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sábado, 22 de octubre de 2022

Día 10 Milán

Bueno pues creo que lo hicimos genial. Empezamos por el plato fuerte, que fue Roma. Donde más nos cansamos, tanto caminando como viendo cositas para acabar por Milán donde sólo hay una cosa que ver. El duomo. Lo demás, no vale para nada. Es una ciudad. Una ciudad con todas las letras y sin nada especial. 

Llegamos de noche y habíamos pillado el hotel al lado de la estación. Una mega estación de tren gigante, super bonita. Fijate, que pondría como algo que ver en Milán, la estación. Con esculturas mastodónticas y techos altísimos de mármol.


Estábamos cansados así que pillamos el bono de 24 horas del metro. Creo que no estuvimos ni 24 horas en Milán, pero lo dicho con 3 horas nos habría bastado. Dejamos las cosas en el hotel y fuimos hacia la plaza del duomo. Nada más salir del metro ahí estaba, super iluminada y menos blanca de lo que parecía en las fotos. Es lo que más nos llamó la atención. Las cámaras hacen que parezca más blanca de lo que es. Nos resultó imponente, sobre todo la fachada. Al día siguiente íbamos a subir, así que básicamente dimos una vuelta bordeandola para verla por todos los ángulos. Es una pena el poco respeto que tienen por esta catedral. Hubo dos detalles que no me gustaron nada. La plaza del duomo está muy muy llena de gente, pero creo que sólo el 10% están ahí para verla. Todo el mundo está en un ambiente de fiesta, no sé si diría botellón, pero corrillos de grupos de adolescentes y no adolescentes. Y lo otro que no me gustó fue que la propia catedral tiene dos pantallas gigantes donde ponen anuncios del último Samsung Galaxy. Al menos respetaron la fachada principal, pero es una pena que el lateral esté ocupado por una pantalla. Además la parte más alta del duomo estaba cubierta por un andamio.


Poco más, hicimos alguna foto, fuimos a ver la calle de Víctor Manuel II. La típica calle cubierta por un cristal y a dormir. 


Al día siguiente fuimos a ver el castillo de sforzesco con las mochilas a la espalda. De nuevo, un monumento impresionante empañado por tantísima gente. Además coincidimos con algún tipo de carrera contra el cáncer o algo así. Así que por dentro, en los jardines, había chunda chunda y un escenario montado con un DJ pinchando. La verdad que esto no me molestó tanto, porque yo creo que entrar a este patio era de pago, pero estaba todo abierto. Y estando en el contexto de... Ciudad estándar, pues nos animamos voceando. Parecía que había alguna exposición, pero esta sí parecía de pago, igual que la entrada para ver la última obra inacabada de Miguel Ángel. Nos quedaba el plato fuerte, subir a las terrazas del duomo.


Colas colas y más colas. Hasta cuatro filas diferentes y tú tenías que adivinar cual era la tuya. Preguntamos, y no reconocen el qr. Nos dicen que vayamos a otra cola. En esa otra cola nos dicen que vayamos a donde venden los tiquets y les enseñemos el código de descarga. Parecía que nos habían timado. Cogimos el tiquet en una página que se dedicaban a los bus turísticos estos de dos pisos. Pero nos salió súper barato. Fuimos a la taquilla y más caras de incertidumbre. Unos se preguntaban a otros, y no sabemos muy bien qué pasó que de repente adivinaron qué habíamos cogido. Según ellos el pack completo, terrazas con ascensor, catedral por dentro, zona arqueológica y museo. (Yo creo que solo pillé terrazas e interior sin ascensor. Pero bueno. Palante.


Vamos a nuestra cola. Y después de unos 45 min esperando... Vemos que un matrimonio que iba delante les hicieron salirse de la cola. No pasaron el control de seguridad y el hombrito fue corriendo a dejar una bolsita a donde fuera. Suponemos que a alguna taquilla o algo así. Nos toca a nosotros y efectivamente no nos dejan entrar con las máscaras venecianas ni los souvenirs. Así que le preguntamos dónde podemos dejarlas y no nos dan opciones. Más que dejarla en un puesto de perritos calientes.

Insisto si existen algunas taquillas. Me dice la chica que no. Mientras pasaban el control Lorena y Alfon, le pregunto a otro de seguridad y la primera mujer le dice algo en italiano. No le dejó contestarme. Me cabree. Pero no podíamos hacer nada. Encontramos otra chica que nos dijo, de manera más amable, que efectivamente no había muchas más opciones. Igual en la estación central. 


Intentamos en el puesto de perritos pero nos dijo que no. Así que con nuestro bono de metro invertimos otros 45 min en ir, dejar las mochilas en unas taquillas vigiladas (con otro estúpido en recepción) y volver. Ya en la cola de nuevo vimos que estaba la misma de antes, la estúpida. Así que decidimos hacer la cola otra vez. Cuando llevábamos 10 min o así, nos vio la maja y nos invitó a saltarnos la cola. Menos mal, porque yo ya estaba muy cruzado.


Creo que por eso tampoco disfruté tanto la catedral. Al llegar a la parte de arriba no está bien indicado el camino y salimos por una puerta para llegar a unos tejados. Estábamos a la altura de los contrafuertes, realmente dicen terraza pero son unos pasillos al aire libre. Cada vez que doblabas una esquina, encontrabas más de lo mismo. Es cierto que al principio impresiona, pero vista una, vistas todas. Está tan recargada que no sabes dónde mirar. Aprecias el mimo que se le puso a cada figura, a cada cm cuadrado. ¿Lo malo? Que se ve la falta de cariño en el mantenimiento, sobre todo porque hay materiales de construcción tirados por ahí. Alguna carretilla, andamios, redes de seguridad, cables, de hecho ves enchufes e interruptores. Cada estatua tiene a la espalda un cable, lo que hace que no termines de transportarte a otra época. Eso y de nuevo, mucha gente. Parece que controlan la entrada, pero colas arriba. Lo que debería ser un espacio de tranquilidad y desconexión de todo el jaleo de la ciudad... Se convierte en más de lo mismo, pero a más altura. Recomiendo subir, si. Pero por ser lo unic que hay que ver en Milán.


La catedral por dentro si es una pasada. Las vidrieras y el estilo gótico se nota también por dentro. Creo que es la más bonita que he visto. ¿Lo malo? Había misa, y también me pareció que cero respeto. Había ruido ambiente, y aunque sonaba el órgano, no era lo suficientemente solemne. Bajamos a ver la zona arqueológica, que ya tuvimos ir rápido y nos pareció un poco meh. Ruinas sin entender muy bien qué veíamos. 

Salimos y fuimos al museo que también pasamos rápido. Esculturas, pinturas, telares o maquetas de las antiguas obras que estaban en la catedral (creo).


Y nos quedaba una última sorpresa. Habíamos pillado los billetes del bus para ir al aeropuerto, y salía desde la estación central. Preguntando, encontramos una marabunta de gente en forma de cola en la acera. No había un andén, o una dársena de donde saliera el bus, sino que era una parada urbana. Qué pasó? Pues que todo el mundo quería subir al bus. Y en vez de organizar por gente con billete y gente sin él, bajó el conductor y se puso a vender algún que otro billete. Hasta que metimos el hocico e hicimos ver qué algunos teníamos billete. Subimos, pero había un ambiente raro. Porque algunos pensaban que nos habíamos colado, otros se quejaban porque había gente a la cola y no habían subido. De hecho, pasamos por San siro, y el bus hizo otra parada para coger a más gente que no cabía. Dos chicos españoles decidieron plantarse y se sentaron en el pasillo.


10 días en Italia para tener una visión global del país, por menos de lo que pensábamos. Espero olvidar ciertas pinceladas de racismo, o malos gestos por parte de muchos trabajadores y me quedo con la pasta italiana y sus capuccinos, a parte de Florencia, Venecia, Siena y Roma.  Estuvimos el tiempo perfecto en cada ciudad. Sólo nos quedó la espinita de Burano, el mirador de Miguel Ángel en Florencia y la última cena en Milán. Nos hizo un tiempo espectacular en manga corta en octubre. Y la compañía también inmejorable, Lorena y Alfon. Sin duda el primero de muchos porque no pude estar más a gusto.  

viernes, 21 de octubre de 2022

Días en Venecia

A parte del principio y el final de estos 3 días, todo fue un poco parecido. Así que esta vez, más que describirlo todo contaré, cómo veo yo Venecia.


A Venecia como tal llegamos de noche. Y nos resultó extraño porque el bus, nos dejó en una especie de "polígono a las afueras". Mirando el Maps, seguimos el único carril que había hasta el primer canal. Seguía sin parecer Venecia. Porque es cierto que ya veíamos el primer puente con su "río" correspondiente. Pero la sensación que teníamos era de algo más. Hasta que no entras bien bien en Venecia, no eres consciente de donde estás. A no ser que salgas desde la estación de tren, que tienes una espectacular vista de algo más parecido a Venecia. O de la idea que uno tiene de Venecia. Con su agua, sus góndolas, vaporettos etc.


Lo cierto es que nosotros seguíamos entrando en Venecia, de hecho nos sentamos a tomar una pizza en el primer sitio que vimos y la primera impresión fue mala. Ambiente de fiesta de las 2 de la mañana a las 20 de la tarde. 


Una vez empezamos a andar, nos dimos cuenta de que la tónica era esa, pero sólo en esa zona. Cerca de donde salen los buses y taxis para Mestre. 


Para mi Venecia es muy diferente a cómo la tenía en mente. Venecia es diferente a cualquier sitio. Es un pueblo muy grande, y digo pueblo porque no tiene la estructura de una ciudad. El hecho de que se haya mantenido la distribución de las calles desde la edad media, hace que realmente te pierdas. Para mi, lo que mejor define Venecia es la palabra laberinto para turistas. Una cantidad de callejuelas estrechas que se entre cruzan y hacen que te desorientes, llegando en muchas ocasiones a callejones sin salida. Sin salida realmente porque tendrías que nadar para seguir avanzando. 


Para mi es muy contradictoria porque igual que digo que me encantó, podría decir que la detesto. Empiezo con los puntos negativos. Por ejemplo, como de costumbre, hay muchísima cantidad de gente, eso hace que no luzca. Y digo esto, porque cuando no tuvimos tanta gente alrededor fue cuando más nos gustó. 


Luego, todo se basa en el turismo. Creo que es el sitio donde más tiendas de souvenirs he visto por metro cuadrado. Si no hay 200 no hay ninguna, en un espacio super reducido. Además con la excusa de "soy Venecia" es todo super caro. Está todo pensado para que te dejes un pastizal. Tanto es así que un café en la plaza de San Marcos te cuesta 18 euros. Los hoteles están por las nubes. Aquí todo está pensando para que consumas, igual que en las Vegas, pero las Vegas están pensadas para que te dejes la pasta en los casinos, aquí en cada rincón. Pero como es Venecia ... 

Siguiendo con las tiendas de souvenirs, abusan. Abusan del cristal de "murano" y las máscaras "venecianas", y lo pongo entre comillas porque el 80% son en realidad de otro sitio. Del chino. Haciendo que dudes de lo que estás comprando. Un pinocho de madera de unos 20 cm de alto 80 euros. Pero como es Venecia ... 

La comida, sin duda el peor sitio de Italia para comer de los que pisamos. Fuimos a sitios recomendados y a parte de carísimos, con una calidad... Bastante cutre. Intentamos comer barato, pero incluso la comida rápida, o las famosas tapas venecianas, bastante insípidas. Y por no hablar del restaurante donde nos sentamos, rodeados de gondoleros. Aquí se debería comer bien. Pues si, ni de lejos lo mejor que comimos en el viaje. Bueno igual los postres si. Caro, pero como es Venecia...

Hablando de gondoleros. Me parece un capricho de pijos. El paseo en góndola por los canales de Venecia, te cobran 80 euros los oficiales, y creo que es lo más parecido a la esclavitud que he visto. Ganan una pasta si, pero es que la gente que vi montando en góndolas no bajaban de niñ@s pij@s de papá. Desde los 16 hasta los 50 años. Subidos con sus gafas gigantes que les ocupan media cara, sus pintalabios estrambóticos y por supuesto sus iPhones 18 para disfrutar plenamente la experiencia a través de una pantalla. Mientras el gondolero, forrandose, remando para que después puedan verse en Instagram. Además, los canales están tan pegados de gente, que no creo que tengas tranquilidad en la góndola, vas por debajo de los puentes si, pero es que también hay más góndolas que se cruzan. Lo dicho un psotureo máximo para salir en la foto, tanto propia como la del resto de turistas. Pero como es Venecia...

Es pequeño, ciertamente es pequeño, pero se hace grande porque como no vas a ningún sitio en concreto y no puedes ir en línea recta, igual te encuentras a las 22 de la noche a la otra punta y no hay más opciones que recorrerte toda Venecia andando para llegar al punto donde hay carretera. Con que estés en el centro, es una hora de caminata. 


El olor y la cosa de las inundaciones. Huele, si. Es cierto que ALGUNOS canales huelen mal. Yo no sé si a desagüe o como a humedad rancia. Pero el 70% de Venecia no huele mal. Y las inundaciones, por lo visto es algo de lo que tendrían que avisar más. O al menos decir el porcentaje de días que se inunda Venecia. Según la guía, más de 250 días al año de media suelen tener el Aqua alta. Los venecianos lo saben y salen con catiuscas además de preparar tablas elevadas a modo de pasarela.


Y por seguir con el tema de expectativa/realidad ... Ni mucho menos es una ciudad donde haya que ir por el agua. Quiero decir, hay canales, si. Hay 200 puentes, si. Pero la gran cantidad de tiempo estás en calles y plazas como en cualquier otro sitio. Hay un gran canal principal, que es bastante incómodo porque sólo tiene cuatro puentes y hace una forma de S atravesando Venecia de norte a sur. Lo que quiere decir es que tienes que ir a uno de estos puentes si o sí para cruzar. Son grandes ciertamente, pero se petan de gente y si estás de camino hacia algún sitio, seguramente tengas que dar un rodeo para cruzar por uno de ellos. 


Vamos con lo bueno. Me encantó. La sensación de ir caminando y perderte es genial. Se pierde hasta Google Maps, que te hace cruzar por mitad de un canal a nado. Parece que no ha pasado el tiempo, y es que por lo visto hay una ley que les impide reformar las fachadas. Por lo tengo la mayoría tienen ese aspecto de abandono de hace nose cuántos siglos. Eso hace que vayas caminando y realmente pienses en tiempos pasados. Imaginar lo que tuvo que ser la peste allí. O como la gente iba con sus capas, espadas y gorros entre sus callejuelas. Películas de duelos a muerte, sensación de vivir la época medieval o pensar en mercados coloridos con materiales de asia. Es precioso.


Además, lo quieras o no, algún canal te vas a encontrar. Diría que no puedes dar 200 pasos sin cruzar un puente y cada uno es distinto. Cómo no hay algo que ver (ok la plaza de San Marcos y el puente de los suspiros) paseas por el placer de pasear. Y ya si te vas del centro hasta el barrio Norte, se respira vida. Se respira lo cotidiano de sus gentes, con ropa tendida y viviendas con tranquilidad. A dos pasos un canal precioso. Al otro lado el final de Venecia donde te asomas y ves el mar (o la laguna) con sus gaviotas, sus barcos y su brisa. 


Las máscaras venecianas es de las cosas artesanas que más bonitas me parecen. Las hay de todo tipo pero cuando llevas allí tres días ya sabes distinguir las originales de las que no lo son. Una pura obra de arte. Pasear, y sentir la necesidad de parar en cada escaparate a ver si hay algo diferente mola un montón. Igual que el cristal de Murano, verdaderas obras de arte con colores que se funden en degradado, formando jarrones, animales, vasos o piezas decorativas de cualquier tipo con un estilo únicos. A mi me sorprendió al menos. No lo conocía. Y se nota el mimo y la calidad de cada pieza. 


Creo que al final lo que buscas en Venecia es la belleza de sus canales. Y de eso tienes para rato. Es algo único que parece decir, eh! Hazme una foto. Cada canal, cada puente es único. Y no solo eso, sino que cada hora del día tiene una luz diferente y hay algo diferente en el agua. Las góndolas, estilizadas negras y doradas (por la peste por lo visto) con sus tantos metros, y su paso lento y calmado. Los vaporettos, llenos de gente con la cubierta oxidada de la batalla que llevan. Los originales, carabinieri, ambulancias, bomberos! Basureros, transporte (Amazon DHL correos etc) todo va en barco. Y es curioso de ver.


El atardecer desde San Marcos viendo la catedral de la isla de enfrente o el paseo del parque es una sensación muy única. E insisto. Las calles. Ese querer llegar a un sitio y no poder. Decir, yo quería ir un poco más a la izquierda (porque no sabes dónde está el norte o el sur), intentar ir un poco más a la izquierda y decir, no! Me he pasado. Este es el canal, pero me he ido demasiado. Un poco más a la derecha. Nunca me había encontrado algo así, y sin gente mola muchísimo. Avanzar por una calle y hasta que no llegas al final, no sabes si hay camino a la izquierda, a la derecha o tendrás que volver. Mirar para arriba y ver solo edificios de 3 o 4 pisos añejos, que te rodean y te abrazan, sabiendo que son mucho muchísimo más viejos que tú y que 5 generaciones más que tú. Saber que eso mismo lo ha visto tanta y tanta gente, me parece increíble. Es, un lugar al que volver sin duda, porque nunca te quedas conforme. Sabes que detrás de cada calle puede haber otra plaza u otro canal más bonito que el anterior.


Además nos quedamos con las ganas de ir a Burano. El último día cogimos el tiquet del vaporetto para todo el día. Mira, ya no andamos más! Estamos cansados. Y queríamos ir a una isla super bonita, con casas de colores muy saturados y bastante más tranquila que Venecia. Nos quedamos a medio camino, en la isla de Murano que tampoco está nada mal. Eso sí, mucho menos vistosa, pero con más fábrica de vidrio. Se respiraba ese aire a trabajadores en casa esquina. Con naves de ventanas altas para tener que pagar por ver cómo mueven el vidrio sus gentes. La cosa es que nos paramos a hacer alguna compra y el vaporetto se llenó. Una cola bastante grande nos dejó en tierra y decidimos volver para Venecia a despedirnos.


Lo dicho, amenazo con volver, no sé si en carnavales (porque sí, MUCHA gente disfrazada, pero poca con trajes venecianos) o en cualquier otro momento. Antes de que el calentamiento global. El mar, borre ese encanto que ahora le está dando. 

jueves, 20 de octubre de 2022

Día 8. Florencia Venecia

Pues la cosa es que nos íbamos de Florencia. Por la tarde saldría nuestro tren para Venecia. Así que tocaba despedirse de los brownies. Bueno, ellos, yo seguía lleno de la noche anterior por el medio Panini. Mochila a la espalda, decidimos aprovechar la mañana viendo lo que nos faltaba. Pasamos por el puente vecchio de día. Mucho más vivo, mucho más despierto todo, con todas las joyerías abiertas y las caras de asombro de la gente. Me desperté caprichoso y vimos unos pendientes que podíamos permitirnos por 1000 euros. Así que los compramos. (mentira) Había cosas asequibles verdaderamente, pero todo bastante feo a mi gusto.


 Cruzamos el río y fuimos al palacio pitti. Un palacete al que Florencia le dedica demasiada atención. Mucho espacio a sus puertas para un edificio tosco, marrón y enorme. Detrás estaban los jardines, que igual sí eran más interesantes, pero descubrimos que todo era de pago. Así que pasamos el check y fuimos callejeando hasta la basílica di Santo espíritu. Yo estaba un poco cansado ya de ver iglesias, lo bueno ya lo habíamos visto, y lo cierto es que el renacimiento no es, ni por asomo, mi estilo artístico favorito. Tampoco sabía a qué pintor estaba viendo y encima, creo que fue la única iglesia donde no dejaron hacer fotos. 

 

Nos estábamos despidiendo de Florencia volviendo a cruzar el puente tranquilamente para llegar a la iglesia de Santa María la Novella. Otra plaza enorme, esta vez con césped, y al fondo una iglesia con un estilo muy similar a la catedral. Pensábamos que era gratis pero tampoco. Así que nada, con todos nuestros bártulos (una mochila cada uno) a ver una farmacia.


Si si, una farmacia que sacamos del guía del free tour. No aparecía en ningún lado, pero estaba cerquita y nos la vendió bastante bien. Un poco reacio por la recomendación del batido del día anterior. Aunque esta vez sí acertó. Lo especial de esta farmacia es que es del siglo XVII y nada más entrar ya sorprende. Sobre todo porque el techo del recibidor es de tamaño normal, pero del que caen unas plantas moradas brillantes y que sirven como máquina del tiempo para entrar en un auténtico museo de frascos, utensilios y ungüentos activo. Me refiero a que cualquiera puede ir a comprar su pomada, o su jabón medicinal, o su bote de no sé qué, que cura no sé qué más. Nos acordamos de Chus porque había una sala dedicada a sus jabones y a sus "hierbas" medicinales. Una gran sorpresa esta farmacia que al final fue de lo que más nos gustó de Florencia.


Fuimos con tiempo a la estación de tren, había muchísima gente. Parecía Roma, o Madrid. La cosa es que nos retrasaron el tren 1h. Así que decidimos hacer tiempo yendo al mercado a ver cositas. Tanto dentro como fuera. Por fuera hay puestos de venta para turistas. Sobre todo cuero o souvenirs de Florencia o Italia en general.


Ahora sí, nos despedimos de Florencia. Una pena, porque nos encantó. Un sitio que queda apuntado como "lugar al que volver" porque a parte de su encanto, faltaron cositas por ver, como el mirador de Miguel Ángel o el museo de los ufizzi. Parece que hemos hecho la Italia de Miguel Ángel, falta la Italia de Leonardo. Y en este museo hay cositas que ver.



El tren, de nuevo sudokus. Y llegamos a Mestre sobre las 19 o así. La idea era llegar una hora antes e ir a Venecia a hacer una comida-merienda. Y digo ir a Venecia porque el camping que pillamos estaba en este pueblo/ciudad que está a 10km de Venecia. Vimos que había muy buenas combinaciones de tren y bus, y encima era muchísimo más barato que alojarse en Venecia. Lo único malo es que el camping estaba un poco lejos del centro de Mestre. Tardamos media hora andando hasta ahí, pasando por algún túnel grafiteado. Paseando por Mestre, no teníamos la sensación de estar en Venecia, bueno, en Italia. Parecía un pueblo más bien húngaro o Alemán, con mucho verde, mucho parque y mucho asfalto.


Llegamos al camping y bastante bien. No tan grande como el de Roma pero igualmente con casitas prefabricadas, piscina y un restaurante y un súper muy asequible. Al lado de la recepción. Al hacer el check in, nos dijeron que había un bus que era del camping y salía cada hora más menos, directo hasta Venecia, por mucho menos dinero y tiempo de lo que teníamos planeado desde la estación central de Mestre. Así que esta fue nuestra opción para ir. Para volver, decidimos pillar un taxi desde Venecia. Iban a ser dos días, el cansancio ya apretaba, y mira, nos dejaba en la puerta del camping, sin pasar por túneles o sitios raros.


miércoles, 19 de octubre de 2022

Día 7. Florencia y su Leonardo

Podíamos ir a cualquier hora del día. El museo da Vinci nos estaba esperando. Así que organizamos el día tranquilamente para ir al museo por la mañana y hacer un free tour por la tarde.


Volvimos a desayunar en el mismo sitio que el día anterior. Otro brownie, otro capuccino y para el museo. Al llegar, nos sorprenden diciendo que hay dos museos y nos ponemos un poco tristes al ver que no era interactivo. Queríamos jugar con las maquinitas de da Vinci. Pero el museo empezó con réplicas de sus diseños que no se podían tocar. El famoso ala delta, el helicóptero alguna grúa y cosas así. Lo bueno es que estaba todo en castellano y veías los bocetos. Al llegar a la otra sala, un poco más de los mismo. Esta vez eran las armas de guerra. Barcos, tanques, lanzas, ingenios para asaltar fortalezas, incluso un traje de buzo. Pero queríamos toquetear!


Bajamos al piso de abajo y ahora sí. Parece que nos dejan tocar dos ruedas. Pensábamos que eran de estos movimientos infinitos. Pero qué va. Eran dos artilugios para demostrar que una rueda, se para. Entramos en otra sala y ahora sí. Empezamos a cacharrear con distintos engranajes de madera, poleas, e inventos para convertir movimientos circulares verticales en movimientos circulares horizontales.


La verdad que el museo fue un crescencio, porque acabamos trasteando con todo. Juegos con espejos, la diferencia entre la fuerza que hay que aplicar con la suma de poleas, incluso un gimnasio!. Todo con madera, cuerdas y sacos de peso. Para acabar, estuvimos un rato intentando hacer un puente circular. O sea, el reto era hacer un puente normal, solo a base de palos formando un semi octógono se puede levantar un puente. Pero nosotros quisimos rizar el rizo e intentar cerrar ese octógono. Imposible.


Muy divertido, lo pasamos bien, también porque íbamos sin prisa y al final jugamos con todo. Caminando de camino a comer, paramos en la piaza de la signoria. Un museo, literalmente, al aire libre. En esta plaza se encuentra el palacio vechio, una de las pocas plazas que no tenía iglesia. A la izquierda de la puerta de este palacio hay una réplica "exacta" del David y a su izquierda, otra estatua de Hércules pegando una paliza a alguien. Y ambas, miran a una especie de soportal en alto, al que se accede por una escalera donde ves gratis unas 10 esculturas. A cada cual más impresionante. Aquí está el perseo con la cabeza de Medusa, o el rapto de las sabinas. Alrededor, desde abajo, estudiantes (o no) de arte, con sus cuadernos intentando dibujar estas estatuas. Alfon, libreta en mano no iba a ser menos.


Fuimos a comer a un sitio recomendado, la fettunta. Estaba lleno, pero decidimos esperar 10 minutillos porque parecía que merecía la pena. Y vaya si la merecía. Un par de camareras se indignaban al ver que después de pedir lasagna, bolognesa y carne, no pedíamos vino. Así que cayeron. Y entre Lorena y alfon se bebieron una copa de no sé qué vino. La mejor lasagna que he probado. Y el mejor pan. Crujiente calentito y esponjoso. Creo que me comí media botella de aceite con ese pan.


Al terminar hinchados, fuimos a la plaza del porcelino donde, la tradición dice que hay que meterle una moneda en la boca a una fuente de un jabalí de bronce. Si la moneda cae por el desagüe, vuelves a Florencia, o se te concede un deseo o algo así. No lo hicimos, pero alguno pasaba y mientras otros se hacían un selfie, metían directamente la moneda en el desagüe. 


Después fuimos al encuentro del free tour. Un brasileño bastante majo nos contó detalles y curiosidades de Florencia. Los m

Medici, los ufizzi, sus palacios. La construcción de la cúpula de la catedral o el baptisterio. Fuimos por los sitios que habíamos paseado el día anterior, pero ahora entendimos lo que estábamos viendo. La verdad que estuvo muy bien. Lo disfrutamos todo, menos sus recomendaciones. Nos dio un qr con varios sitios, decidimos ir a tomar un batido de la lista. Y puaj. A mi me pareció asqueroso. Todo lo que probamos ahí. El mío sabía a césped. Y poco más. El día dio para poco más. Alguna foto en el puente vechio de noche y de camino pillamos un Panini en All'antico vinaio. Unos bicharracos enormes que no pudimos acabar ni Alfon ni yo. Él se lo pidió de tocino (era como morder grasa) y yo mortadela con pesto (me salía el pesto por las orejas). Lorena se pidió uno, no me acuerdo de qué, pero no pudo ni empezarlo porque le seguía dando guerra la muela. 


Prontito a la cama, que estábamos cansados, y alfon y yo nos quedamos descubriendo técnicas random para solucionar sudokus. 

Dia 6. Florencia y su David

Amanecimos recordando la anécdota y con ganas de huir de Pisa. Así que ni desayunamos, eso sí, nos hubiera gustado que la señora badajo rusa nos hubiera servido el desayuno en aquella mesa señorial. Esa mañana, cuando cogimos las cosas del videt, vi otra chinche. Alfon tuvo un par de picaduras en pierna y mano. Picaduras que yo creo que no son de chinche, pero la probabilidad está ahí. Total, el viaje tenía que continuar. Cogimos el tren por la mañana para ir a Florencia.


Y si Pisa nos pareció horrible, Florencia fue todo lo contrario. Un descubrimiento total, que estuvimos a punto de eliminar del viaje. Y menos mal que no lo hicimos.


Una ciudad muy acogedora, bohemia, cosmopolita y en la que se respira arte por todos los lados. No sé explicar por qué, pero realmente te invita a pasear por ella. Cada final de calle parecía reflejar más luz que la anterior. Era como que te invitaba a doblar la esquina para encontrar algo. Aunque sólo fuera otra calle, pero sabías que pasear por esa calle, te iba a producir una sensación de bienestar brutal. Nunca había vivido algo así. Porque en fotos parece fea. La iglesia es blanca y negra. Los Palacios que hay que ver son marrones. Hay coches y gente por todos lados. Pero de verdad tiene algo distinto. Además, es relativamente pequeña, tienes una arteria principal que te recorres en 20 min y a izquierda y derecha tienes todo lo que hay que ver. Obviando el otro lado del río. Que eso sí hace que te desvíes otros 20 min más. Aquí, la gente pasea, no va con prisas, es otro ritmo distinto a Roma.


Llegamos al hostel. Un sitio acogedor, cerquita del centro y con un indio muy agradable que hizo un check in, más normal. Dejamos las cosas y a las 11 salimos a buscar cosas. Nos metimos en el primer bar que encontramos. Una cafetería donde la gente ya estaba comiendo. Tenían un stand con tuppers de una pinta riquísima, pero nosotros íbamos a desayunar. El mejor capuccino que he probado en Italia y el mejor pastel. Un brownie que parecía seco pero estaba increíble. El capuccino sin azúcar, con eso digo todo. Nos gustó tanto que ya teníamos cafetería para desayunar el resto de días. 


Fuimos a ver cómo entrar al museo de la academia (con el David) porque estábamos avisados de que se formaban muchas colas. Teníamos entrada prioritaria y había que sacarla. Facilísimo. De ahí nos fuimos a dar una vuelta para ver la catedral. Lo dicho, un mega edificio con la cúpula más difícil jamás construida. Obra de Brunelleschi con más de 900 ladrillos. Nos enterariamos después con el free tour. Vimos una puerta con poca cola y entramos. Gratis por supuesto. Y por dentro.... Meh. Decepción. La cúpula por dentro tambien muy bien decorada pero las paredes blancas sin adorno. Más bien austera. En comparación con la parte de fuera, creo que no compensa entrar. Nosotros porque tuvimos suerte y vimos esa entrada lateral donde no tuvimos que hacer cola. Suerte. Mucha suerte, porque cuando salimos, y el resto de veces que hemos pasado siempre ha habido una cola de más de 30 min seguro. Y repito, no compensa. Una catedral prácticamente vacía, con las paredes blancas salvo por la cúpula de Brunelleschi. Bastante alejada como para apreciar todos sus detalles, pero bastante cerca para darte cuenta de su dimensión. Fotos, risas, ambiente curioso con artistas callejeros, ilustradores, músicos y gente. Mucha gente pero sin agobiar. Paseantes. 


Fuimos a comer al mercado. Un edificio de cristal como el de cualquier ciudad, donde, en la parte de abajo se compran productos y una parte de arriba donde hay restaurantes de todo tipo. Nos dieron a probar un pincho de carne y decidimos sentarnos ahí a pedir una parrillada. Rica, pero sin más. Mejor las de Kike. A mi me encanta el ambiente de estos sitios, con mercaderes gritando, rodeados de especias, de colores, de comida, con olores únicos y gente yendo de un lado a otro. Mientras tú, con tu platito sentado disfrutando de todo eso.


Al salir, fuimos directos a ver al David. Cierto es que había otras obras del renacimiento, tanto pinturas como esculturas (como la sala llena de esculturas para estudiantes de artes de 1800). Pero lo cierto es que fuimos a ver al David. 

No sé si voy a saber explicar esto. No entiendo, como el mármol parece tener vida. Las venas, la luz. La falsa relajación de los músculos (porque no está tenso, ni relajado). Aunque estuviera rodeado de gente, no empañaban lo espectacular de aquello. El tamaño a mi no me impresionó tanto. La luz. El nivel de pulido, brillaba. No parecía hecho con cincel. 


La sensación de sacar una foto y saber que va a salir bien. Es como fotografiar un atardecer. Desde cualquier ángulo. Cualquier plano que le hagas, desde cualquier posición, vas a tener una foto bonita. Es por eso que no me gusta hacer fotografías a arte. Porque el arte, está en la pieza, no en la maestría del fotógrafo. Pero en este caso quise comprobarlo. Sólo hay una zona que no me gusta, pero creo que es personal. De lateral. Impresionante. De verdad, cualquier copia que vimos después, cualquier copia que hayas podido ver, si no has visto este, no lo aprecias.


Salimos, yo embobado. Intentando no olvidar nada. Paramos en una tienda de Lego muy maja. Y nos dirigimos al puente vechio. El puente viejo. Es un puente curioso porque tiene casas encima. Joyerías con un aire medieval, sobre todo ahora por la noche, porque todas tienen echado el cierre con maderas que tapan los escaparates. Un puente en el que cuando entras, parece que estás en una calle normal.


Cenamos en la terraza de un restaurante con un ambiente bastante VIP. Para terminar el día viendo un museo al aire libre de esculturas. Una de las joyas de Florencia. Al lado del Palacio vechio, con la réplica a tamaño original del David, donde, en su día había estado el original. Lo cierto es que estás estatuas iluminadas llamaban la atención y sólo por ver esto, merece la pena ir a Florencia

martes, 18 de octubre de 2022

Día 5. Siena y Pisa

Amanecimos bien para pedir un taxi que nos llevara a la estación de bus. Lo pedimos en el mismo camping. Y como de costumbre pecamos de novatos. El hombrito taxista tardó en llegar más de lo previsto. Y luego su velocidad era la máxima que se le puede pedir a alguien con posible falta de visión y reflejos. Tanto es así que casi perdemos el bus. Llegamos muy justos. Con 5 min de antelación y encima, no se me ocurre otra cosa que darle el dinero suelto. Se cayeron las monedas y el hombre contando. 1....2....3.... Alfon le dio los 2 euros restantes y a correr. 


Excuse me. Buongorno. Where is the bus... Blablabla. 4. Plataforma 4. Ok. Descubrimos que era la 18. Así pasa aquí, tú preguntas y te dicen lo que quieren. Y no por falta de entendimiento. No sabemos por qué. Además de malas maneras y con unos aires de alguien que no debería estar de cara al público. 


Total. Lo cogimos. Y dos horas y pico después estábamos en Siena.


Siena es lo opuesto a Roma. Ensegiida respiramos un aire a tranquilidad increíble. Un pueblito (ciudad) con unos tonos marrones muy curiosos. Calles completamente peatonales de subidas y bajadas. Donde los edificios han ganado la batalla contra las tiendas. Son estas modernidades las que tienen que amoldarse a lo que hay, y no al revés. Los escaparates se incrustan en las piedras haciendo que cuando vas caminando solo veas calle, sin nada más que te moleste. Parecía que estábamos en la época medieval con ventanas, murallas y pareces muy diferentes a Roma. Nos gustó mucho. Y eso que sólo estuvimos 4 o 5 h. Lo justo para ver el centro, la catedral y comer. 


Comimos en una terraza un Panini por el que nos clavaron un poco. Los Panini aquí son muy diferentes a lo que pensamos en españa. Son como sándwiches de pan más o menos crujiente enormes. Con mogollón de variaciones. Aquí tambien probamos por primera vez el aperol spirtz. Una bebida alcohólica típica de Italia. de un naranja fosforescente y con un sabor a tónica que tira para atrás. A mi al menos. Cuando terminamos de comer fuimos a ver la catedral, que estaba al lado. Otra cuesta arriba donde nos la encontramos con un estilo muy pecuiliar. Mármol blanco con líneas horizontales de color verde oscuro. Contrastaba un montón con el resto de colores rojizos, marrones de siena. Por desgracia o por suerte empezó a llover. Y digo esto porque, el centro sí estaba más lleno de gente. Pero con la lluvia, se vació un poco. Eso nos ayudó. A caminar más tranquilamente por el centro. Cierto es que queríamos quedarnos un rato sentados disfrutando del ambiente. Pero no fue posible.

Tiramos para la estación de Renfe a por nuestra siguiente parada. Pisa.


En el tren, bastante fácil de coger. Nos sentamos donde pillamos y fuimos haciendo sudokus. Sin darnos cuenta estábamos llegando. 


Estaba atardeciendo y por suerte teníamos el hostel al lado de la estación. Cuando pisamos pisa, nos pareció súper diferente también a lo anterior, parecía que iba a estar bien, con una fuentecita y calles más anchas, algo más de jaleo que en Siena pero menos que en Roma. Pensé que nos iba a encantar pero me equivoqué. De hecho, adelanto que ha sido, de lejos lo peor del viaje.


Subimos al hostel y descubrimos que habíamos cogido un un hostal cristiano. Y todo tenía una pinta muy extraña. Subimos en ascensor al cuarto, llamamos y no nos abren. Miramos si en el quinto y oímos que abrían abajo. Vamos y una señora de unos 70 años rechoncha, despelujada y con cara de mala uva, nos da la espalda. Entendemos que tenemos que seguirla. Con su paso lento de badajo campanil invertido nos sorprende encontrar una decoración hortera y rimbombante. Una recepción como sacada de las peores decisiones de un mercadillo. El suelo una alfombra roja. A la derecha tres banderas debajo de un cuadro de una pintura con marco de oro. Tres puertas en frente de nosotros. Entre la primera y la segunda, la estatua de un indio a tamaño real (insisto, de mercadillo). Cuadros de niños vestidos como de primera comunión con cara de sufrimiento y un cuadro de un chaval que llevaba un fusil de asalto con boina torcida y trajeado entre otras cosas que ya no recuerdo. Eso sí, todo bañado en un olor a fritanga que se impregnó en nosotros. La cosa es que vimos esto mientras la señora doblaba la esquina para meterse tras el mostrador. Creo que nunca he hecho un check in con menos palabras. Porque cada joya que salía de su boca iba acompañada de un gesto de era pura grosería y asco hacia nosotros. 

No podíamos contener la risa.

La cosa es que en este hostal estaba incluido el desayuno. Y pintaba espectacular. Fuimos a ver el sitio para desayunar y lo mismo. Una sala igual de rimbombante con una mesa de época tapada por un mantel feo tratando de parecer caro. Rojo y oro. Candelabros. Adornos florales de oro por todos los lados. Ahí imaginamos cómo sería la comida al día siguiente. La habitación no parecía nada del otro mundo pero tampoco estaba mal. Se veía antigua pero con un par de muebles nuevos. En las estanterías, algún trofeo con sorpresa matriuskas random. Esto como decoración de habitación. 


Dejamos las cosas y nos fuimos recordando todo lo que había, hacia la plaza donde está la torre de pisa. De camino pasamos por un río enorme y poco más. La cosa es que daba todo mal royo. No me sentí nada seguro. El ambiente era raro. Y lo que parecía más grande que Siena y más pequeño que Roma, pasó a ser una especie de gheto sucio, mal iluminado, pequeño y con nadie en la calle. Media hora andando hasta llegar a la famosa torre.


Diría que Pisa es sólo esa plaza. Una explanada gigante, con césped tras unas mini vallas por las que no te dejan entrar. Típico de no pisar el césped. A pesar de todo el espacio desaprovechado se podía pasear sin problema porque la calle era enorme. Y ahí estaba. Super inclinada y perfectamente iluminada. Igual que los dos edificios que había a los lados. Con un estilo parecido. Como solo teníamos que ver eso en Pisa, ahí estuvimos hasta las 9. Entre bromas y fotos. Con algún que otro borracho acercándosenos pidiendo. O riéndose de nosotros o simplemente paseando por allí. Especial mención a un par de españoles cincuentones que, a pesar de que era la misma foto, saltaron la valla para hacerse los guays. Hecho que provocó que otros 5 más fueran a hacer lo mismo. Jactándose de lo majos que eran, por ser todos españoles.


Fuimos a cenar a un restaurante donde comimos bastante bien. Pasta con pato, sopa y raviolis con una salsa verde. Bastante rico. Y muy bien. Una terracita donde seguíamos comentando varias jugadas.


A las 22:30 o así volvimos al hostel y cuando estábamos ya para dormir, a Lorena se le ocurrió mirar opiniones del hostel. Todas negativas. Y aunque sabemos que la gente, a veces es un poco tiquismiquis, leyó algo que hizo saltar las alertas. Chinches.


Revisamos colchones y parecíamos a salvo. Pero justo cuando me iba a meter en la cama, vi una. Y fue instantáneo, alfon le dio por darle la vuelta a la almohada y otra. Y Lorena otra más. 


Decidido. Aquí se queda el hostel Cristiano. Decidimos irnos de allí, dejarles las llaves y una nota explicándole y buscar lo que pudiéramos. A pesar de que sabíamos que no íbamos a volver, dejamos todas las puertas abiertas, poniendo topes para que no cerraran del todo. Estábamos cansados, pensando qué hacer. Si no dormir, si dormir en la estación o dar vueltas por pisa para buscar algo en Booking. Con ese ambiente descrito antes pero algo más tarde, serían las 12 o así, fuimos llamando a varios sitios donde no nos abría nadie. Hasta que fuimos a un Kebab y preguntamos. El chico super majo hizo un par de llamadas pero tampoco hubo suerte. Nos indicó un hotel enfrente. Fuimos para allá y nos pusimos un tope. Dada la situación estábamos dispuestos a pagar más de lo que pagamos. Así que al final bastante bien. Dormimos en un hotel 3 estrellas, un poco emparanoyados con las chinches y en las mejores habitaciones de todo el viaje. Dejamos la ropa en el videt y nos duchamos con agua caliente para no llevarnos nada. No me gustaría repetir tiempos pasados.

lunes, 17 de octubre de 2022

Día 4. Roma a nuestra bola

Nos faltaba por ver el Moisés, los jardines borghese y alguna cosilla más. Así que, eso hicimos. Bajamos en el metro del Coliseo que estaba cerca del Moisés y caminamos hasta la primera cafetería con terraza que vimos para desayunar. Subimos por el camino que hicimos el día anterior y llegamos a la iglesia donde estaba el Moisés. Cerrada. No entendemos muy bien por qué. Porque eran las 12 de la mañana y cerraba a las 12:30. La decisión fue ir a la iglesia de Santa María la Maggiore. 


Una iglesia dedicada a la virgen María. Donde había misa con un órgano sonando. Entramos después de un control de seguridad y nos quedamos embobados escuchando y mirando. Sobre todo el techo. Una cuadrícula perfecta de madera con oro en el interior de cada celda. Al fondo el altar en el momento de la eucaristía. Las filas se empezaban a formar mientras el órgano seguía sonando. Me resultó curioso que la chica que comulgó delante de mí, se llevaba la hostia para hacerle una foto. Y el monaguillo le llamó la atención para que se la comiera delante de él. Lógicamente. Acabó la misa y pudimos ir bajo el baldaquino con una estatua de mármol que miraba el relicario. Una estaca, supuestamente del pesebre de Jesús. Acabamos la visita y nos dirigimos a ver el monumento del día anterior.


La plaza venezia con el altar a la patria. Una gigantesca construcción de 70m de altura y 135 de ancho en marmol blanco, a la que se podía subir gratis. Esperábamos una espectacular panorámica. Pero lo bonito estaba al otro lado. La escultura de Víctor Manuel en bronce montado a caballo de 12 metros de altura. A su vez, subido a un pedestal de otros tantos metros. De cara a la rotonda donde los coches parecen más pequeños de lo que son. Y a su espalda una plaza también gigante con unas cuantas columnas que recuerdan al panteón de Atenas. Pero más. Más grande y más columnas. A la izquierda y derecha, fuera de la composición, otras dos columnas que portaban dos ángeles negros a los que no había forma de llegar. 


Después de estar ahí un rato dibujando y tratando de cerrar la boca, bajamos por el interior y llegamos a la columna de Trajano y el foro. Donde también había los restos del mercado romano. Todo esto estaba en un foso, y según caminabas por la calle, podías asomarte, como el que se asoma a un balcón para casi tocar todo. La columna muy parecida a la del día anterior, mármol blanco con relieves de batallas. El foro era un ejercicio bastante grande de imaginación porque no pasaba de ser partes de columnas casi destruidas y el mercado si. El mercado era una pared de algo parecido a ladrillo con arcos y entradas hacia otra calle trasera.


Fuimos a comer a otro sitio recomendado, una especie de pizzería comida rápida al lado del mercado "campo de fiori" que de fiori no tenía nada. Muchísima gente andando de lado a lado como pollos sin cabeza. Ahí aprovechamos para comernos un Supli en un puesto de comida rápida (creo que fue el señor más majo que nos encontramos en Roma. Un paquistaní que vendía comida rápida). Bajamos por el mercado, que era como un mercadillo para comprar comida y lo atravesamos sin más. Para llegar a esta tienda. Comprar pizza un par de suplis y a una especie de jardín cerrado. Muy mala. Seco, frío, malo y sin mucho sabor. Ahora sí, después de un café rodeados de autobuses, nos cogimos uno de camino a ver el Moisés. 


El tráfico de Roma caótico. Tú te lanzas al paso de cebra, y si quieren frenan. Sino... Suerte a la próxima. Y desde dentro del bus igual. Una sensación de no avanzar increíble. Pero bueno, era poquito tiempo y sólo porque estábamos ya cansados.


Llegamos, esta vez sí a ver el Moisés de Miguel Ángel. Al final de la iglesia a la derecha. INCREIBLE. Es posible que todo lo que vimos me gustara más porque me aprendí a fuego, la vida y obra de Miguel Ángel. Y bueno, me tiré como 20 min haciéndole fotos. Para después admirar cómo cambiaba la luz (tienen un sistema de focos para demostrar que se ve bien desde todos los puntos de vista) y vaya que si se ve bien. Lo único malo, que no dejan acercarse a más de 4m?. Igualmente brutal. La iglesia un poco sin más, tienen las cadenas de san Pedro (supuestamente) y alguna que otra escultura más, basadas en la muerte y demás. Pero lo bueno es el Moisés sin duda.



De ahí intentamos ver el panteón, pero no quedaban entradas, y aunque es gratis, tenías que sacar tíquets por internet. Queda pendiente. 

Ya de vuelta, subimos hasta el centro para ir a probar el "pompi tiramisú". Nos gustó. Pero mejor el de Chus, de lejos. Ya era de noche y queríamos ver los jardines borghese, lo intentamos, y entramos, pero en vez de atravesarlos de norte a sur, lo hicimos de este a oeste. Una mezcla entre lo cansados que estábamos y la falta de luz. 


Reventados llegamos al camping para pasar nuestra última noche en Roma. Una cuidad descuidada, muy turística, sucia y con un ritmo infernal. Preciosa, con un aire añejo que permite disfrutar de la imaginación, soñando con hordas de legionarios romanos desfilando triunfales por sus calles y de ese aire bohemio y nostálgico que te permite disfrutar en una terraza a la luz tenue de las velas pensando en el esplendor de una época pasada de riquezus maximus. 

miércoles, 12 de octubre de 2022

Día 3. Panteón y Coliseo

Amanecimos con tiempo para ir a ver el Coliseo. Esta vez cogimos un bus para llegar. Bus eteeerrrno. Casi 1 h para llegar. Teníamos el tour guiado a las 11. O sea que la idea era ir con calma a desayunar y ver incluso el Moisés de Miguel Ángel que pillaba relativamente cerca. Así que eso hicimos. En la terraza del Panella, con un camarero a lo Pavarotti y varias personas agradables, como el señor elegante que parecía seguir un ritual mañanero para leer el periódico y desayunarse su típico café diario.

Nosotros nos pedimos 3 cafés con su bollito correspondiente. No nos pareció nada del otro mundo. Estaba bueno pero mucho mejor el del día anterior.

Durante el viaje, a Lorena le dolía bastante la muela y nos habíamos dejado las medicinas en camping. Miramos alguna farmacia pero al final acordamos que lo mejor era pillar un cepillo de dientes y lavarse, porque el analgésico no le iba a quitar el dolor. Así que entramos en un carrefour y pillamos cositas. 


Nos pillaba de paso el Moisés, pero como había que llegar con tiempo al tour guiado, fuimos al punto indicado 10 min antes. Nos encontramos con una familia que había ido el día anterior en nuestro mismo tour y hablando con ellos, nos dijeron que habían llamado a la agencia porque era raro que no apareciera nadie. La cosa es que estábamos un grupo de 32 personas esperando a que se dignara a aparecer la que luego sería nuestra guía. Una tal Elena que llegó con 15 min de retraso, tiempo que habríamos podido invertir en ver el Moisés (realmente no. Porque luego estuvimos más de 1h viéndolo). 


Tanto el grupo como la señora, se llevaron mi prejuicio. Un grupo de algunas familias, algunos graciosillos, algunos que parecían de los de "yo primero" "yo delante" y algunos de los de "yo lo sé porque ya he estado". Qué pena que acertara con mi prejuicio. Si hubiera sido solo eso... Habría estado bien. El problema viene con Elena. Una mujer que rondaría los 40-45 años, pinturrajeada, con una sonrisa que rivalizaria con la del Joker en falsa y siniestra a partes iguales. Italiana con idea del español, pero con muchos italianismos, que parecía ser la primera vez que pisaba la zona o la primera vez que tenía un grupo. Teníamos unos cascos y a los 10 min de empezar el tour, nos dimos cuenta de que no tenía nada que ver con Valentina. Datos mal hilados, mal narrados como el que lee un libro de historia, pero un libro del que sólo lees tres palabras de cada frase. Además, con este estilo tan desordenado, no paraba de hablar como si le hubieran dado carrete. Un tono desagradable, aburrido y confuso. Desordenada y despistada. Los sitios que elegía para parar, mal elegidos. Se ponía ella de cara al monumento y nosotros mirando la pared y a ella.


Empezamos por el foro romano. Y yo lo que hice fue quitarme los casos y ponerme videos de Youtube hasta enterarme de lo que veía. Hicimos un recorrido muy extraño. Foro romano, viendo ruinas de los edificios donde se hacía la vida romana, el monte palatino y por último el Coliseo.

El sitio me gustó. Era fácil imaginarse legiones de romanos atravesando esas calles rodeados de columnas y edificios de mármol como aparecen en las pelis. Corriendo detrás de Elena llegamos al monte palatino donde supuestamente vivía la nobleza. Más ruinas y rastros de edificios. 


En el Coliseo, casi no pudimos hacer la foto desde fuera. Corriendo. Se equivocó de enreada. Vale que había muchísima gente, pero ya veis el nivel. Nos dejó hacer una parada de rigor para ir al baño. Donde abandonó al grupo. Me explico. Los que no íbamos al baño, nos teníamos que quedar en una de las entradas. Ella iba a acompañar a los que iban al baño y esperarles allí para traerlos de vuelta. La gente que estaba en el baño, se dio cuenta de que se había pirado y alguno le costó volver. Imaginaos la cantidad de gente que hay en el Coliseo. Más que en el Vaticano creo yo.


El Coliseo me encantó. Tanto o más, por fuera que por dentro. El foro y el palatino era un ejercicio constante de imaginación para saber lo que ahí había. Pero el Coliseo era un ejercicio mucho menor. Gradas y construcciones como las de cualquier estadio de fútbol moderno. Lo cierto es que pelis como Gladiator o troya, hicieron que viera el Coliseo mucho más imponente que allí. Porque, más allá de eso... Nada más. Yo no sé si fue por esta señora o porque lo tenía muy visto, pero el Coliseo no me impactó. Me resultó un lugar muy familiar por el cine y las pelis, que son bastante fieles a lo que debió ser aquello. Viendo que la tónica era la misma de esta señora, decidí salirme del grupo y adelantarme a por dónde iba ella. Así, lo que contara ya lo había visto yo. Y date. Funcionó. Mucha menos gente, mucho más fácil seguir sus explicaciones y mejor. Algo mejoró el asunto. 


Después de esto pasamos por la tienda y me pillé un libro donde te cuentan todo lo del foro, el palatino y el Coliseo. Aaaapañao.


Hacía bastante hambre, así que decidimos ir al Trastevere a comer. Un barrio que está tras el Tiber. Lo que pasa con Roma es que... Es como una tienda de chuches para niños. En cada calle ves algo que te llama la atención y a lo que te quieres acercar. De camino (a 15 min) vimos el circo de Massimo. Una explanada donde en su época se hacían carreras de cuadrigas. Tamaño real. Me impresionó bastante el tamaño. Algo así como un estadio olímpico. 

Seguimos caminando y nos encontramos con un templo y una fuentecita. Roma está llena de fuentes potables que hacen bastante agradable caminar por ella. Fuentes con un agua muy buena. Me recordaba a la del pueblo. Descansamos un rato sentados airando las vistas de más edificios romanos clásicos (rodeados de coches, eso sí). Y nos acercamos a ver la boca de la veritá.

Una figura tallada en piedra con una cara y la boca abierta. Donde, una vez más la estupidez humana sale a la luz. Y digo esto, porque para meter la mano en la boca igual tienes que hacer 30 min de cola. Y meter la mano en la boca, no es más que para Instagram. Porque la vimos perfectamente desde fuera. Igual que una iglesia a la que nadie le hacía ni caso, al lado, gratis y bastante cuca. Con un pasadizo a una especie de capilla oculta para que los cristianos perseguidos pudieran rezar.


Traaaastevere, es un barrio bohemio con plantitas y calles estrechas. Con mucho encanto y dónde, habíamos visto, se come genial. Efectivamente. El mejor sitio donde hemos comido hasta ahora para mí. Una carbonara exquisita. Unos macarrones Cacio e Pepe y otros al pesto. No puedo definir por qué estaba tan buena. Sería como definir un olor. La salsa con sabor y consistencia. Mis trozos de bacon crujían. Mezclaban en la boca todos los sabores del huevo, el parmesano y el bacon. Igual que el resto de platos, pasta fresca y original del corazón de Italia. Ahora sí. Esto sí es pasta. Esta sí es la fama de la pasta italiana. Buenísimo es poco. Muy rico.


Seguimos viendo el trastevere ya atardeciendo mientras subíamos y bajábamos por callejuelas desordenadas y con una dinámica parecida. Llegamos a una fuente enorme donde había una  boda y de nuevo para abajo. 1h de caminata hasta la plaza del Popolo con varias paraditas con sorpresas que nos íbamos encontrando. Por ejemplo el teatro pegado al barrio judío. Con una pinta parecida al coliseo que nos encantó. Después llegamos enseguida a la monumental zona de la plaza de plaza venezia. subimos una enorme rampa para llegar a la plaza del Campidoglio, diseñada por Miguel Ángel. Con una estaría de Marco Aurelio montado a caballo. A mi me estaba recordando a Montjuic pero a lo bestia. Bajamos de nuevo para subir, justo pegado, unas escaleras que estaban pegadas. 300 y pico escalones para descubrir que arriba había una iglesia cerrada. Así que volvimos a bajar las 2000 escaleras y nos presentamos ante el altar a la patria con un Víctor Manuel II de bronce. Creo que no hay palabra para definir el tamaño de esta construcción. Pero esto lo dejo para el día siguiente. Que fuimos a verlo de día. 


Aquí, alguna fotillo y a seguir para la zona del mercado y la columna de Trajano. Ya de noche estábamos cansados y tiramos para la escalinata de la plaza España. Una escalera barroca que no entiendo muy bien por qué es famosa. Creo que es un simple punto de reunión porque lo cierto es que no tiene nada. Un obelisco arriba y una iglesia poco conocida. Al menos para mí.


Y así acabó el segundo día. Con una Lorena dormida en el tren de vuelta. Yo sin parar de hablar, imitando a Elena y leyendoles el libro que compré explicando lo que habíamos visto en el tour. Dándoles la chapa, vaya.

Un segundo día, donde el tiempo nos acompañó otra vez, con un sol y unos 20 grados que nos hizo sudar. Un día que empezó un poco chuchurrío por la guía pero que poco a poco fue remontando y nos encantó. y Escaleras a la nada. Víctor Manuel 2. Mercado columna. Y helado en las escaleras

lunes, 10 de octubre de 2022

Día 2. Vaticano

El primer día teníamos la visita al Vaticano. Empezamos fuerte sí. Pero era viernes y pensé que habría menos gente. Ja!

De nuevo jaleos para encontrar la estación de tren, pero esta vez sí. Lo hizimos bien. Llegamos a due ponti una estación abandonada con tornos que no dan a ningún lado y máquinas que no validaban los billetes por llevar caducados 16años (literalmente). Este tren, y esta estación nos llevaba a plaza del pueblo y de ahí algún metro o bus. Bastante fácil.


Llegamos con tiempo a la zona así que desayunamos. Esta zona no era de callejuelas sino de avenidas donde las terrazas se habían hecho su espacio en la acera. Igual de bonitas pero más grandes. Desayunamos unos bollitos, perdón, bollazos, buenísimos. Y nos los comimos en otra terraza con un café. La pizza igual no, ¿pero el café? Espectacular. Da igual capuccino, normal o ristretto (más intenso por llevar menos agua) todos entraban bien, incluso sin azúcar.


Un sol genial nos acompañó todo este día. Fuimos al punto de encuentro con Valentina, nuestra guía. Super simpática y muy de los nuestros. Lorena y yo nos partíamos de risa cuando la escuchábamos decir cosas como "no vaya a ser que pongan una flecha indicando el camino" o "a nosotros sí nos cuentan no? Como no tenemos sirvientes". Nos encantó a los tres la cantidad de cosas que sabía. Y gracias a ella, disfrutamos el Vaticano muchísimo más. 

Entramos por una puerta lateral y ascendimos hasta un patio donde se nos presentó la cúpula de la catedral de San Pedro al fondo. Entre dos árboles y con un sol de aúpa. Lo cierto es que se lució, posando entre dos árboles para mi foto. Mucha, mucha, muchísima gente sin llegar a ser agobiante. 

Cómo explicar lo que vimos? Obras de arte en cada centímetro cuadrado. Y no por un horror vacui declarado (que a veces también) sino porque veías un banco y apreciabas que había sido hecho con mimo, o una columna o una servilleta. Bru tal. Muy muy guay. Yo iba con cierto miedo, a sentir algo de rechazo a toda esa gran cantidad de riqueza que tienen. Pero lo cierto es que no lo sentí en ningún momento. Empezamos pasando por bastantes esculturas, de las que Alfon conocería el 80% yo, no tantas. Pero no era necesario para admirarlas. Y es que tampoco es que fueran especialmente mastodónticas, sino simplemente bonitas. (Perdón por lo de simplemente).


Después llegamos a las galerías de arte. Los Frescos de Rafael, la galería de los mapas o de las telas. Rodeados de gente, pero gente muy minúscula en comparación a lo que teníamos ahí. 


Nos avisaron de que el broche de oro era la capilla Sixtina. De que no sé podía hablar dentro y por supuesto nada de fotos o vídeo. Yo iba con la lección de Miguel Ángel aprendida y quería que alfon y Lorena disfrutaran como lo iba a hacer yo, viendo todas sus curiosidades. Pero lo cierto es que Valentina se dejó poquitas cosas en el tintero. Nos la explicaron fuera. Y al entrar... Creo que fue lo que menos disfruté. Yo temía alguna lagrimilla o algo que me emocionara, pero lo cierto es que tanta gente, algo tan "tamaño normal", tantas restricciones y lo tenía tan visto, que me gustó, si. Pero me esperaba más. Después de lo que llevábamos viendo durante dos horas... Esto se quedó un poco atrás. Nos lo avisó Valentina.

Aunque lo haya hecho un solo hombre, ahora estamos tan acostumbrados a ver arte que no aprecias si lo ha hecho 1 o 10 personas.


Dicho esto pasamos a ver la catedral de San Pedro. Esta sí nos impresionó. Parece que cuanto más grande es algo más nos impresiona. Y aquí, la catedral gana.

Entramos, rodeados de arte, no sabíamos donde mirar, columnas con esculturas que te tumban. Cúpulas con personajes y adornos colosales. El suelo brillante. La luz. No sé. Todo. No me la imaginaba así. Es como si escalaran en tamaño cualquier catedral que hayas visto. El pasillo central que va al baldaquino parecía una avenida de un centro comercial multiplicado por 10. Las obras que veías a lo lejos perfectamente, te acercabas y te dabas cuenta de que la más pequeña mediría 5m. Con expresiones y un nivel de detalle que roza la locura. Aquí vimos la piedad de Miguel Ángel. La primera. Pero tras un cristal y a lo lejos. Por lo que pasó en el 92. Un tío se lió a martillazos con ella diciendo que era Jesús. 


Después bajamos a las tumbas de los papas. Un sitio bastante más austero. Con unos pasillos subterráneos donde había tumbas adornadas desde el año catapun. Cada una con una construcción exquisita para su época. Acabando por Juan Pablo II. Salimos y ya saliendo seguimos viendo oro brillar en alguna obrucha que había por ahí (impresionante igualmente) bebimos agua y salimos a admirar la plaza del Vaticano y la catedral desde su fachada. Un espacio abierto enorme donde tras unas fotos y un poco de chorradas varias ... Nos movimos para comer.


Era tarde, las 16:30 o así. (Si. 5h estuvimos en el Vaticano) así que pedimos unos entrantes raros de queso con pera y mortadela por otro lado. Para después disfrutar de la famosa pasta italiana. Otra cosa que nos (igual sólo me) decepcionó el primer día. Estaba rica, muy rica. Pero esperaba más. Unos Spagueti que ellos llaman no sé cómo y unos tallarines con setas que ellos llaman a su manera. Ricos. Pero no lo suficiente para lo que comimos al día siguiente.


Pillaba cerca de allí el castillo de san Angelo. Un castillo a pies del tiber que nos pareció magico. El ambiente con el arpa y el atardecer , daban un aire bohemio que el lugar no tenia. Además uno, que no para de hablar, no hacía más que decir bobadas con acento italiano. Atravesamos un parque y llegamos a uno de los puentes del tiber, viendo cómo a nuestras espaldas dejábamos de ver una fachada con una fuente que no debía ser importante (porque no sé llevaba ninguna foto) Pero que impresionaba igual. 


De aquí ya eran las 8 o así  y nos movimos para ver la plaza navona. Una plaza con la forma y el tamaño de un estadio de carreras de cuadrigas (antes había uno en ese lugar), con 3 fuentes y una obra maestra de Bernini brutal en mitad de la calle. Un obelisco gigante en cuya base había 4 representaciones humanas de los 4 ríos del mundo. Danubio, nilo, río de la plata y Ganges. Ahí estuvimos un rato sentados disfrutando del momento entre coñas y tal alguna foto de 15 segundos cayó.


Fuimos a por un tiramisú recomendado y mientras lo comíamos nos dirigimos a ver más cositas. El panteón por fuera rodeado de españoles, el templo de Adriano y la columna de Marco Aurelio. Aunque veníamos de ver el Vaticano nos gustó muchísimo. Porque son obras de arte donde se veían el paso del tiempo pero en plena calle. Gratis! También la luz ayudaba. Por supuesto había mucha gente. Y parece que todo Roma está dedicada al turismo. Ristorantes, bares, comida para llevar ganan la batalla a tiendas de ropa, tiendas de ropa y más tiendas de ropa.


Ahora sí nos dirigimos a la Fontana di Trevi. A disfrutarla. Lo cierto es que aunque hubiera mucha gente, es eso. Gente. Posturetas que llegaban, se hacía un selfie y se iban. Como nosotros el día anterior vaya. Ahora sí.  La sentamos a escucha el agua de manantial romano antiguo. A ver caer el agua y a disfrutar de semejante disparate. En mitad de la ciudad, la fuente ocupa más de la mitad de la plaza donde está, eso hace que las aglomeraciones sean algo más agobiantes, pero por suerte hay dos alturas para verla. Puedes bajar unas escaleritas y llegar a sentarte metiendo la mano en el agua. Ahí estábamos. Entre aplausos porque alguien había dado el "sí quiero" y silbatos de carabinieri porque alguien había hecho no sé qué. Hicimos lo típico de pedir el deseo con la moneda. Aproveché a pedir un montón de cosas porque en el vídeo que grabamos se hace eterno. 


Suficiente para el día de hoy. Para mi, el mejor día de Roma sin duda.

Día 1. Menorca-Roma

 El 6 de octubre salimos hacia nuestra nueva aventura. Esta vez Italia, un viaje de 10 días dónde recorrimos varias ciudades por todo el país. El 5, después de recoger a Alfon en Tafalla y probar las oculus en un parque, bajamos hacia lodosa donde descubrimos que la idea que teníamos de pagar un parking para dejar el coche en Bilbao, iba a salirnos más caro de lo que creíamos. Los únicos billetes que no cogimos de todo el viaje fueron estos, y al cogerlos el día de antes salieron por el doble. Estuvimos planteando otras opciones como la de dormir en Bilbao y tal, pero al final compensó más lo otro. 


Así que, ni cortos ni perezosos (yo un poco) salimos hacia las 7:30 de la mañana para pillar el avión a las 11. Y ahora sí podemos decir que empieza el viaje. El primer viaje tocho para Alfon. Pero sobre todo mi primer viaje fuera de España con Lorena. 

La novedad era sobre todo para Alfon que no había montado nunca en avión y le gustó bastante. Después de bajarnos comentamos la jugada, porque no pudimos volar juntos. 


Ya más despiertos llegamos a Menorca. Una isla que nos pareció bastante maja, bastante cuca pero que no pudimos disfrutar mucho porque el vuelo hacia Roma salía en 5h. Y había que comer. Porrrrr supuesto que había que comer. En el primer bar que vimos, una terracita al lado de la estación comimos bastante bien. Un bocata de sobrasada, ñokis con queso de Mahón y una hamburguesa con las dos cosas.

Dimos un paseillo para ver el puerto pero poco más. De hecho, nos tomamos un café en una terraza mientras copiamos unos sudokus y competir en el avión.


No nos dio tiempo a mucho más en Menorca. Bonita, con mucho guiri. Lo bueno estaba por llegar. 

En el avión de ida a Roma ya sí nos sentamos juntos con los primeros acentos y palabras italianas a nuestro alrededor. Si el anterior vuelo me pareció eteeerrrno, este se me pasó volando ( je je, volando, je je). Una trepidante competición de sudokus digna de ser narrada por Ibai donde nos batimos en un duelo a muerte entre alfon Lorena y yo. Con cuatro espectaculares niveles de dificultad y que ninguno consiguió acabar. 


Llegamos a Roma y todo nuevo. Pronto descubrimos que nuestra dificultad iba a estar en los idiomas y el transporte. Con el idioma, yo nunca llegué a hacer el cambio de chip porque, si. Preguntabas si sabían español y decían que si. Te lanzabas en español pero había que acabar hablando inglés con algún "grachie, prego, bonggiorno" de por medio. Al final nos entendíamos pero nos costaba. Y con el transporte porque aunque preguntamos, y sabíamos lo que había que hacer... Nos equivocamos. Me empeñé en hacer un transbordo porque salía más barato. Lo malo es que una vez dentro del tren, vimos que solo tenía una parada (y era nuestro destino), la estación de termini. Lorena se dió cuenta, pero nos quedamos temiendo alguna multa por parte del revisor. Al llegar el revisor, le dijimos que nos habíamos equivocado. Al ver que estaba validado (aquí, algunos billetes tienes que comprarlos, pasarlos por los tornos y luego validarlos en otra máquina) y con la hora correcta, sólo nos hizo pagar la diferencia, como si hubiéramos cogido un billete directo a Termini.


Llegamos de noche. A las 8 o así. Al salir de la estación, aquello parecía un mercadillo destartalado de carteles luminosos de kebabs, bocadillos y hamburgursas. Un ambiente un poco raro por la NULA iluminación de las calles. Nos sorprendió mucho ver que Roma, capital de Italia, sólo estuviera iluminada por coches y letreros. Luego descubrimos que no es todo así.


Teníamos intención de ir a ver la iglesia de Santa María la maggiore que pillaba por ahí pero imposible, cerrada. Igual que el Moisés. Así que decidimos ir a cenar a alguno de los sitios que llevábamos mirados. Una pizzería muy cuca, en un barrio bastante bonito con adoquines irregulares oscuros y plantas en macetas que parecían salvajes y trepadoras que cubrían gran parte de la vista. Ahora sí había algo más de luz con farolas que daban una luz tenue pero acogedora, también ayudadas por los ristorantes y bares con terrazas bastante cuidadas. Mesas de hierro con tablones de madera cubiertas por manteles de cuadros rojos y blancos. Plantas. Incluso alguna rosa y velas. A veces con bombillitas de navidad adornando trepadoras. 


Llegamos a la pizzeria alle carrette. Atravesando el bar, llegamos a un patio donde nos sentamos los 3. Queríamos probar todo pero pedimos 3 pizzas que.... Sin más. La masa estaba buena pero el asunto, un poco meh. Una de las cosas que llevamos todo el viaje fue un Excel. Una especie de lista donde puntuamos cada comida en función de. Presentación-Facilidad para coger-Sabor-Facilidad para comer-Textura-Salsa-Precio y si le hubiera gustado a Miguel Ángel. 


Al terminar de cenar fuimos caminando hacia donde teníamos que coger un tren de camino a nuestro camping. Peeero, de camino nos encontramos con la Fontana de Trevi, igual forzamos este encuentro, pero yo creo que ni la Fontana ni nosotros se sintió incómodo con el asunto. Muuuuucha gente y eso que eran las 22:30. Video, foto de rigor y para la estación. De camino íbamos viendo alguna cosa interesante. Por ejemplo la escalinata de la plaza de España o el monumento de la Santa concepción. 

Pasamos por un bar que tenía una mega galería de esculturas dentro (no sabíamos que era un bar) que llamó mucho la atención a Alfon. Además fuera había una fuente muy curiosa con un señor tumbado hecho como en dos materiales distintos. La fuente del babuino. Declarada la más fea de Italia. 

 Seguimos por la plaza del Popolo (enoooorme) y a buscar de donde salía el último tren. Lo cierto es que ese día no llegamos a encontrarlo y pillamos un taxi.

Madre mia la taxista, muy maja, pero no callaba. Empalmaba temas en un italiano bastante entendible. Tuvo el detalle de cruzarnos la autovía sin cobrarnos. Porque lo cierto es que el camping estaba en un lugar complejo para cruzar. Lo dicho. Al lado de la autovía. Una vez dentro, hecho el check-in con un hombrito muy bajito (apodado Hobbit por 3 que yo me sé) nos dimos cuenta de lo grande que era el camping. Era un pueblo. Había pipicars (cochecitos) para transportarte de un sitio a otro. Y nos dieron una cabañita, en el último rincón del camping. Muy chulo. Calles asfaltadas, restaurante, piscina, zona para caravanas, para tiendas, casas prefabricadas y las nuestras. Una habitación con baño bastante cómoda que nos dio fuerzas para lo que estaba por llegar.