................................................

martes, 18 de octubre de 2022

Día 5. Siena y Pisa

Amanecimos bien para pedir un taxi que nos llevara a la estación de bus. Lo pedimos en el mismo camping. Y como de costumbre pecamos de novatos. El hombrito taxista tardó en llegar más de lo previsto. Y luego su velocidad era la máxima que se le puede pedir a alguien con posible falta de visión y reflejos. Tanto es así que casi perdemos el bus. Llegamos muy justos. Con 5 min de antelación y encima, no se me ocurre otra cosa que darle el dinero suelto. Se cayeron las monedas y el hombre contando. 1....2....3.... Alfon le dio los 2 euros restantes y a correr. 


Excuse me. Buongorno. Where is the bus... Blablabla. 4. Plataforma 4. Ok. Descubrimos que era la 18. Así pasa aquí, tú preguntas y te dicen lo que quieren. Y no por falta de entendimiento. No sabemos por qué. Además de malas maneras y con unos aires de alguien que no debería estar de cara al público. 


Total. Lo cogimos. Y dos horas y pico después estábamos en Siena.


Siena es lo opuesto a Roma. Ensegiida respiramos un aire a tranquilidad increíble. Un pueblito (ciudad) con unos tonos marrones muy curiosos. Calles completamente peatonales de subidas y bajadas. Donde los edificios han ganado la batalla contra las tiendas. Son estas modernidades las que tienen que amoldarse a lo que hay, y no al revés. Los escaparates se incrustan en las piedras haciendo que cuando vas caminando solo veas calle, sin nada más que te moleste. Parecía que estábamos en la época medieval con ventanas, murallas y pareces muy diferentes a Roma. Nos gustó mucho. Y eso que sólo estuvimos 4 o 5 h. Lo justo para ver el centro, la catedral y comer. 


Comimos en una terraza un Panini por el que nos clavaron un poco. Los Panini aquí son muy diferentes a lo que pensamos en españa. Son como sándwiches de pan más o menos crujiente enormes. Con mogollón de variaciones. Aquí tambien probamos por primera vez el aperol spirtz. Una bebida alcohólica típica de Italia. de un naranja fosforescente y con un sabor a tónica que tira para atrás. A mi al menos. Cuando terminamos de comer fuimos a ver la catedral, que estaba al lado. Otra cuesta arriba donde nos la encontramos con un estilo muy pecuiliar. Mármol blanco con líneas horizontales de color verde oscuro. Contrastaba un montón con el resto de colores rojizos, marrones de siena. Por desgracia o por suerte empezó a llover. Y digo esto porque, el centro sí estaba más lleno de gente. Pero con la lluvia, se vació un poco. Eso nos ayudó. A caminar más tranquilamente por el centro. Cierto es que queríamos quedarnos un rato sentados disfrutando del ambiente. Pero no fue posible.

Tiramos para la estación de Renfe a por nuestra siguiente parada. Pisa.


En el tren, bastante fácil de coger. Nos sentamos donde pillamos y fuimos haciendo sudokus. Sin darnos cuenta estábamos llegando. 


Estaba atardeciendo y por suerte teníamos el hostel al lado de la estación. Cuando pisamos pisa, nos pareció súper diferente también a lo anterior, parecía que iba a estar bien, con una fuentecita y calles más anchas, algo más de jaleo que en Siena pero menos que en Roma. Pensé que nos iba a encantar pero me equivoqué. De hecho, adelanto que ha sido, de lejos lo peor del viaje.


Subimos al hostel y descubrimos que habíamos cogido un un hostal cristiano. Y todo tenía una pinta muy extraña. Subimos en ascensor al cuarto, llamamos y no nos abren. Miramos si en el quinto y oímos que abrían abajo. Vamos y una señora de unos 70 años rechoncha, despelujada y con cara de mala uva, nos da la espalda. Entendemos que tenemos que seguirla. Con su paso lento de badajo campanil invertido nos sorprende encontrar una decoración hortera y rimbombante. Una recepción como sacada de las peores decisiones de un mercadillo. El suelo una alfombra roja. A la derecha tres banderas debajo de un cuadro de una pintura con marco de oro. Tres puertas en frente de nosotros. Entre la primera y la segunda, la estatua de un indio a tamaño real (insisto, de mercadillo). Cuadros de niños vestidos como de primera comunión con cara de sufrimiento y un cuadro de un chaval que llevaba un fusil de asalto con boina torcida y trajeado entre otras cosas que ya no recuerdo. Eso sí, todo bañado en un olor a fritanga que se impregnó en nosotros. La cosa es que vimos esto mientras la señora doblaba la esquina para meterse tras el mostrador. Creo que nunca he hecho un check in con menos palabras. Porque cada joya que salía de su boca iba acompañada de un gesto de era pura grosería y asco hacia nosotros. 

No podíamos contener la risa.

La cosa es que en este hostal estaba incluido el desayuno. Y pintaba espectacular. Fuimos a ver el sitio para desayunar y lo mismo. Una sala igual de rimbombante con una mesa de época tapada por un mantel feo tratando de parecer caro. Rojo y oro. Candelabros. Adornos florales de oro por todos los lados. Ahí imaginamos cómo sería la comida al día siguiente. La habitación no parecía nada del otro mundo pero tampoco estaba mal. Se veía antigua pero con un par de muebles nuevos. En las estanterías, algún trofeo con sorpresa matriuskas random. Esto como decoración de habitación. 


Dejamos las cosas y nos fuimos recordando todo lo que había, hacia la plaza donde está la torre de pisa. De camino pasamos por un río enorme y poco más. La cosa es que daba todo mal royo. No me sentí nada seguro. El ambiente era raro. Y lo que parecía más grande que Siena y más pequeño que Roma, pasó a ser una especie de gheto sucio, mal iluminado, pequeño y con nadie en la calle. Media hora andando hasta llegar a la famosa torre.


Diría que Pisa es sólo esa plaza. Una explanada gigante, con césped tras unas mini vallas por las que no te dejan entrar. Típico de no pisar el césped. A pesar de todo el espacio desaprovechado se podía pasear sin problema porque la calle era enorme. Y ahí estaba. Super inclinada y perfectamente iluminada. Igual que los dos edificios que había a los lados. Con un estilo parecido. Como solo teníamos que ver eso en Pisa, ahí estuvimos hasta las 9. Entre bromas y fotos. Con algún que otro borracho acercándosenos pidiendo. O riéndose de nosotros o simplemente paseando por allí. Especial mención a un par de españoles cincuentones que, a pesar de que era la misma foto, saltaron la valla para hacerse los guays. Hecho que provocó que otros 5 más fueran a hacer lo mismo. Jactándose de lo majos que eran, por ser todos españoles.


Fuimos a cenar a un restaurante donde comimos bastante bien. Pasta con pato, sopa y raviolis con una salsa verde. Bastante rico. Y muy bien. Una terracita donde seguíamos comentando varias jugadas.


A las 22:30 o así volvimos al hostel y cuando estábamos ya para dormir, a Lorena se le ocurrió mirar opiniones del hostel. Todas negativas. Y aunque sabemos que la gente, a veces es un poco tiquismiquis, leyó algo que hizo saltar las alertas. Chinches.


Revisamos colchones y parecíamos a salvo. Pero justo cuando me iba a meter en la cama, vi una. Y fue instantáneo, alfon le dio por darle la vuelta a la almohada y otra. Y Lorena otra más. 


Decidido. Aquí se queda el hostel Cristiano. Decidimos irnos de allí, dejarles las llaves y una nota explicándole y buscar lo que pudiéramos. A pesar de que sabíamos que no íbamos a volver, dejamos todas las puertas abiertas, poniendo topes para que no cerraran del todo. Estábamos cansados, pensando qué hacer. Si no dormir, si dormir en la estación o dar vueltas por pisa para buscar algo en Booking. Con ese ambiente descrito antes pero algo más tarde, serían las 12 o así, fuimos llamando a varios sitios donde no nos abría nadie. Hasta que fuimos a un Kebab y preguntamos. El chico super majo hizo un par de llamadas pero tampoco hubo suerte. Nos indicó un hotel enfrente. Fuimos para allá y nos pusimos un tope. Dada la situación estábamos dispuestos a pagar más de lo que pagamos. Así que al final bastante bien. Dormimos en un hotel 3 estrellas, un poco emparanoyados con las chinches y en las mejores habitaciones de todo el viaje. Dejamos la ropa en el videt y nos duchamos con agua caliente para no llevarnos nada. No me gustaría repetir tiempos pasados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario