y pollo. Una comida que… sin más, pero que nos supo a gloria. En la playa con vistas al caribe y dos hamacas que después probaríamos. Estuvimos ahí relajados y haciendo nada, simplemente disfrutando.
Vuelta al barco y para Cancún otra vez. Estuvimos ahí 5 horas y la verdad que hubiéramos estado más. Isla mujeres es la más bonita de todas las playas que hemos podido disfrutar por esta zona. Con energías renovadas, fuimos a dar una vuelta por allí. Conocimos un centro comercial y un supermercado con unos souvenirs que caerán si volvemos a Cancún. Baratos y bonitos, buenos… no sabemos. Antes de continuar caminando, vimos una ducha de un Hotel muy cuca y muy recogidita. Era nuestro momento. Después de 5 días sin ducharnos, sacamos el champú, y que nos dijeran algo. No lo hicieron así que perfecto. Fuimos caminando conociendo más tiendas de souvenirs, un poquito más la zona de fiesta de Cancún y cuando vimos oportuno nos metimos en la playa. Volvimos al coche y a dormir para el día siguiente.

Cancún realmente es una ciudad bastante normal, tiene la zona centro, con sus edificios como la mayoría de ciudades de la zona y la zona hotelera. Que son 20km de paseo separado de la ciudad. Es como una mini isla en la que puedes acceder desde el extremo norte de la ciudad o desde el sur. Es curioso, porque entre la zona hotelera y Cancún, hay un “lago” plagado de cocodrilos. La zona hotelera, la atraviesan 2 carriles de ida y 2 de vuelta, con Hoteles para aburrir en la zona de la playa, y supermercados o tiendas en el lado de los cocodrilos. La playa, ya sabéis, cristalina azul, con olas blablá, pero con unos lagartos de 1 metro de largo más o menos que nos daban los buenos días en el aparcamiento donde dormíamos.

lunes, 20 de junio de 2016

Cancún primer día (1ª parte) 20/06

El día amaneció un poco nubloso con el mismo calor. Ahí ni tormentas ni nada. Era un lugar perfecto. Recogimos el campamento y bajamos a desayunar a la playa a eso de las 9 de la mañana. Ahora veíamos lo que había. Estábamos en una playa rodeados de lagartos más grandes que iguanas, pájaros extraños, cocodrilos y delfines. Nada más acercarnos a la orilla vimos a lo lejos un delfín y pensamos en bañarnos tocándolos. Las aguas azul turquesa del caribe con unas olas que te retaban a meterte. Nos acercamos donde había gente metida, porque seguíamos con muchísimo calor, pegajosos entre la humedad y el sudor. La verdad que asqueroso, y lo que más queríamos era meternos a pesar de haber bandera roja lo hicimos.
La arena era húmeda, era fina pero húmeda, se te pegaba al primer contacto. Nos metimos en el agua. Perfecta de temperatura, lo suficientemente fría como para querer entrar a refrescarte y lo suficientemente caliente como para no querer salir. Además las olas hacían que fuera divertido. A primera hora la resaca era bastante considerable, así que nos metimos lo justo. A medida que iba subiendo el sol, que salía por el horizonte del mar ubicado al este, el mar se iba tranquilizando, permitiéndonos disfrutar de él. Nos metimos un poco más, y las olas parecían a las del acuópolis. Esas que piensas que no existen. Que son tan altas que te pasan dos metros por encima. Genial. Acabamos los tres quemados, pero mereció la pena.
Ya más limpios con el agua de la ducha, decidimos ir a un punto de información (que al día anterior estaba cerrado por ser domingo y dia del padre), a comer, y al cine. Hemos decidido tomarnos este último tramo del viaje como unas vacaciones reales. Disfrutando y sin correr. Playa sol y descansar, a pesar de dormir en un coche.
Cuando fuimos a arrancar, los elevalunas subían demasiado despacio. Metí la llave, di contacto y clac. Nos habíamos quedado sin batería. Fácil solución, preguntando a la gente en un parking ahora abarrotado a pie de la más famosa playa de Cancún, la isla de los delfines. Además tuvimos la suerte de que el chico que tenía las pinzas, era mecánico. Lo dejamos todo en sus manos.
Aparcamos en un punto de información y hablando con el chico le sacamos toda la información. Un chico super majo que nos explicó sin poner un mal gesto durante casi una hora y media todo lo que necesitábamos saber. Por ejemplo, que está permitido acampar en la playa, por ser pública. O un paseo por Cancún que dura todo el día que narraré en la siguiente entrada. Nos pusimos al día en cuanto a cenotes, pirámides y todo absolutamente todo.

De ahí fuimos al centro comercial a por internet, y a ver la película en 4D de Alicia. 4D os recuerdo que es, cine en 3D con efectos especiales de viento, o de olores o de mover la silla.

viajando entre dallas y cancún 19/06

En cuanto llegamos a Dallas, a eso de las 3 de la madrugada, buscamos un sitio para dormir. A sara y a mi nos pareció buen sitio debajo de los asientos de la puerta 3 de la terminal. Allí sí que dormimos, que no descansamos, mientras la gente nos miraba en nuestros sacos como si fuera algo normal. A las 8 nos despertamos (con el cambio horario perdimos dos horas ahí. Dormimos 3) porque venía a buscarnos un amigo de Gut para desayunar. El último desayuno americano fue igual que el primero. Huevos revueltos con Bacon, nos dimos el capricho. Sí. Capricho.
Ahí sin más. Pasaron las horas para volver a volar esta vez sí directos a Cancún. Al entrar en tierra mexicana, vimos el Yucatán desde el cielo. Arboles, arboles y más árboles, todos los que os podáis imaginar estaban ahí. Cada uno de su altura, color tamaño. Imprsionante. Aquí sin duda la naturaleza ha ganado al hombre (Por ahora). Ningún pueblo, ninguna carretera, nada. Solo árboles y algún que otro cenote o charco que igual tenía sus 5km cuadrados. Nada más llegar, y comprobar lo absurdo que son las aduanas (nos pidieron una dirección y la pusimos con la provincia errónea) alquilamos el coche. Un jeep que nos serviría para dormir en él. Así lo habíamos decidido y así lo hicimos. Llegamos y nos tocó pagar un seguro que no aparecía por ningún lado. La mala suerte se estaba haciendo con el viaje. Hicimos videos y comprobamos con el chico cada uno de los mini arañazos que tenía.
Una vez en él, me sorprendió su potencia y su tamaño. Llegamos a Cancún y lo básico era saber dónde dormir y dónde comer. Fuimos al ya conocido Wallmart, un supermercado con todo tipo de productos. Alli, compramos a parte de comida, un par de quitasoles para tener más intimidad y algún que otro cachivache para cargar el móvil desde dentro y tal. A cada persona que pasaba le iba preguntando por una zona para dormir. Nadie coincidía, todo el mundo nos recomendó no dormir en la calle en México. Maleantes, los propios policías corruptos o las tormentas podían estropearnos algo más que el bolsillo y el viaje. De todas las opciones que nos dieron, la que vimos como mejor, fue la de un mirador en la playa donde hay cámaras de seguridad. La única pega que había era riesgo de huracanes. Pero viendo lo visto… no parecía que fuera a pasar nada. Allí fuimos. Viendo señales de cuidado con los cocodrilos o los tiburones… encontramos el lugar y nos pareció perfecto.
Cenando en la playa a las 10 de la noche pudimos descansar algo, que no dormir mientras bromeábamos y venían las sonrisas y el bien estar de nuevo. Subimos para dormir al mirador y decidimos que la mejor opción es darle la vuelta al coche, con el culo en el mirador y el morro mirando a la carretera. Una vez dentro, empezamos a ver el gran inconveniente en el que no habíamos pensado. El calor. Estamos en el caribe, con un clima tropical húmedo no, lo siguiente, y una temperatura de 30 y pico grados. Si abríamos las ventanas, llamábamos la atención, si las cerrábamos nos deshidratábamos. Punto medio. Abrimos un poco, pero el calor seguía siendo asfixiante. Aún con dudas de si lo que estábamos haciendo era legal o no… se acerca un coche de policía. Se para. Nos mira. Se acerca. Empieza a dar vueltas alrededor del coche hasta pegar su cara al cristal para ver qué había dentro. No nos veía ni asomándose. Tuve que incorporarme y abrir las puertas mientras que le preguntaba si había algún problema. Con un gesto de su mano nos tranquilizó. Un gesto de… bah. No pasa nada.

Dormimos con un calor de aupa, sudando muchísimo los 3 tirados en el maletero, cabíamos bien pero el sudor nos podía. Durante la noche, nos despertó un coche que se puso a nuestro lado con música discotequera. Rut, cansada de tanto calor se fue al asiento del copiloto. Sara y yo dormimos bastante bien para lo que era.

gran cañon y Sedona 18/06

De madrugada nos despertamos para ver amanecer desde el gran cañón. A eso de las 3:45 pusimos las alarmas y después de recoger helados de frío, y de parar en el Mcdonalds para que estos desayunaran algo, fuimos hacia el parque del gran cañón. Yo había mirado todo lo que había que ver, dónde dejar el coche y en definitiva había planeado para que todo fuera perfecto.  Pero confiamos en la posibilidad de que Shaun y Ash conocieran la zona. La noche anterior nos había dado una pista, pero el día del gran cañón nos confirmó que no tenían ni puñetera idea de lo que hacían. Me frustraba cada vez que veía un cartel de Parking y Shaun se lo saltaba, la verdad que estaba bastante quemado. Tras otras dos vueltas absurdas en las que casi atropella a un ciervo que se cruzó de improviso en la carretera, dejó el coche en uno de los parkings que yo conocía. Con el susto en el cuerpo por el volantazo (yo y mi sangre coagulada ni me inmuté por el ciervo), salimos todos del coche cuando empezábamos a ver cómo aclaraba el cielo.
Llegamos a las 4:30 a un mirador de dentro. Una pasada. La vista ya la sabéis. El desnivel impresionante, la atmósfera ayudaba a saber qué parte estaba delante y cual detrás. Digo ayudaba porque la inmensidad del abismo no permitía saberlo exactamente. Un fenómeno de la naturaleza disfrutable no solo por los ojos, la emoción de estar ahí entraba por los poros a pesar de haber descansado prácticamente nada. Con los pantalones largos, la sudadera, y algunos con mantas, estábamos rodeados de chinos que estaban preparados para captar el primer rayo de sol. Esperando, llegó el momento. A las 5:11 salió el primer rayo por el lado este del cañón. Nosotros habíamos entrado por el sur así que a nuestra derecha, allí a lo lejos entre las partículas de la atmósfera. Cuando terminó de salir, nos dimos cuenta de que el paisaje iba cambiando. A medida que ascendía la luz, iban apareciendo nuevas montañas, nuevos recovecos, el rio, y todas las grietas que tenían los acantilados. Podrías estar haciendo fotos todo el día en el Gran Cañón que cada una de ellas sería diferente y todas igualmente espectaculares. Obviamente no porque la fotografía sea buena, sino por lo espectacular de la zona.
Después de 2 horas embobados mirando, nos movimos. Fuimos a uno de los acantilados donde el paisaje era prácticamente el mismo. Y de ahí al punto de información para preguntar cómo movernos por el cañón. Como Shaun no planteó bien la pregunta, le dijeron que en bus, pero en bus gratuito, no podía subir el perro. En mi obsesión por organizar todo, había visto antes que el paisaje cambiaba muchísimo hacia el este. Hasta un punto que estaba a 22km el punto navajo. Cuando se lo planteé a estos, recibía la misma respuesta que el día anterior, nula o pegas absurdas. Pegas absurdas como… 1milla / 1,6km, decían que el símbolo /, era en realidad un 1. Para hacernos ver que eran 16 km. Siendo más flexible les propuse quedarnos más cerca a lo que en seguida respondieron con un Sí contundente. Estaba claro, nos iban a arruinar nuestra visita al gran cañón. Caminando recorrimos la distancia mientras el sol seguía subiendo. Empezamos a vislumbrar los tonos rojizos y acantilados aún más bestias.
Cuando llegamos al punto, Sara y yo ya estábamos tirándonos de los pelos por no poder disfrutar la experiencia por completo. Además, el resto no ayudaba, se pusieron a grabar videos promocionales para que les patrocinaran en su viaje misionero a México. Ahí aparecieron dos españoles viniendo desde el este y aproveché para preguntarles. Iban despilfarrando. Nos recomendaron un sitio que vio sara en internet. El cañón del antílope, el típico fondo de Windows, nos dijeron que había que pagar 96$ y que entrabas desde abajo mirando la grieta. Estaba a 200km así que lo descartamos. Nos dijeron también que lo que yo había visto en internet tampoco merecía tanto la pena. Así que empezó a mejorar el día en ese momento, cuando la frustración empezó a desaparecer. Decidimos ir al visitor center de nuevo para preguntar por nuevas cosas que ver. Queríamos bajar al colorado, a la grieta pero había que reservar y era imposible. Lo mismo pasaba con las reservas de indios. Nos aconsejó la ruta que yo decía. La 65E. Esa nos llevaba por todos los puntos, nos acercaba a Phoenix y a nuestro destino en definitiva.
Decidimos hacer eso pero antes un descansito para comer a eso de las 11 de la mañana. Comer, porque las 11, con el cansancio que llevábamos parecía las 9 de la noche.  Decidieron no parar en todos los puntos, sólo en uno. Cosa en la que cedí. Dijimos parar en el más lejano, entre el punto navajo y Desert View. Cogimos el coche y carretera de nuevo. Me pusieron el GPS y me dijeron sigue las instrucciones. Todo el mundo iba durmiendo mientras yo, iba conduciendo y disfrutando del paisaje. La verdad que parecía todo muy similar, así que llegado al Desert View, cuando vi el cartel en la carretera, y viendo que Shaun me preparó el GPS para no parar… decidí hacer caso al GPS. Estaban todos dormidos y cuando se despertaron y vieron que el gran cañón estaba lejos, se pusieron un poco tristes. Igual que yo, que me hubiera gustado despedirme de otro modo.
Ya bajando y todos despiertos vi un punto chulísimo, en el que pregunté si querían parar y no me hizo falta ni un “lo que queráis”, para desviarme de la carretera y meterme a saco para hacer un par de fotos a ese sitio. Esta vez la grieta era igualmente grande, pero debía ser el inicio, era literalmente un acantilado en mitad del desierto con otro bloque casi igual en frente. Como si la tierra hubiera decidido abrirse por ahí en un momento dado.
Ya lejos de esa zona, como a 200 km, estábamos llegando a nuestro destino. Al pasar Flagstaff (una ciudad sin nada) empezamos a ver dónde nos estábamos metiendo. Media hora de bajada en la que veíamos árboles altísimos. Me sorprendió al empezar la bajada, en frente tenía un mural de árboles. A medida que la cuesta abajo empezaba… los árboles no parecían tener fin. Ese paisaje nos acompañó la próxima media hora. Impresionante. No tanto como el lugar al que íbamos. Aparcamos.
A pie, llegamos a una zona en la que había un parque, parque cuidado modo Aldehuela, con una cabaña para cambiarte, sus aseos y demás. Pero el paisaje desde ahí, fue lo mejor del día, y recuerdo que veníamos de visitar el gran cañón. Desde abajo, veíamos a nuestra izquierda una montaña rojiza en la que los árboles intentaban sobrevivir. Los que lo conseguían eran un verde intenso. Roca roja y verde oscuro intenso. Los árboles estaban más lejos de lo que parecía, pero al ser tan enormes, el paisaje jugaba contigo. En ese valle, nos íbamos a bañar, no sabíamos muy bien donde. Cuando llegamos después de recorrer ese parquecito como de entrada con esas vistas, vimos unas escaleras a nuestra derecha que bajaban como si se tratara de La Nieta. A esa zona tampoco podían entrar los perros, así que Shaun y Ash se quedaron. Nosotros 3 bajamos. Cuando pensábamos que el paisaje no podía mejorar, lo hizo. Un enclave natural precioso, rojo verde y azul. Charcas que se metían entre la erosión de las rocas rojas. Esas charcas comenzaban en unas cascaditas, y entre medias, para pasar de charca a charca había rápidos estrechos. Había muchísima gente que saltaba al agua y se divertía. En esa zona me harté a hacer fotos. Me encantó. Sara y yo nos metimos al agua sin dudarlo, Rut se quedó fuera. Tras inspeccionar la zona, subimos los tres a la zona con cascadas. Lo dicho, una zona que me gustó más que el gran cañón y de la que tengo muchísimas ganas de enseñar fotografías. Visita obligatoria para ir a ver, el parque de Sedona.
Volviendo a casa, las montañas rojizas seguían con nosotros. Tras pensar un rato en cómo describir aquello, pude ver una forma familiar. Un color y una imagen con la que todos podáis sentir lo que estábamos viendo. Cuando era pequeño, hacía barquitos con la madera de los pinos, ese corte que se formaba, perfectamente limpio en algunas zonas, e irregular en otras era exactamente lo que veíamos convertido en montaña. Las vetas de la madera, en este caso eran las capas de la tierra, y el color rojizo del corcho era la pura roca puesta ahí de manera abusiva.

Llegamos a casa destrozados y marchamos al aeropuerto a eso de las 10 de la noche. Nos despedimos de Shaun y Ash entre risas y gritos. Al llegar, nos esperaba una sorpresa desagradable. Al hacer el check in, nos dicen que no podemos meter las maletas. La de sara no entraba en tamaño. Al ser una compañía low cost, tuvimos que facturar una y llevar 3 como equipaje de mano. 52$ la bobada. A la 1 despegó el avión, o eso dicen, porque las cabezadas que iba dando no eran normales. Ese viaje se me hizo largo. A pesar de dar cabezadas, no era capaz de dormir. No sé si por estar sentado, por el frío que hacía dentro del avión o por saber que duraría solo 2 horas. El vuelo haría una escala de 7 horas en Dallas. El lejano oeste, que parecía cercano hacía unos minutos, volvía a hacer honor a su adjetivo.

camino al gran cañon 17/06

Dos días de relax en casa de Shaun y Ashley en los que acordamos qué hacer con el cristal. Decidimos mitad y mitad. Nos tocaría pagar 150$, lo que supuso como si hubiéramos alquilado un coche básicamente. Partimos hacia las 5:30 de la tarde para llegar al gran cañón a las 9:30 el viernes 17. Ahí condujo Shaun, dando volantazos y siendo un poco brusco en mi opinión.  Ibamos, Sara gutt y yo detrás como latas en sardinas y de vez en cuando se nos unía el perro de estos. Ryder. Cuando llegamos, mi idea era la de acampar en el gran cañón, dentro del propio parque. Pero por lo visto ellos tenían otra idea. Querían camping, pero fuera del parque. Entramos en uno en el que íbamos viendo gente con hogueras, había parcelas semi vacías y sara y yo no entendíamos por qué no paraban en cualquiera de esas para dormir. Salimos de ese camping y nos acercamos un poquito más al gran cañón para entrar en otro. Esta vez sí, una carretera de tierra tenía números que delimitaban las parcelas. Después de otra hora viendo sitios vacíos pasar (o en los que había sólo un coche) deciden que no. Que vamos a buscar otro sitio porque según ellos , sólo podía haber un vehículo por parcela. Los campings que llevaba mirados yo, cerraban a las 22h así que ya era demasiado tarde. Estuvimos dando vueltas, entramos en el pueblo de Tusayan y barajamos la posibilidad de dormir en Hotel (descartada por el perrito) y dormir sentados los 5 en el coche. Cuando parecía que esta opción iba a ser la buena deciden por su cuenta (como todo en este viaje) que vamos a volver al camping segundo. Sara y yo estábamos desquiciados porque ante mis propuestas, se reían o directamente no contestaban, y se sabe perfectamente la diferencia entre no escuchar y no querer escuchar. Al final, 2 horas perdidas para acabar donde Sara y yo decíamos. En una parcela del segundo camping. Una vez localizado el sitio, sacamos la tienda, hinchamos un colchón y “dormimos” los 5 apretujados y fatal.
Durante la noche, el maldito perro se acomodó entre Sara y yo. Digo maldito perro, porque ya teníamos experiencia con perros en acampadas y nunca sale bien. Esa noche, Ryder estuvo alerta, asustándose por cualquier movimiento que había (como moscas o viento en los árboles). Levantaba la gaita y ladraba mientras sus dueños dormían. Pasamos una mala noche, ya no sólo por el perro, sino porque estábamos los 5 en un colchón hinchable apretujadísimos y con un frío del copón. La diferencia de temperatura podía ser fácilmente de los 45 grados durante el día y los 7 durante la noche.

Lo que me gustó de esta experiencia fue el cielo. La tienda de campaña tenía una rejilla en el techo así que las vistas nocturnas entre pinos y abetos eran espectaculares. Además dos días después habría luna llena, así que la luz perfecta. Estar con semejante estampa me gustó muchísimo y es una experiencia completamente recomendable ya que nunca me había sentido tan en contacto con la naturaleza en una acampada. A eso de la 1:30 escuchamos un aullido que no era de lobo. Yo pienso que pudo haber sido un coyote lejano. 

viernes, 17 de junio de 2016

Los Ángeles y atardecer en el desierto (15/06)

A la mañana siguiente nos pusimos en marcha a las 6, como había tenido tiempo de sobra para pensar la noche anterior decidí que la mejor opción era, 1 ir al Starbucks a pillar internet, 2 buscar algún taller cercano, 3 avisar a Shaun y Ashley de lo que había pasado y 4 dependería de lo que nos dijeran en el taller.
Así lo hicimos, con trocitos de cristal cayendo fui conduciendo hasta el Starbucks más cercano. Allí no me hizo falta buscar mucho, vi a un hombre hablar español que parecía de la zona. Tenía un chaleco de estos acolchados como de trabajador (o mecánico o albañil. Y por mi padre sé que se las saben todas). No me equivoqué. Le pregunté y tenía la tarjeta de un mecánico que te cambiaba el cristal barato, rápido y en el sitio. El hombre le llamó y le dijo todas las instrucciones para que yo no tuviera que hacer nada. La ciudad será fea, olerá mal y no merecerá la pena verla, pero la verdad que el contacto que tuve con la gente preguntando y tal… muy agradable todo el mundo. Estuvimos esperando hasta las 10:10, hasta que se puso a arreglarlo. Quitó el cristal echo añicos y puso uno nuevo, cuando fue a subir de nuevo el elevalunas, volvió a estallar. Esta vez sí los pedazos saltaron y le cayeron encima al hombre que se quedó petrificado durante un rato hasta que con una sonrisa se giró y nos dijo… estalló.
Estuvimos mirando entre los dos el mecanismo y aparentemente estaba todo bien. No tiene mucho misterio un elevalunas eléctrico. Así que nada, dijo que iba a ir a por otro cristal que si le esperábamos. No teníamos otro sitio al que ir así que sí. Le pedí los guantes y me puse a quitar los trocitos de cristal que quedaban en la puerta. Cuando llegó de nuevo (2 horas más tarde) volvió a sacar todo el mecanismo y estuvo arreglando alguna cosa que estaba mal. Cuando volvió a subir el nuevo cristal, volvió a estallar así que nos rendimos. El hombre no nos cobró absolutamente nada, así que con todo el cansancio decidimos volver a Phoenix y dejar el coche lo más seguro posible en el parking de la universidad de Shaun.
Pero antes de eso, fuimos a ver rápidamente la playa de Santa Mónica (sin más, con un parque de atracciones en ella) beberly hills (en el que pasamos con el coche sin pena ni gloria viendo palmeras y mansiones enormes de famosos) y el cartel de Hollywood. En Santa Mónica fue gracioso, porque dejamos el coche mal, fatal aparcado, bajamos corriendo a la playa, nos hicimos la foto y de nuevo para el coche.
El cartel de Hollywood, está bastante escondido. No se puede acceder a él fácilmente, pero tengo el mejor gps del mundo y nos llevó hasta un mirador increíble. Perfecto para sacar 4 o 5 fotos y de camino a Phoenix.
Supuestamente a Phoenix se tarda 5 horas y media, pero nuestra ciudad favorita tenía un tráfico adorable. Tardamos 8 horas en llegar. Ahí se puso a prueba mi paciencia y mi límite tanto físico como mental. Sara se ofrecía para conducir, pero si yo estaba cansado ella también y la verdad es que se me hace más corto el viaje si conduzco yo. La verdad que el paisaje nos estaba regalando todo lo que no nos había ofrecido los angeles, una ciudad que no recomendaré a nadie. Independientemente de nuestra mala experiencia allí, la ciudad no tiene absolutamente nada. No compensa viajar hasta allí y encontrarte con km y km de tráfico. Sí, cierto, tienen 4 carriles de ida y 4 carriles de vuelta (como la m40) en su punto más pequeño, en las zonas más anchas podía haber 7 de ida y 7 de vuelta. Ahora bien, estuve mirando transporte público allí y fatal. Así que todo el mundo tiene que coger el coche y la carretera por la que íbamos era la que atravesaba la ciudad de este a oeste por las afueras, como una especie de m40 con el tráfico de la m30.
Lo dicho, cuando salimos de allí y atravesamos california, supimos cuando entramos en Arizona, el calor había vuelto. Esta vez, anocheciendo se agradecía sin ventana. Como decía antes, el paisaje espectacular. Ninguna cámara es capaz de robar esos colores y esa luz que parecía querer jugar con mi mano en la ventanilla. En frente de nosotros un cielo ya oscurecido, detrás el sol poniéndose, un degradado impresionante desde el azul hasta el naranja árido por donde se estaba poniendo el sol en el que las montañas desaparecían a medida que la luz escaseaba. Todo bañado al principio por un color rojizo, después por un tono malva. Las siluetas azules de las montañas cortaban el cielo en un amarillo oscuro, luego claro (por el reflejo del desierto) luego rojizo para tirar al azul del cielo. IMPRESIONANTE. Me quité la espina de no haber podido ver anochecer en el Sáhara. Mientras Sara hacía fotos, yo cantaba y sonreía, porque a pesar de todo, estaba muy a gusto, estaba donde quería estar quizás con alguien más que sólo con Sara y Ruth en el coche.
Por ejemplo con Chus, que lo habría disfrutado más que nosotros, en Juana que habría supuesto un reto para ella pintarlo y en Ali que creo que también lo habría disfrutado, no sé si tanto como nosotros. Sobra decir que con Ana, porque la única noche que no me hubiera gustado que estuviera conmigo, fue la anterior. Pensé en Arancha del curro que creo también lo hubiera disfrutado. Pero de la gente que conozco, pocos más habrían apreciado eso. Igual conozco a demasiada gente que pasaría mucho tiempo en Las Vegas.
Tras la paliza de día, llegamos para aparcar en la uni y los seguratas se nos pusieron modo seguridad estadounidense, con una mano en el arma y con la otra haciéndonos gestos TDPA. No nos dejaron pasar hasta que llamamos a Shaun y se lo pasamos al militar.

Una vez en cama después de más de 1800km conduciendo en 3 días, toda la aventura se convirtió en anécdota. 

Viaje a Los Ángeles (14/06)

Cuando amanecimos, decidimos ir a pillar souvenirs. Una tienda enorme al norte para después dirigirnos al sur y hacernos la foto según nos dirigíamos a los ángeles, con el cartel típico de las vegas. Nos esperaban otras 5 horas de viaje. Este nuevo viaje y alguna ayuda por parte de Ana, hizo que volviera a “recordar mi nombre en el desierto”. Pensé mucho mientras conducía, el amor que siento por mi familia y mi chica ahora mismo hace que esas 5 horas se pasaran rápido. Atravesamos nevada para llegar a california. De camino vimos desierto como tal. Con sus dunas y su arena fina. Atravesamos la que se conoce como “Death Valley” (el valle de la muerte”, la temperatura más alta en todo el planeta, y nosotros lo estábamos atravesando a eso de las 2 de la tarde, nosotros y nuestras santas narices. Ni ventanas bajadas ni aire acondicionado funcionaba contra semejante locura de calor. En este viaje el paisaje volvió a cambiar muchísimo. Estamos hablando de 5 horas de viaje. Es como ir desde Santander a Cáceres (la verdad que pensándolo así, no cambió tanto como podría cambiar de Santander a Cáceres). Nevada y california son muy parecidas. Sí, descendió la temperatura, pero el 80% del viaje fue desierto. Aquí pudimos ver un tren aún más largo que el que vimos el primer día de viaje. No exagero si digo que fácilmente llegaba a los 2km de longitud. Lo veíamos en el horizonte, pero no parecía tener fin. Nunca había visto a nada tan grande moverse. Además, coincidió justo con un mar de placas solares, el reflejo hacia que pareciera un auténtico mar.
Entrando en Los Angeles, estuvimos como 1 hora y llegamos a la mitad. Una ciudad inmensa y sobrevaloradísima. Conocidísima en todo el mundo pero que realmente no tiene absolutamente nada. Nos arrepentimos muchísimo de haber gastado tiempo en LA. Según llegamos, aparcamos en un parque. Un parque donde nos habían dicho que se podía dormir, pero no lo vimos factible así que decidimos ir a ver el paseo de la fama. Otra media hora de carretera y otro rato intentando encontrar aparcamiento. Lo dejamos como a 2 km del paseo, así que un ratito caminando. La palabra es decepcionante. Es una ciudad pobre, con casas bajitas y sí, un centro con rascacielos pero no hay nada famoso. Ningún edificio conocido o que merezca la pena visitar en el centro. Vimos mucha gente en la calle tirada, cada dos calles olía a meado y la verdad que no sentía ninguna seguridad. En el paseo de la fama, una calle sin más pero con estrellas en el suelo. Sí, ejercicio obligado el buscar a tu artista favorito y sacarte una foto con él. Estuvimos con la bobada entretenidos como 4 horas. Según íbamos por la avenida, nos iban parando para ofrecernos cosas. Un hombre nos ofrecía una visita guiada por Beberly Hills santa Mónica y el cartel de Hollywood (lo que habíamos ido a ver realmente), empezó en 40 y lo bajó hasta los 15 “por ser nosotros”. Para despegárnoslo tuvimos que decirle que íbamos a dormir en el coche. Seguimos avanzando y otra nos para, y mi reacción fue coger lo que me ofrecía un papel. Nos empezó a comer el tarro diciéndonos que si nos interesaba la mente humana, mi verdadera perdición fue cuando dije YES. Nos empezó a liar de tal manera que acabamos en un cine viendo una especie de película promocional de un libro que vendían. Curiosamente funcionó, me dieron ganas de comprar Dianetica pero obviamente no (después en internet he visto algo así como que es una secta y tal, y no sé si me inspira mucha confianza la verdad). Cuando salimos del cine me propuse hacer una foto a cada uno que conociera para después sacar un porcentaje entre la gente que sí y la gente que no.
Llegamos caminando hasta el principio y no pudimos llegar hasta el final. Sí, tiene inicio y final, son 1,3 millas (2km) pero el problema es que nos dimos cuenta que no solo había estrellas en la principal, sino en alguna perpendicular también así que desistimos. No sin antes estar en el Dolby Theatre (donde se entregan los oscars) y en el Grauman theatre, donde están las huellas de manos y pies de grandes estrellas como Will Smith o Jhony Deep. Estuvimos un buen rato ahí, pero no pude encontrar a mi actor favorito. Sí que hicimos la foto a la estrella de maná por ejemplo o a la de Peter Jackson, aquí me acordé bastante de Jorge.
Después de esto fuimos a buscar un sitio donde pasar la noche. Queríamos un sitio cerca de la playa para el día siguiente disfrutar santa Mónica. Así que otros 45 min de coche hacia esa zona. Cenamos y comprobamos que ahí, no podíamos dejar el coche, cerraban a las 2. Así que de nuevo carretera y vimos una gasolinera aparente y un sitio donde no había ningún coche ni ninguna luz. Gutt quería un sitio y sara otro, así que elegí la gasolinera.

Nos estábamos preparando para dormir y decidimos, tumbar el asiento del copiloto hacia detrás, y tumbar los dos asientos de detrás hacia dentro. Metimos todas las cosas del maletero en el asiento del conductor. Sara y yo nos lo montamos muy bien. En la base pusimos un saco y extendimos el otro. Con nuestras cabezas en los asientos tumbados y nuestros pies metidos en el maletero, cabíamos bastante bien, lo malo es que nos escurríamos un poco hacia el maletero. Tapamos todas las ventanas con telas (camisetas, toallas… lo que teníamos), cuando pienso que igual 3 personas en un coche cerrado por completo no es bueno, así que decidimos quitar la tela del asiento del conductor para bajarlo. Cuando Ruth dio al botón para bajar el elevalunas, estalló. El cristal del conductor se hizo añicos no sabemos muy bien por qué. Lo primero que hicimos fue mirar a ver si había alguien fuera, pero no. Así que así “dormimos”. Pongo comillas porque yo no pude pegar ojo. A pesar de que estaba cansado, estaba alerta y preocupado por si pasaba algo. Sara y Rut durmieron, pero no sé si descansaron algo.

Las Vegas (13/06)

 Estos tres o cuatro días he tenido unos altibajos muy fuertes. El viaje a las vegas lo disfruté mucho, pero el día en las vegas nada. Desayunamos lo que nos dieron en nuestro “Fortune Hotel” y tras una charla eterna con un hombre que nos contó su vida, fuimos a la piscina. Agua fresquita para un calor que aumentaba a medida que se acercaban las 2 de la tarde. Me quemé bastante. Ahí descansé un rato y salimos a conocer las vegas.
Salimos de día, y la verdad que me gustó igualmente de día como de noche. De día, puedes apreciar la extravagancia en los edificios, sobre todo por sus formas. Por la noche en sus colores. Aparcamos el coche en el 5º piso del Venetian. Todo lo relacionado con el Venetian y sus alrededores está ambientado en Venecia. Fue el hotel que más me gustó. En la parte “fea” unas macetas enormes te daban la bienvenida al hotel, los encargados de etiqueta perfectos, en el techo alguna que otra pintura clásica enmarcada en círculos dorados, y puertas enormes. La parte bonita, en fin. Una delicia para los ojos. Los canales venecianos con sus góndolas, puentes renacentistas que daban a la acera del strip, torres altas y balcones decorados, un suelo adoquinado, todo en un color hueso deslucido que imitaba esa piedra tan característica.
De ahí nos dirigimos a intentar ver algún show de esos gratuitos de cada hotel, íbamos a ver la erupción del volcán del “Mirage”. Un hotel montado sobre cataratas y una imitación de una selva. Impresionante a su modo. En este caso, la entrada del hotel estaba más alejada de lo normal, vimos un cartel que te daba la bienvenida al Mirage y esa zona de cascadas, pero seguro que ahí nos dejamos algo por ver. El turismo en las vegas es descubrir los hoteles básicamente. Nos pusimos tristes con este espectáculo porque los horarios de internet estaban mal y vimos un cartel con otros horarios para la erupción, así que decidimos marcharnos. Fuimos a ver el Flamingo, el primero de los hoteles desde que se legalizara en el 73 el juego y la bebida. El Flamingo conserva ese estilo ochentero, con unos carteles caligráficos en rosa chicle. Entramos y tras atravesar las máquinas buscamos una zona en la que pudiera haber lo que habíamos ido a ver. Una especie de jardín o algo así. Cuando lo encontramos, vimos un paseo por una imitación de una jungla en la que nos recibieron unos loros. Tras un rato paseando por ahí entre patos y algún que otro pelícano nos encontramos con los flamencos. Al salir (porque os recuerdo que estábamos dentro de un hotel), fuimos de nuevo al coche. De camino pudimos ver a la puerta del Casino Royale, los primeros tíos relaciones. Hasta entonces, sólo habíamos visto tías ligerísimas de ropa enseñando más de la cuenta y asaltando a viandantes para restregarse con ellos y convencerles de que fueran a su casino. Todo vale para llamar la atención. Body painting, o enfermeras, o catwomans, o una especie de ángeles, todas parecían estar sacadas de una película porno. Yo no sé la cantidad de dinero que podrán mover los propietarios de esos hoteles, pero me daba la sensación de que en su zona mandaban ellos. Me explico. Puede ser que haya una ley que vaya en contra del escándalo público, si tú te desnudas en mitad de la calle estás quebrantando esa ley, pero en Las Vegas, me daba la sensación de que un empresario había puesto ahí a esas tías y si alguien sacaba a la luz esa ley, dicho empresario tenía suficiente poder como para decir… Lo siento esa calle es mía, o alguna sobrada así.
Esto, contrasta con la cantidad de gente que vimos tirada en la calle pidiendo. Pero no tenía la sensación de que lo necesitaran para comer, sino para jugar. Creo que la mayoría eran enfermos ludópatas que pedían ayuda (todo esto está en mi cabeza, pero creo que la imagen que daban era más bien esa).
Cuando salíamos con el coche vimos que de nuevo el cartel que había en el Mirage, estaba mal porque pudimos ver la erupción del volcán. Un espectáculo de fuego y agua que hubiéramos podido disfrutar algo más si nos hubiésemos quedado. Pero realmente no sabíamos. Del coche fuimos al norte, a ver la otra calle que había que ver en las vegas. Freemont Street. Una calle de 1,5 km con todo el techo cubierto de leds en forma de bóveda. Sí, había que verla. Llegamos y a nuestra derecha vemos un edificio con forma de máquina tragaperras y a nuestra izquierda la calle que os comento. De vez en cuando, de la “boca” de la máquina tragaperras salían 5 personas volando en tirolina hacia la Freemont Street, una actividad demasiado cara para nosotros pero que hubiera merecido la pena disfrutar. Disfrutamos de la famosa calle y de su espectáculo visual, rodeado de relaciones públicas estilo las vegas, y de algún que otro artista callejero impresionante. Como un grafitero con sus pósters. Sólo teníamos una hora de parking así que fuimos y volvimos rápido, pero la verdad que es una zona para disfrutar largo y tendido tomando algo como reclamó Sara. Ciertamente mi humor este día no estaba para hacer nada.
Bajamos de nuevo al centro y entramos en “la isla del tesoro” para intentar ver un espectáculo de nuevas sirenas tras un rato dando vueltas por el interior del hotel, nos indican que ese espectáculo ya no estaba, que habían dejado de hacerlo años atrás. Salimos e hice alguna foto a Sara y Rut frente a un barco tamaño real que tenía en frente este hotel. De aquí decidimos ir al Caesar a intentar ver algún espectáculo, porque nos estábamos estrellando ese día.  Algo como la caída del Atlantis es lo que buscábamos. Si el Venetian fue mi favorito por fuera, el Caesar lo fue por dentro. Primero un recibidor para entrar al outlet espectacular. Una fuente en el interior con unas escaleras eléctricas en espiral todo con un estilo romano que parecía querer demostrar que tenían más poder que cualquier otro. Increíble. En el segundo piso, siguiendo los carteles pasamos por alguna zona que imitaban las calles con un cielo en el interior iluminado como si fuera de día. No entendí esa luz, porque realmente parecía de día. Ok, las nubes se notaba que estaban pintadas, pero no estaban ahí para mirarlas, estaban ahí para que tu paseo por las calles “romanas” fuera más ameno y te decidieras a entrar en alguna de las cientos de tiendas que había por ahí. Las calles llegaban a zonas redondas a modo de plaza en la que veías una mega fuente de mármol (imitado) con bancos a modo de columnas romanas caídas o cabezas de esculturas clásicas. Cuando llegamos a la zona de la caída del Atlantis, había una fuente, y detrás de ella un mega acuario con peces tropicales y alguna que otra raya. Llegamos con tiempo así que fuimos a ver un puesto de souvenirs. Salimos y estuvimos esperando a que empezara, esta vez con mucho tiempo. Se acercaba la hora, se pasó la hora y aún podríamos seguir allí esperando, porque en los 10 minutos posteriores no empezó nada. Los turistas chinos ahí se quedaron enfocando con sus cámaras.
Del Caesar, volvimos a pillar el coche y bajamos más aún para ver los que nos quedaban. El MGM (sin más, sólo con un león gigante de bronce en la puerta), el New york (con los edificios más emblemáticos de NY en él, además de un parque de atracciones dentro. Veíamos los carriles de una montaña rusa) el Luxor (el famoso egipcio, con una pirámide y su foco en la cima, la esfinge y el obelisco en la entrada) y el Excallibur.
El Excallibur estaba ambientado en la edad media y decidimos echar ahí. Entramos e intentamos averiguar cómo era la mejor forma de conseguir una ficha de casino y jugar una partida a algo.  Qué hicimos? Tras varias comeduras de tarro tanteándonos y planteando si jugar a la ruleta (que lo veíamos lo más sencillo) decidimos no hacerlo. Fuimos a donde cambian el dinero y le explicamos la situación al hombre. Queremos una ficha pero solamente para souvenir y jugar a una máquina tragaperras. ¿cómo lo hacemos? Aquí tenéis vuestra ficha por un dólar y las máquinas aceptan cash, así que… jugad sin más.
Empecé yo y me siguieron estas. Por hacer la bobada, pero ya podemos decir que hemos apostado en las vegas. De todo esto hay fotos y vídeos.

En las vegas hay poco que ver pero mucho por hacer. La verdad que es una ciudad que está pensada para el disfrute. Fiestas en piscinas durante el día que pueden durar semanas enteras, fiestas nocturnas por la noche en las que dicen te conviertes sin quererlo en el rey del mambo, gente vestida elegantemente (que contrasta con gente como yo con la cámara en el pecho y pantalones pirata) y gente “guapa” considerada así por una mayoría por todos los lados. Al final, Sin city (la ciudad del pecado) me sorprendió, me gustó mucho a pesar de que tuve un mal día, me fui con la sensación de querer volver y disfrutarla más. Ese no era ni el momento ni el viaje adecuado para hacerlo.

Viajando a Las Vegas (12/06)

Cuando buscamos los vuelos hacia Cancún desde Phoenix, vimos que habían subido bastante el precio así que decidimos pilarlo para el domingo 19 de madrugada. Esto hizo que cambiáramos nuestros planes por completo. Si veis un mapa, nuestra idea era ir de Phoenix al gran cañón, de ahí a las Vegas, a Los Ángeles y de vuelta a Phoenix, es lógico porque hace como un círculo por así decirlo. Al tener cuatro días más decidimos invitar a Shaun y Ashley a que vinieran con nosotros. Ellos podían el viernes, así que así lo hicimos. Por lo tanto empezamos nuestro viaje de camino a las Vegas. Mientras lo planificábamos, este día de relax en Phoenix me hizo darme cuenta de que ya había visitado Nueva York. Parece una bobada, pero mi objetivo estaba cumplido. Después de hablar con Ana, no quería seguir viajando, perdí la motivación, quería volver. Tuve un día negativo por completo hasta que Sara vio que los hoteles en Las vegas eran baratísimos.
Después de reponer fuerzas, de comprar un montón de porquerías (lo dejé en manos de Ruth y Sara, igual por esa desmotivación) gastándonos 52 dólares con la bobada… partimos hacia las vegas el domingo 12. Salimos después de comer, a eso de las 5 de la tarde. Queríamos llegar al atardecer porque realmente las vegas pensábamos que era más bonito de noche. Nada más salir paramos a echar gasolina, simplemente introduciendo la tarjeta de crédito en una ranura y echando normalmente. Muy sencillo.
Nada más salir, nos encontramos a nuestra derecha con un montón de vagones de tren de hierro, estilo TALGO pero sin ventanas, parecía de mercancías. Menciono este tren, porque como la mayoría de cosas aquí en USA, era a lo bestia. No sé exactamente lo que medía, pero fácilmente 1km. Como nosotros viajábamos a unas 65 millas/hora (90 km/h) no nos dimos cuenta de que se estaba moviendo hasta después de un rato. De hecho iba muy despacio, advertimos su movimiento por las ruedas. Lógico que fuera tan despacio debido a su longitud.
La conducción en USA, por lo que he podido comprobar es bastante buena, son muy prudentes y anticipativos. Dejan bastante espacio y respetan la señal al milímetro. Y en el 80% del camino hay mínimo 2 carriles, eso facilita muchísimo el adelantamiento, también es lógico por la cantidad de camiones gigantes de mercancía que hay.
Estábamos en mitad del desierto de Arizona yendo de camino a Nevada. El paisaje fue cambiando, al principio podíamos compararlo con Almería (siempre salvando las diferencias, porque la vista de las montañas alrededor de una carretera completamente plana no tenía nada que ver.) de ese paisaje completamente plano desértico con algún arbusto amarillento y algún que otro cactus, pasamos a una zona más rocosa, con rocas rojizas superpuestas una encima de otras, como si fueran piedrecitas de río gigantescas. (aquí recordamos que nuestro abuelo Paulino había puesto una de esas ahí seguro). La vegetación fue cambiando y pasamos, de esos arbustos a la zona de los árboles de Joshua, unas formaciones espectaculares no más de 2 metros de alto que parecían querer imitar los fuegos artificiales, desde el ascenso del cohete como si fuera el tronco a la cantidad de ramificaciones que podían hacer. Y de ahí, empezamos a pasar la montaña. Un valle aquí apenas lo notas conduciendo, puedes atravesar un valle, que al ser tan largo, el subir y bajar un valle te puede llevar media hora y no sentir la diferencia de altura entre sus puntos. En esta última parte de nuestro viaje, era fácil imaginarse a indios a nuestra derecha galopando detrás de una diligencia. Creo que este paisaje lo hubiera disfrutado muchísimo mi padre.
Me gustaría que, mientras leyeras esto, tuvieras de fondo canciones como, “A horse with no name”, Sweet home Alabama, o  un estilo parecido. Por ejemplo, hay una frase que he podido vivir con la primera. Dice algo así como “en el desierto puedes recordar tu nombre” y es completamente cierto. Tened en cuenta que en ese primer día estuve al volante 4 horas y 45 minutos y mi cabeza no hacía más que pensar en unos y otros.
Llegamos un poquito más tarde de lo previsto, quería llegar a las 8, pero entre pitos y flautas las 9 y pico y estábamos allí. Después de atravesar un último valle, vimos una marea de luces a lo lejos. Otro nuevo sin fin de puntitos naranjas que nos daba la bienvenida a las vegas. Impresionante disfrutar aquello en mitad del desierto. Tras otros 45 minutos entrando en las vegas, lo primero era ir al hotel.
Llegamos no muy cansados, y tras acordar el precio con la recepcionista (que quería cobrarnos de más), subimos a la habitación. Cuando por fin conseguimos abrir la puerta porque nuestro picaporte era peleón, vimos nuestro otro paraíso. Dos camas de matrimonio con aire acondicionado y una tele de plasma de 47 pulgadas, además de baño y ducha. Un hotel de los malos en las vegas porque nos salió por menos de 15 dólares la noche. Céntrico. Gracias a este pequeño detalle pudimos disfrutar nuestra primera noche allí. Salimos a conocer la ciudad.
En las vegas hay que ver una sola calle. El Strip. Es una avenida de 8 km más o menos en la que se encuentran los hoteles y casinos más importantes. De hecho, tienen la calle hecha a su gusto con pasarelas entre casinos en lugar de pasos de cebra. Esa noche, cuando llegamos a strip, vimos a nuestra izquierda parís, en frente el Bellagio y el Caesar Palace. Debido a la cantidad de competencia que hay, cada casino quiere llamar la atención a su estilo, convirtiendo el Strip en una exagerada extravagancia de personajes y edificios. No hicimos mucho ese primer día, prepararnos para lo que iba a ser el día siguiente. Muchísima gente por la calle a las 22h (aquí la gente a las 8 ha cenado), muchísimos edificios con una iluminación entre neones y leds animados que desvían tu mirada hacia ellos quieras o no, y espectáculos gratuitos por la calle de todo tipo. Esa primera noche fuimos a ver la fuente del Bellagio. Espectacular. Superando con muchísimo la fuente de Montjuic, a pesar de tratarse de un hotel en lugar de un ayuntamiento como es el de Barcelona. Chorros de agua que creaban un petardeo cuando se pretendía, luz y más agua que se movía al ritmo de la música. Eso cada 15 minutos. Yo no hacía más que pensar en cómo se le ocurre a alguien tener un mini lago en su hotel, con patos y esa cantidad abusiva de agua.
Pudimos ver eso, el hotel de Paris (con su torre Eiffel, su arco de triunfo y su ambiente), el Caesar palace de fondo y alguna máquina tragaperras que otra. Era curioso porque para cruzar la calle, como decía antes, no puedes en la mayoría de casos cruzar los 8 carriles por la carretera, no hay forma, te obligan a coger unas escaleras mecánicas en mitad de la calle que te lleva al interior de uno de los hoteles con tiendas, y de nuevo al exterior por una pasarela que comunica un hotel y otro. No os imaginéis un hotel como estáis acostumbrados, entrar en un hotel en las vegas es como entrar en un centro comercial, además de la sala de recepción y tal, hay como otras 8 entradas para cada uno en el que puedes encontrar tiendas, o comida o cosas así, todo siguiendo el estilo del propio hotel.

Antes de regresar al hotel, pudimos atravesar un casino en línea recta que llevaba la dirección correcta. Ese casino es exactamente igual que el que se ve en las películas. Un pasillo larguísimo en el que no ves la salida y las máquinas te rodean. Al salir, teníamos enfrente la noria de The Linq, es la más grande del mundo (dicen), y estas se plantearon subir pero finalmente ni lo intentamos. La calle del Strip y alrededores estaban transitadas, pero cuando te metías 500 metros por una perpendicular, estaba muertísimo. No había absolutamente nadie. 

viernes, 10 de junio de 2016

Llegando a Phoenix con Shaun y Asley (10/06)

Nuestro vuelo salía a las 10 A.M. eso hizo que nos tuviéramos que levantar a las 5 A.M. pillamos el mismo bus de siempre y de nuevo el tren. Esta vez, el sol jugaba al escondite desde el otro lado. Estábamos viendo amanecer. Al bajar al metro un hombre con las encías destrozadas y con voz dificultosa nos estaba pidiendo una peseta. A pesar de que le dijimos que no, nos ayudó con los billetes de metro. Al terminar nos volvió a pedir una peseta con nuestra negativa nos deseó que tuviéramos un buen día. Estas cosas me hacen pensar, ese día fue el que la vida me dio una lección de moralidad, ahora veréis por qué. Antes de subir al avión, tuvimos que pasar la seguridad típica, pero en NY los sistemas están más avanzados, tienen un detector bastante más sofisticado con una puerta giratoria de cristal en la que te tienes que parar y levantar los brazos. Sufríamos en ese momento, porque llevábamos una mochila, mi mochila llena de comida, y sospechábamos que ahí nos iban a retener un tiempo haciéndonos preguntas absurdas del palo… Eh! Tira esos fideos chinos! O… Cuidado! Tiene Nocilla!. Nos pararon, efectivamente, pero nos tocó una señorita muy maja que detectó que lo ilegal del asunto, era la crema de cacahuete que venía en un tarro de cristal. Cuando vimos que los sándwiches de nocilla pasaban Sara dio un salto de alegría con un yupii a lo que la chica de seguridad correspondió con una risa simpática.
Ya en el avión intentamos ponernos juntos, Gutt imposible, se fue al final del avión, y Sara… intentamos que se sentara a mi lado. Había una mujer al lado de la ventana, le pregunté que si le cambiaba el sitio pero dijo que no, que ella quería ventana. (me pareció normal). Al final, el asiento de mi izquierda iba vacío así que en cuanto pudo, Sara se puso a mi lado. El problema es que la mujer de mi derecha había pedido ventana y mientras estábamos en pista estaba dormida. Estuvimos dando vueltas por el JFK como 1 hora de reloj esperando la luz verde de despegue, durante esa hora Sara y yo maldecimos varias veces a esa ceporra que estaba en el lado de la ventana, dormida y con la ventana cerrada. Eso sí, cuando el avión pegó el empujón la mujer despertó y abrió la ventanilla por la que pudimos ver toda la isla de manhattan desde el cielo.
Aterrizamos en Phoenix viendo desde la ventana que es una ciudad inmensamente grande. Un paisaje espectacular muy parecido a Almería con desierto y cactus de unos 3 metros de altura. Las típicas montañas de fondo intuyendo que estaba cerca el Grand Canyon. Estábamos en la zona árida de Phoenix, Arizona y lo comprobamos nada más salir del aeropuerto. Íbamos con ropa larga y tardamos nada y menos en cambiarnos. 36 asfixiantes grados con una sensación térmica de 40, más adelante descubriríamos que estábamos en una estación poco cálida. Aquí se llegan a alcanzar los 56 grados de temperatura, con unas tormentas de arena que te impiden salir de casa y unas lluvias monzónicas que te permiten utilizar canoas por las autovías. Llegamos, pillamos un taxi hacia la casa de nuestros anfitriones. Shaun y Ashley, un matrimonio joven (25 y 21 años) él negro y ella con rasgos asiáticos. Aquí, fuimos a ver dónde trabajaban ellos que está al lado de su casa, la universidad Grand Canyon.
Yo iba un poco reticente porque no parecía nada real, pero estaba equivocado. Y aquí viene la lección que me dio la vida. Esta gente, sin conocernos de nada, nos abrieron las puertas de su casa, nos dejaron sus llaves y la casa vacía al día siguiente. Tenían que viajar. Y no sólo eso, nos permitieron utilizar su coche del mismo modo para hacer el super viaje el resto del tiempo. Hablamos de un viaje de 400km más o menos hasta el gran cañón, otros 200 hasta las vegas y otros 500 hasta los ángeles mas la vuelta a Phoenix otros 600 (calculándolo todo km arriba km abajo). Ese viaje lo haríamos los 4 días siguientes. O sea, nos dejaron su casa, su móvil (por si había alguna emergencia) y su coche durante 5 días sin pedirnos nada. Qué menos que invitarles a cenar (en Arizona cenan a las 5 de la tarde), para nosotros perfecto, porque había una diferencia horaria de 3 horas, era como si fueran las 8 para nosotros.
Shaun y Ashley no hablan absolutamente nada de español, así que todo en inglés con el cansancio y demás yo entendía la mitad de lo que decían. Pero aún así, tuvimos nuestras risas por ejemplo enseñándoles la palabra chachi y cuqui que repetían sin parar.  Fuimos a merendar cenar a una hamburguesería típica de aquí, inside n out, muy muy TDPA, con sus mesas y sus sofás de hierro con colores vivos por todos los lados. La verdad que barato y rico. Me estuvieron mientras llevaba el coche y me dijeron que conducía muy seguro, o sea que bien. De ahí bajamos al centro de Phoenix, con un montículo en mitad delos edificios como si hubiera decidido quedarse ahí a pesar de los intentos del hombre de bañar todo de edificios y carreteras. Lo llamo montículo como lo podría llamar montaña. Según íbamos caminando, vimos una pizarra enorme en donde la gente escribía cosas para hacer antes de morir. Se me ocurrió escribir algo así como… quiero ver a Shaun y a Ash en España antes de morir (que cuqui que cuqui). Ahí bajamos a un río que estaba acondicionado a modo de parque para pasear con fuentes y árboles. TODO desprendía calor, incluso la hierba la tocabas y aunque estuviera verde estaba caliente, el agua del río no refrescaba, sólo bajó la temperatura cuando terminó de atardecer. Fuimos hasta el tercer puente que supuestamente tenía luces y regresamos, porque nada de luces, estuvimos pinchando un poco a Ash. De ahí a casa mientras terminábamos de recibir instrucciones sobre donde dejar la llave, donde comprar, el móvil, inflamos los colchones hinchables y nos despedimos de ellos.

Cada día me voy haciendo más desconfiado, cada persona que voy conociendo es más egoísta, pero este día, el mendigo del metro de Ny deseándome un buen día, la ceporra del vuelo y sobre todo Shaun y Ashley me dieron una lección. Una inyección de moral que me permitió creer un poquito más en la humanidad como eso. Un conjunto de personas que intentan convivir y ayudarse los unos a los otros sin más explicación y sin más porqué, que eso. Ayudar porque sí.

jueves, 9 de junio de 2016

Museo del 11/S y el puente de Brooklyn (09/06)

Nuestro último día en NY se nos pasó tan rápido como la semana. Nos despertamos bien, con ganas para meternos una caminata importante para nuestros cuerpos. Misma rutina de siempre, desayunar y al bus para Port Autorithy. Allí estuvimos mirando cómo ir al aeropuerto a la mañana siguiente, y con la falta de indicaciones y de personal en el metro decidimos empezar a caminar para no perder más el tiempo.
Esta vez nos recorrimos la 8av, desde la 42th hasta abajo del todo, eso supone más de 42 manzanas andando, más de 6km. Nuestro objetivo, ver el World Trade Center. Según íbamos bajando el paisaje iba cambiando, de rascacielos infinitos, a rascacielos finitos con algún que otro barrio de viviendas. Viviendas en Manhattan muy fáciles de imaginar, porque son las que aparecen en cualquier serie. Casas de ladrillo oscuro, o planas grises con las escaleras de incendio en la fachada, mucho árbol para desahogar a la gran ciudad y algún que otro parque infantil que brillan por su ausencia en la zona central y norte de la isla. Según pasamos el madison sq, casa de los Knicks, vemos una oficina de correos enorme. La típica entrada griega con sus columnas gigantes en las que se introducían las escaleras desde la misma carretera, y en esta ocasión con 21 entradas en la fachada principal. Enorme.
Nos desviamos a la altura de la 10th para ver la fachada de Friends. Buscándola por todos los lados, suponemos que sería a la que hicimos fotos. Otros 20 minutos caminando hacia el sur, ya con la imponente Torre de la Libertad en frente. Nuestro destino.
A medida que íbamos llegando a la “otra zona turística”, la gente volvía a ser abundante. Tuvimos sensación de agobio, también porque siguen las obras en la zona cero. Antes de entrar al museo vimos una construcción firmada por Calatrava, realmente no sabemos si sería suya pero tenía su estilo tan característico. El paso nos obligaba a pasar a su lado, y al ponernos en frente de ella tenía clarísimamente la forma de un avión con las dos alas en v, pinchos formando los planos de las alas. La verdad que impresiona, hasta que giras la cabeza y ves el 6º edificio más alto del mundo, la torre de la libertad construida sobre los cimientos del World Trade Center 6. Este edificio quedó destrozado por los escombros del derrumbe de las dos torres. Es un reto describir este edificio. La base es un cuadrado normal, y la cima otro girado 45º respecto al primero, visto desde arriba parecería una estrella de David. Qué ocurre? Las paredes reflectantes con tono azul, ascienden formando triángulos. De las esquinas de los cuadrados salen dos aristas hacia el vértice opuesto del cuadrado contrario, dándole muchísimo movimiento a toda la estructura. Es más fácil buscar una foto.
Al lado de la bestial torre, se encontraba el agujero en el suelo de la torre norte (WTC1) convertido en fuente hacia el interior de la tierra. Un parque con árboles y bancos y muchísima gente. Una fila que nos saltamos para entrar al museo con el city pass. Del museo, intentaré dejar de lado un poco lo que sentí, lo resumiré en repulsión.
El 80% del museo no me gustó. La columna principal, la última columna que quedó en pie, un trozo de antena, el motor del ascensor, el coche de bomberos, las escaleras exteriores, la ventana que sobrevivió, los zapatos de uno de los muertos o los cristales triangulares de la bola de ese año de times sq. Objetos, desde mi punto de vista ridículos con el único objetivo de sacar dinero a costa de una mentira. Sí, obvio, los aviones chocaron. Sí obvio los edificios cayeron, pero soy más partidario de la teoría de intereses económicos por parte de algún político. Me gustó que estuviera donde estuviera, podías ver las vigas cortadas en el suelo o dónde se levantaban las dos torres delimitados los espacios con luces o directamente con un bloque de hormigón en el que podías entrar y ver más cosas. Esta era la zona más solemne con fotografías, videos, “frases de testigos o víctimas”, lo tienen montado para que el americano sienta que ha sido atacado y lo ejemplar que fue su comportamiento al unirse contra el terrorismo bajo la grandiosa bandera americana. Todo ese patriotismo se siente con musiquitas, luces bien colocadas, audios y videos que pretenden precisamente eso jugar con tus sentimientos poniendo incluso pañuelitos por si quieres llorar. Como ejemplo, tienen puesta una super bandera americana hecha con retales de ciudadanos americanos de todas partes del país. El recorrido en la zona solemne (dentro de la reconstrucción del edificio) iba por horas, con muestras de lo que iba pasando en la torre 1, la 2, el pentágono y el 4º avión. A medida que ibas avanzando, iba aumentando las horas hasta el momento del derrumbe (detonación para mí). Para acabar con una sala donde fomentar el odio hacia al-qaeda y el sentimiento patriótico americano con el POST 11/S. Me gustó ver en esta zona un cartel que pude fotografiar, porque todo está prohibido fotografiar en el museo (curioso que se encuentre en el parque de la libertad). Ese cartel ponía algo así como una cuenta de los días que habían pasado desde el atentado y una pregunta debajo. Literalmente: Han pasado 232 días desde el 9-11-01. ¿Dónde está Osama bin laden? (y un papel cutre con cinta aislante pegado en el que estaba escrito MUERTO). Para subir de nuevo hacia la salida por la escalera eléctrica una música celestial en la que vi a una pareja abrazándose como dándose apoyo el uno al otro.
Salimos y estuvimos un rato sentados hasta que nos encaminamos a Wall st. Una calle estrecha en la que no pasaban coches, igual porque estaba en obras. A los lados edificios clásicos bastante chulos. Llegamos hasta la costa y bajamos a ver un tributo a los caidos en Vietnam (solo era un parque) y subimos hasta el puente de Brooklyn. Nos sentamos en un banquito debajo para comer allí. Bastante tranquilo todo con una vista envidiable del puente.
Después de un buen rato, subimos de nuevo andando hacia el centro, esta vez pasando por el barrio de Chinatown, erguido alrededor de una estatua en bronce de Confucio. Un barrio bastante grande que a lo mejor ocupaba 10 manzanas de largo. Parecía que habías entrado en china, no había rastro de nada que no fuera chinos. Gente china, carteles chinos, farmacias chinas, chinos por todos los lados… ahí los chinos contrataban a americanos para ser dependientes.

Después de la tremenda caminata, entramos en Shake Shack, donde dicen están las mejores hamburguesas. Me dolió pagar 6 pavos por una, pero la verdad que estaba muy muy buena cuando la comimos en pleno Times sq. Tranquilidad absoluta para nosotros en la calle más fotografiada y más transitada de Manhattan. Teníamos esa tranquilidad porque eran nuestras últimas horas allí, queríamos despedirnos de la zona más emblemática a lo grande. Con una señora hamburguesa mientras veíamos como el cielo se iba apagando haciendo aún más brillantes las gigantescas pantallas. De camino a casa averiguamos cómo ir al aeropuerto y al bus. Allí, una niña me alegró con un par de muecas que nos dedicamos, regalándome su mejor sonrisa mientras veíamos la ciudad encendida a nuestra derecha alejándose.

Martes relax Miércoles Museo de historia natural (08/06)

El martes no hicimos absolutamente nada. Fuimos a comprar al super por la mañana en New Jersey y estuvimos recuperando fuerzas para lo que venía. Con WiFi en casa y estuvimos todo el día tirados. Y la verdad que lo agradecimos porque el miércoles volvió a ser duro.
Anunciaron lluvia en unas horas concretas así que lo calculamos para ir a ver el museo de historia natural de manera que concordara. Entramos al museo a eso de las 11:15 y no salimos hasta las 4:30 de la tarde. Lógico sabiendo la cantidad de galerías y cosas que ver dentro.
Con una recibidor griego brutal nos dirigimos a lo que menos nos llamaba la atención.  La zona de mamíferos asiáticos. He de reconocer que aún no sabíamos donde estábamos. El museo inmenso hizo que no supiéramos hasta dos salas más adelante en qué planta estábamos.
Lo tienen muy bien organizado con salas de fósiles (los enormes esqueletos de los dinosaurios y de los primero mamíferos), salas de animales (separados por zonas, animales a tamaño real disecados con una iluminación y unos dioramas impresionantes. Prefiero verlos vivos realmente, pero no creo que hubiera podido ver a los elefantes tan cerca, o a los leones) sala del medio ambiente (con una colección muy bien presentada de animales de todo tipo) salas del cuerpo humano (con la evolución como tema principal) y salas de tierra y espacio (con minerales, meteoritos y algún que otro observatorio espacial reconvertido en imax). Como entraba en el city pass… tras ver dos o tres salas que no nos impresionaron mucho nos metimos a ver una película del universo en formato imax. Media hora de tira fílmica a ratos mareante pero con una considerable evolución en la técnica respecto a mi última película por encima del paso alto.
Tras volvernos a encontrar fuimos al primer piso a ver mamíferos norteamericanos. Estos empezaban a estar mejor que lo anterior, y de aquí pasamos a la sala de la biodiversidad. Con una cantidad de animales fuera de lo normal. Sobre nuestras cabezas un calamar gigante con unos tentáculos de más de 10m, las paredes rellenas con bichos expuestos de tal manera que parecía que iban a andar. A nuestra derecha vimos a lo lejos una ballena suspendida en el techo que había perdido la batalla contra unos invisibles cables por ver quién tenía más fuerza. Parecía volar.
En los orígenes del hombre, me impresionó el tamaño de nuestra línea evolutiva. Eran seres enanos, al igual que la cabeza del saelantrhophus Tchadensis que me la imaginaba aún más pequeña (Gracias a mi queridísimo exprofesor Carlos Basas por este dato friki)
Piedras, gemas impresionantes, pero lo mejor, la sala de los fósiles. Dinosaurios de prácticamente todas las épocas y tamaños. Faltaban muchos pero los que había, comprobé que mi memoria no es tan eficaz como pensaba. He olvidado el nombre de la mayoría. Tiranosaurio, braquiosaurio, triceratops, parasaurolophus… la mayoría estaban, pero me faltó el clásico velocirraptor o el diminuto composognatus.
Dejamos para el final la zona de indios de la llanura donde fue sara la que babeó, igual que Rut con la cabeza de pascua.
Al salir, buscamos un sitio donde no estuviera el suelo mojado, porque efectivamente, había llovido. Antes de comer tuvimos tiempo para ver lo que creemos, es la tumba de Lennon en Central Park. Con un hombrito al lado cantando “vivir es fácil con los ojos cerrados. Comimos lo que llevábamos en la mochila y bajamos hasta la 23th para ver el Flatiron Building, parando de camino en un todo a cien para comernos los típicos Donuts Americanos. Ya en el famoso edificio, estuve buscando el famoso cartel para hacer la foto típica del cartel de la 5av con Broadway, pero en ninguno salía como quería. Allí justo, en la tienda de Lego estuvimos otro rato porque nos impresionó más que la que está en Times Sq, con más figuras y menos gente. Había un Gandalf, la estatua de la libertad, una evolución en años de personajes míticos todos ellos hechos con piezas de Lego.
Este día, la ciudad estaba rara, no sé si había alguna calle cortada pero había más tráfico de lo normal, más pitidos, más sirenas y más gente. La verdad que ese día pudimos sentir el agobio.
Después ya subiendo de nuevo, fuimos a una terraza que nos habían recomendado en un piso 20. Nos pidieron el pasaporte y todo para subir. Pero igual de incrédulos subimos como bajamos. No era nuestro sitio, demasiado pijo, demasiado precio pijo. Vistas espectaculares eso sí, el Empire State en primer plano desde la terracita chill out con sus sofás, pero una hamburguesa 18 pavos, una cerveza 9.

Un ratito más subiendo mientras entrábamos en alguna tienda de souvenirs para no comprar nada y para casa. Hicimos algo de tiempo en Times Sq viendo la gente y las pantallas gigantes iluminándonos como  si aún fuera de día.