................................................

lunes, 10 de octubre de 2022

Día 1. Menorca-Roma

 El 6 de octubre salimos hacia nuestra nueva aventura. Esta vez Italia, un viaje de 10 días dónde recorrimos varias ciudades por todo el país. El 5, después de recoger a Alfon en Tafalla y probar las oculus en un parque, bajamos hacia lodosa donde descubrimos que la idea que teníamos de pagar un parking para dejar el coche en Bilbao, iba a salirnos más caro de lo que creíamos. Los únicos billetes que no cogimos de todo el viaje fueron estos, y al cogerlos el día de antes salieron por el doble. Estuvimos planteando otras opciones como la de dormir en Bilbao y tal, pero al final compensó más lo otro. 


Así que, ni cortos ni perezosos (yo un poco) salimos hacia las 7:30 de la mañana para pillar el avión a las 11. Y ahora sí podemos decir que empieza el viaje. El primer viaje tocho para Alfon. Pero sobre todo mi primer viaje fuera de España con Lorena. 

La novedad era sobre todo para Alfon que no había montado nunca en avión y le gustó bastante. Después de bajarnos comentamos la jugada, porque no pudimos volar juntos. 


Ya más despiertos llegamos a Menorca. Una isla que nos pareció bastante maja, bastante cuca pero que no pudimos disfrutar mucho porque el vuelo hacia Roma salía en 5h. Y había que comer. Porrrrr supuesto que había que comer. En el primer bar que vimos, una terracita al lado de la estación comimos bastante bien. Un bocata de sobrasada, ñokis con queso de Mahón y una hamburguesa con las dos cosas.

Dimos un paseillo para ver el puerto pero poco más. De hecho, nos tomamos un café en una terraza mientras copiamos unos sudokus y competir en el avión.


No nos dio tiempo a mucho más en Menorca. Bonita, con mucho guiri. Lo bueno estaba por llegar. 

En el avión de ida a Roma ya sí nos sentamos juntos con los primeros acentos y palabras italianas a nuestro alrededor. Si el anterior vuelo me pareció eteeerrrno, este se me pasó volando ( je je, volando, je je). Una trepidante competición de sudokus digna de ser narrada por Ibai donde nos batimos en un duelo a muerte entre alfon Lorena y yo. Con cuatro espectaculares niveles de dificultad y que ninguno consiguió acabar. 


Llegamos a Roma y todo nuevo. Pronto descubrimos que nuestra dificultad iba a estar en los idiomas y el transporte. Con el idioma, yo nunca llegué a hacer el cambio de chip porque, si. Preguntabas si sabían español y decían que si. Te lanzabas en español pero había que acabar hablando inglés con algún "grachie, prego, bonggiorno" de por medio. Al final nos entendíamos pero nos costaba. Y con el transporte porque aunque preguntamos, y sabíamos lo que había que hacer... Nos equivocamos. Me empeñé en hacer un transbordo porque salía más barato. Lo malo es que una vez dentro del tren, vimos que solo tenía una parada (y era nuestro destino), la estación de termini. Lorena se dió cuenta, pero nos quedamos temiendo alguna multa por parte del revisor. Al llegar el revisor, le dijimos que nos habíamos equivocado. Al ver que estaba validado (aquí, algunos billetes tienes que comprarlos, pasarlos por los tornos y luego validarlos en otra máquina) y con la hora correcta, sólo nos hizo pagar la diferencia, como si hubiéramos cogido un billete directo a Termini.


Llegamos de noche. A las 8 o así. Al salir de la estación, aquello parecía un mercadillo destartalado de carteles luminosos de kebabs, bocadillos y hamburgursas. Un ambiente un poco raro por la NULA iluminación de las calles. Nos sorprendió mucho ver que Roma, capital de Italia, sólo estuviera iluminada por coches y letreros. Luego descubrimos que no es todo así.


Teníamos intención de ir a ver la iglesia de Santa María la maggiore que pillaba por ahí pero imposible, cerrada. Igual que el Moisés. Así que decidimos ir a cenar a alguno de los sitios que llevábamos mirados. Una pizzería muy cuca, en un barrio bastante bonito con adoquines irregulares oscuros y plantas en macetas que parecían salvajes y trepadoras que cubrían gran parte de la vista. Ahora sí había algo más de luz con farolas que daban una luz tenue pero acogedora, también ayudadas por los ristorantes y bares con terrazas bastante cuidadas. Mesas de hierro con tablones de madera cubiertas por manteles de cuadros rojos y blancos. Plantas. Incluso alguna rosa y velas. A veces con bombillitas de navidad adornando trepadoras. 


Llegamos a la pizzeria alle carrette. Atravesando el bar, llegamos a un patio donde nos sentamos los 3. Queríamos probar todo pero pedimos 3 pizzas que.... Sin más. La masa estaba buena pero el asunto, un poco meh. Una de las cosas que llevamos todo el viaje fue un Excel. Una especie de lista donde puntuamos cada comida en función de. Presentación-Facilidad para coger-Sabor-Facilidad para comer-Textura-Salsa-Precio y si le hubiera gustado a Miguel Ángel. 


Al terminar de cenar fuimos caminando hacia donde teníamos que coger un tren de camino a nuestro camping. Peeero, de camino nos encontramos con la Fontana de Trevi, igual forzamos este encuentro, pero yo creo que ni la Fontana ni nosotros se sintió incómodo con el asunto. Muuuuucha gente y eso que eran las 22:30. Video, foto de rigor y para la estación. De camino íbamos viendo alguna cosa interesante. Por ejemplo la escalinata de la plaza de España o el monumento de la Santa concepción. 

Pasamos por un bar que tenía una mega galería de esculturas dentro (no sabíamos que era un bar) que llamó mucho la atención a Alfon. Además fuera había una fuente muy curiosa con un señor tumbado hecho como en dos materiales distintos. La fuente del babuino. Declarada la más fea de Italia. 

 Seguimos por la plaza del Popolo (enoooorme) y a buscar de donde salía el último tren. Lo cierto es que ese día no llegamos a encontrarlo y pillamos un taxi.

Madre mia la taxista, muy maja, pero no callaba. Empalmaba temas en un italiano bastante entendible. Tuvo el detalle de cruzarnos la autovía sin cobrarnos. Porque lo cierto es que el camping estaba en un lugar complejo para cruzar. Lo dicho. Al lado de la autovía. Una vez dentro, hecho el check-in con un hombrito muy bajito (apodado Hobbit por 3 que yo me sé) nos dimos cuenta de lo grande que era el camping. Era un pueblo. Había pipicars (cochecitos) para transportarte de un sitio a otro. Y nos dieron una cabañita, en el último rincón del camping. Muy chulo. Calles asfaltadas, restaurante, piscina, zona para caravanas, para tiendas, casas prefabricadas y las nuestras. Una habitación con baño bastante cómoda que nos dio fuerzas para lo que estaba por llegar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario