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lunes, 10 de octubre de 2022

Día 2. Vaticano

El primer día teníamos la visita al Vaticano. Empezamos fuerte sí. Pero era viernes y pensé que habría menos gente. Ja!

De nuevo jaleos para encontrar la estación de tren, pero esta vez sí. Lo hizimos bien. Llegamos a due ponti una estación abandonada con tornos que no dan a ningún lado y máquinas que no validaban los billetes por llevar caducados 16años (literalmente). Este tren, y esta estación nos llevaba a plaza del pueblo y de ahí algún metro o bus. Bastante fácil.


Llegamos con tiempo a la zona así que desayunamos. Esta zona no era de callejuelas sino de avenidas donde las terrazas se habían hecho su espacio en la acera. Igual de bonitas pero más grandes. Desayunamos unos bollitos, perdón, bollazos, buenísimos. Y nos los comimos en otra terraza con un café. La pizza igual no, ¿pero el café? Espectacular. Da igual capuccino, normal o ristretto (más intenso por llevar menos agua) todos entraban bien, incluso sin azúcar.


Un sol genial nos acompañó todo este día. Fuimos al punto de encuentro con Valentina, nuestra guía. Super simpática y muy de los nuestros. Lorena y yo nos partíamos de risa cuando la escuchábamos decir cosas como "no vaya a ser que pongan una flecha indicando el camino" o "a nosotros sí nos cuentan no? Como no tenemos sirvientes". Nos encantó a los tres la cantidad de cosas que sabía. Y gracias a ella, disfrutamos el Vaticano muchísimo más. 

Entramos por una puerta lateral y ascendimos hasta un patio donde se nos presentó la cúpula de la catedral de San Pedro al fondo. Entre dos árboles y con un sol de aúpa. Lo cierto es que se lució, posando entre dos árboles para mi foto. Mucha, mucha, muchísima gente sin llegar a ser agobiante. 

Cómo explicar lo que vimos? Obras de arte en cada centímetro cuadrado. Y no por un horror vacui declarado (que a veces también) sino porque veías un banco y apreciabas que había sido hecho con mimo, o una columna o una servilleta. Bru tal. Muy muy guay. Yo iba con cierto miedo, a sentir algo de rechazo a toda esa gran cantidad de riqueza que tienen. Pero lo cierto es que no lo sentí en ningún momento. Empezamos pasando por bastantes esculturas, de las que Alfon conocería el 80% yo, no tantas. Pero no era necesario para admirarlas. Y es que tampoco es que fueran especialmente mastodónticas, sino simplemente bonitas. (Perdón por lo de simplemente).


Después llegamos a las galerías de arte. Los Frescos de Rafael, la galería de los mapas o de las telas. Rodeados de gente, pero gente muy minúscula en comparación a lo que teníamos ahí. 


Nos avisaron de que el broche de oro era la capilla Sixtina. De que no sé podía hablar dentro y por supuesto nada de fotos o vídeo. Yo iba con la lección de Miguel Ángel aprendida y quería que alfon y Lorena disfrutaran como lo iba a hacer yo, viendo todas sus curiosidades. Pero lo cierto es que Valentina se dejó poquitas cosas en el tintero. Nos la explicaron fuera. Y al entrar... Creo que fue lo que menos disfruté. Yo temía alguna lagrimilla o algo que me emocionara, pero lo cierto es que tanta gente, algo tan "tamaño normal", tantas restricciones y lo tenía tan visto, que me gustó, si. Pero me esperaba más. Después de lo que llevábamos viendo durante dos horas... Esto se quedó un poco atrás. Nos lo avisó Valentina.

Aunque lo haya hecho un solo hombre, ahora estamos tan acostumbrados a ver arte que no aprecias si lo ha hecho 1 o 10 personas.


Dicho esto pasamos a ver la catedral de San Pedro. Esta sí nos impresionó. Parece que cuanto más grande es algo más nos impresiona. Y aquí, la catedral gana.

Entramos, rodeados de arte, no sabíamos donde mirar, columnas con esculturas que te tumban. Cúpulas con personajes y adornos colosales. El suelo brillante. La luz. No sé. Todo. No me la imaginaba así. Es como si escalaran en tamaño cualquier catedral que hayas visto. El pasillo central que va al baldaquino parecía una avenida de un centro comercial multiplicado por 10. Las obras que veías a lo lejos perfectamente, te acercabas y te dabas cuenta de que la más pequeña mediría 5m. Con expresiones y un nivel de detalle que roza la locura. Aquí vimos la piedad de Miguel Ángel. La primera. Pero tras un cristal y a lo lejos. Por lo que pasó en el 92. Un tío se lió a martillazos con ella diciendo que era Jesús. 


Después bajamos a las tumbas de los papas. Un sitio bastante más austero. Con unos pasillos subterráneos donde había tumbas adornadas desde el año catapun. Cada una con una construcción exquisita para su época. Acabando por Juan Pablo II. Salimos y ya saliendo seguimos viendo oro brillar en alguna obrucha que había por ahí (impresionante igualmente) bebimos agua y salimos a admirar la plaza del Vaticano y la catedral desde su fachada. Un espacio abierto enorme donde tras unas fotos y un poco de chorradas varias ... Nos movimos para comer.


Era tarde, las 16:30 o así. (Si. 5h estuvimos en el Vaticano) así que pedimos unos entrantes raros de queso con pera y mortadela por otro lado. Para después disfrutar de la famosa pasta italiana. Otra cosa que nos (igual sólo me) decepcionó el primer día. Estaba rica, muy rica. Pero esperaba más. Unos Spagueti que ellos llaman no sé cómo y unos tallarines con setas que ellos llaman a su manera. Ricos. Pero no lo suficiente para lo que comimos al día siguiente.


Pillaba cerca de allí el castillo de san Angelo. Un castillo a pies del tiber que nos pareció magico. El ambiente con el arpa y el atardecer , daban un aire bohemio que el lugar no tenia. Además uno, que no para de hablar, no hacía más que decir bobadas con acento italiano. Atravesamos un parque y llegamos a uno de los puentes del tiber, viendo cómo a nuestras espaldas dejábamos de ver una fachada con una fuente que no debía ser importante (porque no sé llevaba ninguna foto) Pero que impresionaba igual. 


De aquí ya eran las 8 o así  y nos movimos para ver la plaza navona. Una plaza con la forma y el tamaño de un estadio de carreras de cuadrigas (antes había uno en ese lugar), con 3 fuentes y una obra maestra de Bernini brutal en mitad de la calle. Un obelisco gigante en cuya base había 4 representaciones humanas de los 4 ríos del mundo. Danubio, nilo, río de la plata y Ganges. Ahí estuvimos un rato sentados disfrutando del momento entre coñas y tal alguna foto de 15 segundos cayó.


Fuimos a por un tiramisú recomendado y mientras lo comíamos nos dirigimos a ver más cositas. El panteón por fuera rodeado de españoles, el templo de Adriano y la columna de Marco Aurelio. Aunque veníamos de ver el Vaticano nos gustó muchísimo. Porque son obras de arte donde se veían el paso del tiempo pero en plena calle. Gratis! También la luz ayudaba. Por supuesto había mucha gente. Y parece que todo Roma está dedicada al turismo. Ristorantes, bares, comida para llevar ganan la batalla a tiendas de ropa, tiendas de ropa y más tiendas de ropa.


Ahora sí nos dirigimos a la Fontana di Trevi. A disfrutarla. Lo cierto es que aunque hubiera mucha gente, es eso. Gente. Posturetas que llegaban, se hacía un selfie y se iban. Como nosotros el día anterior vaya. Ahora sí.  La sentamos a escucha el agua de manantial romano antiguo. A ver caer el agua y a disfrutar de semejante disparate. En mitad de la ciudad, la fuente ocupa más de la mitad de la plaza donde está, eso hace que las aglomeraciones sean algo más agobiantes, pero por suerte hay dos alturas para verla. Puedes bajar unas escaleritas y llegar a sentarte metiendo la mano en el agua. Ahí estábamos. Entre aplausos porque alguien había dado el "sí quiero" y silbatos de carabinieri porque alguien había hecho no sé qué. Hicimos lo típico de pedir el deseo con la moneda. Aproveché a pedir un montón de cosas porque en el vídeo que grabamos se hace eterno. 


Suficiente para el día de hoy. Para mi, el mejor día de Roma sin duda.

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