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jueves, 20 de octubre de 2022

Día 8. Florencia Venecia

Pues la cosa es que nos íbamos de Florencia. Por la tarde saldría nuestro tren para Venecia. Así que tocaba despedirse de los brownies. Bueno, ellos, yo seguía lleno de la noche anterior por el medio Panini. Mochila a la espalda, decidimos aprovechar la mañana viendo lo que nos faltaba. Pasamos por el puente vecchio de día. Mucho más vivo, mucho más despierto todo, con todas las joyerías abiertas y las caras de asombro de la gente. Me desperté caprichoso y vimos unos pendientes que podíamos permitirnos por 1000 euros. Así que los compramos. (mentira) Había cosas asequibles verdaderamente, pero todo bastante feo a mi gusto.


 Cruzamos el río y fuimos al palacio pitti. Un palacete al que Florencia le dedica demasiada atención. Mucho espacio a sus puertas para un edificio tosco, marrón y enorme. Detrás estaban los jardines, que igual sí eran más interesantes, pero descubrimos que todo era de pago. Así que pasamos el check y fuimos callejeando hasta la basílica di Santo espíritu. Yo estaba un poco cansado ya de ver iglesias, lo bueno ya lo habíamos visto, y lo cierto es que el renacimiento no es, ni por asomo, mi estilo artístico favorito. Tampoco sabía a qué pintor estaba viendo y encima, creo que fue la única iglesia donde no dejaron hacer fotos. 

 

Nos estábamos despidiendo de Florencia volviendo a cruzar el puente tranquilamente para llegar a la iglesia de Santa María la Novella. Otra plaza enorme, esta vez con césped, y al fondo una iglesia con un estilo muy similar a la catedral. Pensábamos que era gratis pero tampoco. Así que nada, con todos nuestros bártulos (una mochila cada uno) a ver una farmacia.


Si si, una farmacia que sacamos del guía del free tour. No aparecía en ningún lado, pero estaba cerquita y nos la vendió bastante bien. Un poco reacio por la recomendación del batido del día anterior. Aunque esta vez sí acertó. Lo especial de esta farmacia es que es del siglo XVII y nada más entrar ya sorprende. Sobre todo porque el techo del recibidor es de tamaño normal, pero del que caen unas plantas moradas brillantes y que sirven como máquina del tiempo para entrar en un auténtico museo de frascos, utensilios y ungüentos activo. Me refiero a que cualquiera puede ir a comprar su pomada, o su jabón medicinal, o su bote de no sé qué, que cura no sé qué más. Nos acordamos de Chus porque había una sala dedicada a sus jabones y a sus "hierbas" medicinales. Una gran sorpresa esta farmacia que al final fue de lo que más nos gustó de Florencia.


Fuimos con tiempo a la estación de tren, había muchísima gente. Parecía Roma, o Madrid. La cosa es que nos retrasaron el tren 1h. Así que decidimos hacer tiempo yendo al mercado a ver cositas. Tanto dentro como fuera. Por fuera hay puestos de venta para turistas. Sobre todo cuero o souvenirs de Florencia o Italia en general.


Ahora sí, nos despedimos de Florencia. Una pena, porque nos encantó. Un sitio que queda apuntado como "lugar al que volver" porque a parte de su encanto, faltaron cositas por ver, como el mirador de Miguel Ángel o el museo de los ufizzi. Parece que hemos hecho la Italia de Miguel Ángel, falta la Italia de Leonardo. Y en este museo hay cositas que ver.



El tren, de nuevo sudokus. Y llegamos a Mestre sobre las 19 o así. La idea era llegar una hora antes e ir a Venecia a hacer una comida-merienda. Y digo ir a Venecia porque el camping que pillamos estaba en este pueblo/ciudad que está a 10km de Venecia. Vimos que había muy buenas combinaciones de tren y bus, y encima era muchísimo más barato que alojarse en Venecia. Lo único malo es que el camping estaba un poco lejos del centro de Mestre. Tardamos media hora andando hasta ahí, pasando por algún túnel grafiteado. Paseando por Mestre, no teníamos la sensación de estar en Venecia, bueno, en Italia. Parecía un pueblo más bien húngaro o Alemán, con mucho verde, mucho parque y mucho asfalto.


Llegamos al camping y bastante bien. No tan grande como el de Roma pero igualmente con casitas prefabricadas, piscina y un restaurante y un súper muy asequible. Al lado de la recepción. Al hacer el check in, nos dijeron que había un bus que era del camping y salía cada hora más menos, directo hasta Venecia, por mucho menos dinero y tiempo de lo que teníamos planeado desde la estación central de Mestre. Así que esta fue nuestra opción para ir. Para volver, decidimos pillar un taxi desde Venecia. Iban a ser dos días, el cansancio ya apretaba, y mira, nos dejaba en la puerta del camping, sin pasar por túneles o sitios raros.


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